lunes, 19 de diciembre de 2016

FIDEL CASTRO Y EL FIN DE LA ILUSIÓN REVOLUCIONARIA

Con periodicidad irregular asistimos unos amigos y amigas, progresistas todos y algunos todavía con carnet socialista, a una tertulia política, en el más noble sentido aristotélico del adjetivo. En la última cena (la institución de la comensalía da origen a la democracia) una tertuliana, de mente notablemente equilibrada, a propósito del malestar social que vivimos, manifestó que, dadas las cosas como están en el mundo global, está fuera de lugar proponer o esperar el hundimiento del sistema capitalista... Dicho con otras palabras: la idea de la Revolución  debe ser abandonada. Nous l’avons tant aimé, la révolution (Dany Cohn-Bendit, 1986).
Cuando muere una persona que ha tenido la influencia de Fidel Castro (para bien o para mal), las reacciones que se producen nada tienen que ver con la esfera de los sentimientos privados, normalmente compasivos.  Los gusanos de Miami hicieron fiesta y brindaron con champagne y la derecha en general aprovechó para subrayar su condición de dictador, opresor de las libertades y autor de crímenes contra su pueblo. ¿Y la izquierda? La muerte de Castro nos reafirma en la convicción de que cercenar las libertades de los ciudadanos en aras del triunfo de la Revolución es un mal camino que, a la vuelta de los años, nos conduce al punto de partida. Esos  años nos han hecho ‘comprensivos’ y ya sabemos que la complejidad de lo real es inaccesible por la vía expeditiva de la Revolución en sentido clásico. Así pensamos, pero ¿y el sentimiento? Nuestras emociones discurren por otros derroteros.  Cristina Almeida lo expresó muy bien en una entrevista televisiva: la gente de izquierdas no podemos borrar de nuestro imaginario afectivo lo que  significó la Revolución cubana, Fidel Castro, el Che Guevara y tantos otros mitos personales e ideológicos de los que se nutrió nuestro espíritu juvenil durante los años sesenta del siglo pasado...
Quienes cursamos los estudios universitarios en los años sesenta nos solemos identificar con lo que la historiografía moderna llama generacion del sesenta y ocho. Lo hacemos con un prurito de autosatisfacción por haber pertenecido a un tiempo y a una gente que parecen haber hecho algo importante, que no se sabe muy bien qué es... En 1968  en Vietnam se produjo la ofensiva del Tet, tuvo lugar la Primavera de Praga, el asesinato de Luther King y el de Robert Kennedy, el atentado en Berlín contra Rudi Dutschke y la revuelta del Mayo francés... Había sido una década de bienestar que apuntaba ya signos del malestar que la crisis fiscal de los Estados iba a traer.  Como es bien sabido, en España vivíamos en régimen de Dictadura y no se daba una situación homologable al resto de países de democracias parlamentarias, pero, por eso mismo, los jóvenes sentíamos más intensa y angustiosamente la urgencia de cambiar las cosas, de revolucionar el mundo.
La explosión demográfica había llenado las aulas de las grammar schools, lyceés y gimnasiums y, después, de las Universidades.  Y fue precisamente en el caldo de esta masificación universitaria  donde encontraron respuesta los problemas de la época: crisis económica de los países subdesarrollados, el fracaso de los intentos de transformación en América Latina, el empantanamiento de los países del bloque soviético, el deslumbramiento por la Revolución Cultural china, la incertidumbre por el futuro y la insatisfacción por el consumismo de objetos banales. La respuesta fue la ilusión por la Revolución. La generación de los años sesenta vio el mundo como algo nuevo y pletórico de posibilidades, al decir de Tony Judt. Eran tiempos de iconoclastia y autosatisfacción, de una nueva izquierda (new left) preñada de elementos marxistas, libertarios y contraculturales, de las teach in (asambleas abiertas), de la canción protesta de Bob Dylan y Joan Baez, de las chaquetas y gorras modelo Lenin, el vestuario estilo hippy y la revolución sexual. Transitamos del ‘compromiso’ del personalismo cristiano de E. Mounier, pasando por el políticamente inocuo estructuralismo, al marxismo de los Manuscritos económicos filosóficos y La ideología alemana (¡el marxismo!, sobre el que J. Paul  Sastre nos había aleccionado: «considero el marxismo la filosofía insuperable de nuestro tiempo»).  
Si amamos tanto la Revolución en nuestra juventud, como proclama con nostalgia Dany el Rojo, ¡qué no sentiríamos ante el triunfo de la Revolución en Cuba en 1959! Durante toda nuestra edad adulta Cuba ha sido la encarnación del mito revolucionario juvenil, el faro de una esperanza refractaria a la extinción. La muerte de Fidel Castro, por fin, ha significado el aldabonazo que nos despierta del sueño de una ilusión revolucionaria que en realidad ya habíamos perdido.
Al igual que la compañera de tertulia, yo también soy de la opinión de que hoy por hoy el capitalismo es indesmontable. Se desvanecieron los añejos espejismos revolucionarios y abocaron a la frustración los últimos intentos transformadores: la revolución de la libertad y la dignidad en Túnez, la insurrección egipcia, los occupy wall street, Libia y la catástrofe viva de Siria, entre otros incontables focos de conflicto donde la sangre humana ha brotado y sigue derramándose estérilmente. Así que a los que fuimos jóvenes sesentayochistas que no hemos dado la guerra por enteramente perdida sólo nos queda como última trinchera la socialdemocracia. Fuera de ella campean tres ídolos: la adicción al consumo, el ansia de placer inmediato y el individualismo insolidario. 

