martes, 11 de noviembre de 2014

LA TAMPA TOPOLÓGICA DE PODEMOS



La noche del 9-N, el que fuera cantautor, Lluís Llach, entrevistado por J. Évole, en plan abuelito chocho que hipócritamente pasa de todo, formuló una teoría francamente chocante en defensa de su posición independentista: la identidad causal del fenómeno Podemos y del independentismo catalán irreversible.
La cuestión en síntesis se planteaba así: izquierda y derecha son dos términos hoy irrelevantes; lo que cuenta es la dialéctica arriba/abajo, la casta y la gente, las élites y el pueblo, el poder y la ciudadanía; se impone la transversalidad y, de ahí, la necesidad electoral de ocupar  ‘la centralidad del tablero...’ Ante la dominación de ‘los de arriba’, la cleptocracia de la casta y el entramado corrupto, sistémico y corporativo de los aparatos político, social, económico, mediático e institucional, al fin, en Cataluña (Lluís Llach dixit), las fuerzas regeneradoras han optado por la salida soberanista y el resto de España ha encontrado en Podemos el cauce para dar salida a su cólera y frustración. Así que el independentismo de Cataluña, desenganchado ya del Estado español necrosado, tendrá la oportunidad de ‘reconstituirse’ en un Estado de nuevo cuño, sano, virgen, benéfico y justo. Por la otra parte, Podemos cargará con la titánica tarea de liquidar a la casta, enterrar al Estado viejo y empoderar a la ciudadanía española. Una misma causa, pues, y dos efectos no tan diferentes: nacionalismo separatista y populismo.
Dejemos para otra ocasión monográfica el caso del independentismo catalán, liberado ya del lastre del corrupto Estado español y entregado en cuerpo y alma a curarse las metástasis del cáncer pujolista y cía... (Será regocijante observar a distancia la terapia que el jefe del equipo médico independentista aplica a su padre político y resto de la familia...)
Centrémonos aquí en la trampa que Podemos hace con la topología: izquierda/derecha, arriba/abajo...
¿Existe la izquierda? Es sabido que la respuesta negativa siempre proviene de la derecha. Pero aplíquese un elemental test sociológico a cualquier individuo sobre su posición ante estas parejas de términos antitéticos: libertad/igualdad, orden/justicia, competitividad/apoyo mutuo, agresividad/cooperación, estado/sociedad civil, uniformidad/diferencia, herencia/educación, localismo/internacionalismo... y se obtendrá una notable diferenciación entre posiciones de izquierda y posiciones de derecha. Por decirlo de una forma más esencial: para la izquierda el progreso humano, la humanización, se propicia por la cooperación y el apoyo mutuo; la derecha, por contra, confía a la naturaleza, a la ley de la selección natural, el perfeccionamiento de la humanidad en tanto que los supervivientes son los fuertes, los buenos, los dignos de vivir.
La trampa  sofística de Podemos consiste en liquidar políticamente a la izquierda y ubicarse con  ‘los de abajo’, con la ciudadanía desposeída por el poder de ‘los de arriba’.
La ciudadanía es la condición que adquiere el individuo en tanto que sujeto de derechos y deberes dentro, originariamente, del Estado-Nación, hoy acaso en espacios más amplios de carácter regional o mundial.
Podemos pretende empoderar a la ciudadanía, como si el concepto fuese enterizo y cerrado y no dinámico y dialéctico. En la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 se proclamaba que estos derechos eran «naturales, inalienables y sagrados». Más de dos siglos pasados, la titularidad de los derechos de los ciudadanos sigue restringida por criterios de extranjería, raza, etnia, religión, sexo, edad y, sobre todo, situación económica. Como antiguamente o no tan antiguamente pasaba con las mujeres, los niños y los esclavos, hoy millones de seres humanos tienen limitada su condición de ciudadanos, más allá de lo que proclamen las leyes en abstracto. La izquierda ha luchado históricamente con mejor o  peor suerte por eliminar discriminaciones y empoderar a los ciudadanos de sus derechos políticos, culturales y materiales. De modo que la izquierda está con los de abajo, contra castas de cualquier sistema y contra las élites extractivas.
Tampoco es unívoco el concepto de ciudadanía. La ciudadanía, en el marco del ‘pacto neoliberal’, nada tiene que ver con la de la tradición del neorrepublicanismo de Philip Pettit. El ciudadano neoliberal se mueve por criterios de preferencia y elección en los mercados (y todo es objeto de mercado porque todo es al final mercancía), mientras que el ciudadano republicano lo hace por criterios basados en juicios de valor destilados a través de procesos de participación propios de la democracia deliberativa.
¿Se sitúa Podemos en esta tradición de ciudadanía republicana (Q. Skinner, P. Pettit), se fundamenta en la idea de libertad como ausencia de dependencia o de dominación? Si la respuesta es afirmativa resultará, pues, que, en realidad, Podemos pretende ocupar el espacio electoral del Partido Socialista, cuya recuperación a manos de un líder nuevo desconectado fáctica y simbólicamente de los errores del pasado (es inadmisible atribuir a Pedro Sánchez la vinculación a casta alguna) podría quebrar el innegable crecimiento de Podemos y las aspiraciones electorales de sus líderes, que a veces pecan de pedantes, fatuos y perdonavidas. Los calificativos no son míos, los tomo del gran poeta gaditano J. M. Caballero Bonald, sabio octogenario. El de tramposos sí que es de mi cosecha.