No sé si una socialdemocracia actualizada en sus estrategias y metodologías conseguirá ir socavando los basamentos de estos ídolos nefastos o los jóvenes, menos temerosos y más creativos que nosotros, los viejos del 68, apuntarán a fórmulas más eficaces para superar desigualdades y mitigar los males de este mundo. Paul Valéry recriminaba a A. Gide, según nos cuenta André Malraux, en el primer tomo de sus Antimemorias, que admitiese que los jóvenes fuesen jueces de lo que él pensaba. Acaso sea el momento de desautorizar al autor de los célebres Carnets y de permitir que la nueva generación, además de juzgarnos, tome el timón y se haga cargo del rumbo.

lunes, 5 de diciembre de 2016

LA FEMINIZACION DEL MUNDO SEGÚN PABLO IGLESIAS

Dejemos atrás la polémica del posible machismo del líder de Podemos como un rifirrafe más de los que en la brega diaria de la política partidista desembocan y se sumergen en el océano anodino de la irrelevancia, hasta que en ocasión propicia la hemeroteca  recupere lo  de «la mujer como cuidadora de los otros», última gracia del podemita, de igual forma que ahora se han evocado otras salidas de tono de Pablo Iglesias: la alusión malévola en una rueda de prensa al bonito abrigo de una periodista o la privada confesión de su deseo sádico de azotar hasta sangrar a otra periodista...
Sí que merece especial detenimiento la idea de la ‘feminización de la política’ y de la vida, por cuanto, expresada por un líder político, es una propuesta programática al electorado. Para Pablo Iglesias, hoy por hoy, es más importante que ‘lo femenino’ impregne todas las redes interrelacionales del vivir cotidiano que la paridad entre hombres y mujeres en las instituciones públicas, con ser esto bueno y deseable. Obvio resulta que de esta incursión antropológica del Secretario General de Podemos se deduce una verdad subyacente: que lo femenino es superior moralmente a lo masculino; que la evolución ‘progresista’ de la especie de hombres y mujeres ha de fundarse en los valores del feminismo. ¿Por qué? Porque, en un mundo tan menesteroso como éste, tan falto de ‘cuidados’, es la mujer,  es la madre, a la que todos recordamos como ‘cuidadora’, la que deviene en paradigma para la gobernanza del mundo...
Ignoro qué tipo de atrevimiento ha conducido a P. Iglesias a meterse en un tremedal antropológico en el que no es fácil hacer pie. La soberbia es mala compañera intelectual, que nos ciega y nos impide aprender incluso de nuestros maestros más queridos. Porque estoy seguro de que nuestro controvertido feminista  leyó en sus tiempos marxistas al Federico Engels de El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado. Y que allí tuvo que encontrarse con Bachofen y su  tránsito del hetairismo a la monogamia y del derecho materno al derecho paterno; y con el ‘matrimonio por rapto’ de McLennan; y con el gran Morgan,  descubridor de la primitiva ‘gens’ de derecho materno, etapa anterior a la ‘gens’ de derecho paterno de los pueblos civilizados, descubrimiento que, según Engels, tiene «para la historia primitiva la misma importancia que la teoría de la evolución de Darwin para la biología...»
Hoy nadie duda de que la estructura de la familia y las relaciones de parentesco en general han sufrido transformaciones históricas derivadas de los progresos tecnológicos y los modos de producción. La familia nuclear, coincidente con la revolución industrial, sufrió «la gran ruptura» (F. Fukuyama), acompasada a la revolución sexual, la incorporación de la mujer al trabajo y la revolución de la información, digital y robótica. ¿Cuántos tipos de familia se dan hoy?  Son plurales las formas de aparearse o singularizarse que, sometidas a los crecientes índices de divorcialidad, componen un mosaico de combinaciones y tipos de familias difíciles de clasificar.
Ante estas nuevas realidades, ¿dónde queda la mujer del matriarcado de Bachofen, la mujer madre, tierra, sangre, naturaleza, acogedora, amante incondicional, frente al padre exógeno, cultural, exigente, sólo aceptador del hijo cuando éste realiza sus expectativas de progreso?  Freud consideró la fijación en la madre como el problema decisivo del desarrollo humano, de la especie y del individuo. En la cultura occidental alejarse de la madre es emprender la aventura de la vida personal. Quedarse abandonado a su amor sin condiciones es confortable y cómodo, pero impide madurar. Aquiles  era un dios inmortal durante su niñez y adolescencia en el gineceo, hasta que en un momento dado decidió abandonarlo y marchar a la guerra de Troya donde sabía que iba a morir; era el precio que debía pagar por ganar su individualidad ejemplar. (Javier Gomá, Aquiles en el gineceo – Tetralogía de la Ejemplaridad).
Feminizar la vida, inyectando no sólo en la política, sino en todos los espacios públicos y privados  ‘el cuidado maternal’ y las emociones amorosas comunitariamente compartidas, es un objetivo ahistórico, retrógado e idealista en el peor sentido marxiano.  Ni siquiera Rousseau, que maldecía el salto del hombre ‘natural’ al hombre ‘social’, se atrevió a tanto y, aceptando la realidad histórica, inventó El Contrato Social para organizar la convivencia. El mejor contrato entre hombres y mujeres es el de la igualdad: crear las condiciones objetivas para que las mujeres sean iguales. Y empezar por darles acceso a las cimas de las instituciones públicas no es una bagatela subordinada a ese otro propósito ideal de insuflar en el mundo el amor de la madre cuidadora. 
       Para dar un pellizco de monja a Rita Maestre, Sonia Sánchez y Clara Serra, feministas errejonistas que habían defendido en su programa para el Secretariado de Madrid la paridad masculina-femenina, Pablo Iglesias no necesitaba embarcarse en empresas de tan dudoso y extravagante sentido como la de feminizar el mundo. Todo hombre tiene un ‘hambre básica de afecto’, pero el regreso al útero materno no es la solución.

lunes, 28 de noviembre de 2016

MIQUEL ICETA, ENTRE BREDA Y CANOSSA

No sé si es en sueños donde veo la figura en escorzo de M. Iceta, disfrazado de Justino de Nassau, pierna derecha genuflexa, la cerviz inclinada hacia adelante, sumisa, la mano diestra adelantada entregando las llaves de Breda a Susana Díaz, travestida del general Ambrosio de Spínola, que, indulgente y caballerosamente, las recibe, mientras su brazo extiende hacia el hombro del flamenco derrotado una mano entre protectora y dominante. Al fondo del cuadro de Velázquez, a la izquierda, las alabardas y lanzas flamencas, en posición de descanso, componen la imagen de la rendición; enfrente, las altas, firmes  y enhiestas picas españolas, con su verticalidad, representan la solidez, la fuerza y el orden. Derrota y victoria. Sumisión y dominio.
   No, no es un sueño velazqueño. El Secretario General del PSC ha rendido visita de pleitesía y vasallaje a la que de facto actúa ya, sin más título que la fuerza, como líder del PSOE, tapada tras una Gestora a la que mueve cual marioneta. Rendir es un verbo polisémico. Como transitivo, significa vencer, someter, sujetar, dominar... En su forma pronominal equivale a entregarse, capitular, ceder, transigir, claudicar. Muerto Pedro Sánchez en la reciente guerra del PSOE, y aun de cuerpo presente empeñado en no ser enterrado, uno de sus apoyos más firmes y vociferantes, Miquel Iceta, se ha apresurado a rendir armas ante la responsable máxima de la defenestración de un Secretario General elegido por la militancia.
Este M. Iceta, devenido en Justino de Nasau, es el mismo que hace no muchas fechas gritaba como un poseso: ¡Pedro, mantente firme!, ¡líbranos de Rajoy y del PP!, ¡por Dios!, ¡líbranos de ellos!, ¡estamos a tu lado, estamos contigo!, ¡aguanta!, ¡resiste las presiones! Todavía se deben oír en Sevilla los ecos de aquellas voces...
Flexible y tornadiza es la cintura de los políticos profesionales (tanto Iceta como Susana Díaz tienen en común −acaso lo único− el carecer de otra vida laboral que la de los pesebres de la política), pero el giro del catalán es un movimiento imposible para el contorsionista más avezado. Sin embargo, en absoluto pienso que Iceta con su gesto claudicante haya pretendido salvar su pellejo político-personal, sino más bien evitar el hundimiento final de su partido, el PSC.
Me ilustra el querido amigo, Antonio Valero, residente desde hace décadas en Badalona, de la situación y estado del socialismo catalán:  dispersados los socialistas de extracción burguesa en distintas direcciones de sentido catalanista-independentista, lo que queda del PSC se distribuye entre: uno, psoistas, vinculados con el PSOE clásico, con F. Gonz.alez, A. Guerra y Rodríguez Ibarra, y ubicados en el Baix Llobregat (Hospitalet, Cornelá, Castelldefells, Viladecans, Sant Boi, etc); el dos, barcelonés, de San Adrián, Badalona, Santa Coloma, por ejemplo, entreverado de psoistas tradicionales y otros tocados de un catalanismo de contagio; y tres, el socialismo del Vallés Oriental, Sabadell, Tarrasa..., tocado más profundamente de espíritu catalanista.
De forma esquemática, pero no por ello menos significativa, A. Valero califica a los originales votantes del PSC-PSOE de «charnegos agradecidos» y «charnegos desagradecidos» como polos extremos de una escala graduada. Los primeros se sienten deudores de una tierra que acogió a sus padres y abuelos y son proclives a la asimilación y a la autoafirmación en el país de adopción. Los segundos permanecen fieles a sus raíces, no piensan que tengan nada que agradecer ni nada por lo que ser perdonados y siguen leales a las costumbres y a las celebraciones de su tierra de origen. Estos no votan a otro socialismo que no venga envuelto en las siglas del PSOE y autorizado por sus líderes españoles (andaluces y extremeños). Aquéllos manejan su voto más elásticamente y en los últimos tiempos se debaten en la confusión.
La conclusión es sencilla. Si el socialismo del Baix Llobregat y demás sectores afines se separa del ambiguo PSC y se convierte en sucursal del PSOE −tentación recurrente de algunos líderes andaluces, manchegos y extremeños−, la marca PSC caminaría inexorablemente hacia la irrelevancia, de la que no está muy lejos.  Evitar este destino es lo que ha impelido a Iceta a entregar las llaves de Breda a la vencedora Susana Díaz. Para ese viaje, bien es cierto, no era preciso haber amado tan clamorosamente al vencido Pedro Sánchez.
No obstante, de momento no sabemos si Iceta quedará como el  flamenco Justino de Nasau, noble aun en la rendición, o jugará el triste papel del Emperador Enrique IV del Sacro Imperio Romano Germánico, cuando, disfrazado de mendigo y flagelado por tres días de ayunos, se arrodilló ante el Papa Gregorio VII, en Canossa, para hacerse perdonar sus pecados. Como es sabido, Enrique IV reincidió en el pecado y volvió a ser excomulgado hasta terminar en el infierno de la exclusión y el ostracismo.

viernes, 25 de noviembre de 2016

DESERTORES DE LA SOCIALDEMOCRACIA

Pocos términos del ámbito de la política tienen en la actualidad más abundante y machacona referencia que el de socialdemocracia y su crisis. Se habla indistintamente de crisis de la socialdemocracia y de crisis de los partidos socialistas, aunque conceptualmente son entidades que merecen análisis diferenciado. Se da por constatado y cierto que, bien porque el modelo  ya no sirve  o bien porque los partidos políticos sedicentes socialdemócratas, aun fiando en la validez  del modelo,  no cumplen los objetivos inherentes a la socialdemocracia, ésta y aquéllos están hundidos en el desprestigio y la frustración..
Conviene preguntarse, antes de seguir adelante, si el concepto socialdemocracia se refiere a una entidad esencial e inmutable que con el paso del tiempo se ha degradado y ha perdido sus rasgos y virtudes originales, pues, de ser así, estaría justificada la consabida terapia de volver a las esencias. No es así. La socialdemocracia nace en el marco de la economía capitalista y propende a la conciliación de los principios de libertad, justicia y solidaridad suscribibles por la pequeña burguesía y la clase obrera. Marx utiliza el vocablo socialdemocracia en 1852 (El 18 Brumario de Bonaparte) y, a partir de ese hito, la necesidad de mitigar el antagonismo entre Capital y Trabajo hace emerger en el último cuarto del siglo XIX los llamados partidos socialdemócratas en Alemania, Bélgica, Austria, Hungría, Polonia... En España el PSOE nace en 1879. 
Desde el inicio se van marcando dos corrientes, la del marxismo clásico y la socialdemócrata propiamente dicha, que no solo se diferencian en el objetivo final (la sociedad sin clases frente al estado democrático), sino en las consignas (destrucción del estado / utilización del estado), las estrategias (revolución / reformas) y los actores (partido monoclasista / partido policlasista). Marx, Engels, Kaustky, Berstein, entre tantos otros, son nombres significativos de esta evolución... Fuera de pruritos académicos, al observador social menos conspicuo, basándose exclusivamente en la terminología actualizada, se le hace palmario el hecho de que la socialdemocracia es una historia de renuncias: no se habla ya de socialismo ni de revolución, no se cuestiona el capitalismo y el Estado del Bienestar es un lugar común, refugio y coartada tanto de los partidos de izquierda como los de derecha.
De lo escrito hasta aquí se deduce que es preciso definir los objetivos e instrumentos de la socialdemocracia del siglo XXI en el contexto de un mundo regido por el Imperio que ha impuesto para todos sus dominios el neoliberalismo como sistema económico, político y de filosofía de vida. No sugerimos el posibilismo por conformidad o cobardía, sino por respeto al principio de realidad. La Revolución es mecánicamente imposible, aun para el caso de que hubiere agentes dispuestos a cargar con los riesgos. El capitalismo −que no será eterno, aunque infinitamente más longevo que nosotros− desaparecerá en el momento crítico en que las nuevas tecnologías creen realidades nuevas que lo hagan obsoleto, si antes él no ha causado el exterminio de toda vida inteligente en este planeta. La socialdemocracia hoy ha de tener un único y simple objetivo: la ‘procura existencial’ de todos los individuos por el mero hecho de pertenecer a una comunidad de hombres; la satisfacción de sus necesidades físicas, intelectuales y morales. El asunto es muy simple por más literatura que se le eche, que ya tiene bastante encima.
Cuestión diferente y más compleja es la del instrumento y las estrategias para hacer realidad las promesas de la socialdemocracia. ¿Por qué fracasan los partidos socialdemócratas como instrumentos al servicio de la igualdad, la libertad y la solidaridad? Hay dos causas que interactúan. Es la primera el abandono por parte de los líderes, dirigentes y representantes de los partidos de izquierdas de los principios y valores socialdemócratas, seducidos en su praxis vital por los modos y conductas del individualismo neoliberal. El troquelado cognitivo-afectivo con que han sido socializados los individuos de las sociedades de las democracias liberales −basado en el ‘amor de sí’ y no en ‘la piedad’, que diría Rouseau− es la segunda causa, más fundamental y profunda.
El PSOE, ejemplo de partido socialdemócrata hundido en la depresión por los repetidos fracasos electorales, ha nombrado a una comisión de letraheridos y expertos para que enuncien y programen la taxonomía de objetivos de la socialdemocracia del siglo XXI −tarea no difícil, pues la bibliografía es inmensa− y para que diseñen unas estrategias y una organización capaces de convencer a los electores de que el proyecto merece la pena y les conviene. Esta segunda parte del encargo, por contra, lejos de ser cómoda y viable, se parece más al empeño de Sísifo.
¿Quién atraerá hacia los ideales del socialdemocrático PSOE a la clase obrera fragmentada y dispersa en medianas y pequeñas empresas en las que, desaparecidos los sindicatos, con ellos se ha esfumado la ‘solidaridad corporativa’; a los autónomos, ha poco trabajadores industriales y ahora agobiados por una supervivencia problemática; a los pensionistas, atemorizados por el miedo a perder su ingreso mensual por corto que sea; a los profesionales liberales, imposibles de distraer de su brega diaria por mantenerse a flote o por conservar su solvencia económica; a los funcionarios, refractarios a cualquier reclamo que no sea el de mantener su statu quo; a los jóvenes y sectores más ilustrados, que ven en el PSOE un instrumento anticuado poco diferenciado del PP; a los habitantes de las periferias, hartos de un españolismo cerril? ¿Quién tendrá el carisma de movilizar a ese 30% de abstencionistas electorales; quién, en fin, logrará que el PSOE vuelva a ser un partido ganador, en expresión de la lideresa andaluza?

Precisamente, Susana Díaz, de hecho ya entronizada en el liderazgo del PSOE, preguntada por la compatibilidad entre la Presidencia de la Junta y la Secretaria General del Partido Socialista, ha respondido: «Sí, si uno pone por delante el interés general». Discurso de alto vuelo intelectual para los tiempos complejos e inciertos que vivimos los socialistas. ¿Pero... hay alguien más, como se decía en aquel chiste de Eugenio?

sábado, 19 de noviembre de 2016

Felipe González en el laberinto de sus paradojas

Felipe González para la gente de mi generación −que es la suya−  fue un líder carismático y poderoso al que admiramos muchos años y con el que contrajimos una deuda de gratitud por los éxitos electorales del PSOE que lideró, que a todos nos beneficiaron de alguna manera. Estuvimos con él a las maduras y también a las duras cuando insidiosa e hipócritamente se le señaló como responsable último de hechos truculentos derivados de la lucha contra el terrorismo etarra. En este aspecto mi solidaridad con él sigue intacta.
Al perder el Gobierno en 1996,  manifestó que los  expresidentes eran como jarrones chinos que no se sabía muy bien qué hacer con ellos. Fue un guiño irónico. Él sí que ha sabido qué hacer con su vida. Da conferencias, asiste a foros internacionales, hace influyentes declaraciones, asesora a poderosas corporaciones y circula por el mundo predicando las bondades de la globalización como un señorón de reconocido prestigio, que se acrecienta o al menos se conserva por el hecho de ser asiduo asistente a los salones del Poder, como aquellas duquesas viejas que, aunque arruinadas, tienen siempre un puesto reservado en las veladas de los palacios reales.
Ya en sus tiempos de declive político −cuando Aznar le gritaba «Váyase, señor González», corolario del eslogan ‘Despilfarro, paro y corrupción’− el discurso de Felipe González, otrora  cálido y brillante,  empezó a hacerse mórbido y torturado por una morfosintaxis plagada de anacolutos y derivas circulares y reiterativas, fronterizas con el habla cantinflesca. Hoy, al cabo de los años, las palabras de Felipe González, que no cesan de influir en la vida del PSOE, están atormentadas por la paradoja, esa figura de pensamiento que presenta aserciones absurdas con apariencias de razonabilidad.
En el postzapaterismo, F. González se empeñó en sostener que el mejor líder posible, el óptimo estadista con la idea de España más clara y distinta era Pérez Rubalcaba, sólo que la gente no le votaba. Nunca nos aclaró el  sabio líder el porqué de tamaña contradicción. No hace mucho declaraba con no poca sorna: «que conste que no soy dios (aunque sé que muchos creen que lo soy), pero yo sé que no soy dios». Bonita paradoja. Él sabe que no es dios, pero siendo muy consciente de que muchos creen en su naturaleza divina, también lo es de que detenta los poderes que a tal naturaleza se le reconocen.
Le preguntan en tierras del susanato: «¿Apoya a Susana Díaz para el liderazgo del PSOE?». «No −responde−, todos los candidatos que he apoyado hasta ahora han perdido, así que no apoyo a Susana para no perjudicarla». Por consiguiente, cabe pensar, que la ayudaría públicamente, si su gesto no se volviese en contra de la protegida. Sabido, pues, que está a favor de la líder andaluza −¿no ha dicho a sus acólitos que ella es el futuro del PSOE?−,  ¿cómo logrará F. González liberarnos de este bucle paradójico?
En la entrevista concedida al corresponsal de Figaro para Politique Internacional, Felipe González no sólo desprecia a Pedro Sánchez. También de Rajoy dice que no tiene idea o proyecto para España; de Zapatero, que no se enteró de la crisis y que perdió el tiempo, y a Pablo Iglesias lo moteja de epígono de Toni Negre, Lenin 3.0 y Hugo Chávez... Textualmente, preguntado por la propuesta de «une visión pour l`Espagne» de Pedro Sánchez, afirma: «Je en sais pas. Sans parler d’un discours à la de Gaulle, je en suis sûr qu´il puisse tenir sur le sujet ‘Que peut-on faire de lÉspagne?’ pendant plus d´une demi-heure. Je crois qu´il s´interesse beaucoup á son parti qu´an pays». De Gaulle, idea de España, la Nación contrapuesta al Partido... Grandes palabras de la retórica al servicio de la descalificación de los ignorantes que no están a la altura. Casi nada. ¿Quién será capaz de hablar de España más de media hora, fuera del gran Felipe González?
 Hay muchas formas de adentrarse en el dramático territorio de la vejez. La perspectiva de quedarnos sin voz es desoladora. Aceptar que nadie hablará de nosotros cuando estemos muertos o, en otro caso, que hablarán bien o mal, cosificándonos en todo caso, se conlleva mal con las personalidades soberbias. La soberbia es un lujo que pocos se pueden permitir. Acaso Felipe González pueda, pero hay que saber que quien dice lo que quiere debe estar dispuesto a oír lo que no quiere.
 Pedro Sánchez ya ha comunicado, urbi et orbi, que para él Felipe González ha dejado de ser un referente. Si se tratase de un choque de egos, la cuestión sería menor. Se trata, por desgracia, de que militantes, alejados de los 44 años de Sánchez, pensamos lo mismo: no nos reconocemos ni en el decir ni mucho menos en el hacer del en otro tiempo respetado líder y su retórica nos parece  vacua y paradójica. Felipe González no ha hecho suyas las palabras de E. Burke: «La arrogancia de los muchos años debe plegarse a ser enseñada por la juventud». Tampoco tiene presente lo que Ramón y Cajal escribió en El Mundo visto a los ochenta años: «Los ancianos propenden a enjuiciar el hoy con el criterio de ayer». El ostracismo no es un mal lugar, señor González. A fin de cuentas todos nos veremos abocados a la condición de perder protagonismos o, simplemente, ser olvidados.

lunes, 14 de noviembre de 2016

CONSIGNA INFANTIL: «...AL RINCÓN DE PENSAR»

A mi nieto, al que todavía la edad madurativa no le ha traído la sindéresis y el juicio moral, le suelo hacer esta recomendación pedagógica: ‘Primero, pensar; después actuar’. En la Educación Infantil las maestras suelen castigar las conductas disruptivas de los niños con la retirada al ‘rincón de pensar’. Ximo Puig, Secretario General del PSPV, ante la exigencia de la convocatoria de Primarias y la realización del Congreso reglamentario en el Partido Socialista, en perfecta sintonía con la Gestora −controlada por Susana Díaz y los barones concomitantes− ha declarado  enfáticamente que este tiempo exige: «Primero, pensar; después, actuar; que los electores españoles nos han mandado al rincón de pensar».
Curiosamente, por las mismas fechas (9 de noviembre) una psicóloga, de nombre Olga Carmona, en el periódico de Prisa daba a luz un artículo en el que valoraba así el envío de niños y niñas al rincón o la silla de pensar: «Este engendro gestado y parido por el conductismo más mohoso y maquillado no es otra cosa que el famoso tiempo fuera (time out) disfrazado de moraleja reflexiva». Seguía la psicóloga con una diatriba encendida contra la utilización del castigo como práctica pedagógica. Por mi parte, renuncio aquí y ahora a mediar entre la tradición psicopedagógica orbiliana, de la férula y el castigo y las modernas tendencias de la permisión y el espontaneísmo.
Me interesa saber, ya que como militante socialista he sido castigado al rincón de pensar antes de actuar, en qué debo pensar. ¿Hay que reflexionar sobre la complejidad del mundo, el malestar social, la crisis de las políticas socialdemócratas, la dictadura del capitalismo financiero, la hegemonía neoliberal, el peligro de los populismos de derecha, la dificultad de vender en el mercado electoral la filosofía de la solidaridad y la igualdad, la posibilidad de iniciar algún tipo de solución al problema catalán y otras periferias, la reformulación de un nuevo partido socialista que ofrezca un proyecto político sugestivo para un electorado que nos ha abandonado masivamente, junto con importante masa de militancia? Demasiada tarea para un militante de base. No hay que desesperar. La Gestora del Partido Socialista, barones y Susana Díaz al fondo, velan por nosotros. Se ha formado una comisión de expertos para que piense por nosotros. Uno de ellos, curiosamente, José Andrés Torres Mora, diputado por Málaga (faltaría más), y que tiene fama de ‘pensador’, ya estuvo en el ‘Comité de expertos’ que asesoró al PSOE en las elecciones de marzo de 2008, en el que participó nada menos que Lakoff. En el prólogo del libro Puntos de reflexión, Manual del progresista, el autor del famoso «no pienses en un elefante», Torres Mora escribe: «Quizá el peor error sea asumir inconscientemente las ideas del contrario, volverse uno mismo un propagandista de éstas». Esta misma idea, referida a los populismos, se la acabo de leer a nuestro experto en su Blog ocho años más tarde (11 de noviembre de 2016), con idéntico ejemplo: «De igual modo que el personaje de Moliere hablaba en prosa sin saberlo, hay quien habla en la prosa de la derecha (ahora se dice del populismo) sin ser consciente de ello». Explícitamente señala el diputado andaluz  como primera tarea la de «ganar la batalla al populismo de dentro del PSOE (y de los puros) para ganarle al de fuera». Nuestro sabio se repite. Es normal. Desde los años ochenta llevamos dando vueltas a las mismas cuestiones. ¡Cuántos libros, monografías, memorandos, ensayos, informes, ponencias, documentos, artículos de opinión y papeles en general no se habrán escrito en los últimos 35 años para tratar de encontrar el bálsamo de Fierabrás que cure la sangría de votos que pierden los partidos socialdemócratas!
¿Y si la intención del castigo al rincón de pensar no tuviese sentido cognitivo-intelectual sino ético-moral? ¿Y si la reflexión que hemos de hacer los socialistas exige un sincero examen de conciencia, la confesión de los pecados, la contrición, el propósito de enmienda y el cumplimiento de la penitencia? ¿Y si se trata, ya que de psicología hemos hablado, de una terapia de ‘desensibilización sistemática’ que durará hasta que la ira se aplaque, el enfado se ablande y el tiempo desanime a los descabalgados?

Eso de ‘Primero pensar y después hacer’ pertenece, por lo demás, a una forma de hablar propia de un dualismo irreal. Cometemos un error garrafal cuando de tal guisa nos dirigimos a los niños. La psicología evolutiva tiene demostrado que la acción y el pensamiento son indistinguibles en la primera infancia, que el pensamiento no es más que acción interiorizada. En los adultos tampoco debe separarse el pensamiento de la acción so pena de caer en el solipsismo estéril o en el activismo descabezado.

En todo caso, la política no es cosa de niños. Los niños pueden aguantar recetas y consignas equivocadas en dosis moderadas, al fin y al cabo es una forma del aprendizaje de la tolerancia a la frustración, imprescindible para la vida que les espera. Los adultos, en política, no estamos para consignas infantiles. Déjense la Gestora y sus voceros de marear la perdiz, de discusiones redundantes sobre si son galgos o podencos y convoquen Primarias y el subsiguiente Congreso. Porque eso de «antes las ideas y los programas y después el líder que los ha de llevar a cabo», eso sí que es cinismo populista de los que ya mandan con la legitimidad de una operación ‘abrupta’. Interesante calificativo, propiedad de quien nos conmina ahora al rincón de pensar.

martes, 8 de noviembre de 2016

LAS VERDADES DE PEDRO SÁNCHEZ

Las afirmaciones del ex Secretario General del PSOE  (rueda de prensa al dejar el Acta de Diputado y entrevista de Jordi Évole) tienen la naturaleza de verdaderas por acomodarse a los hechos. Son las palabras que reproducen fielmente la realidad de lo acontecido las que alcanzan la más alta nobleza, la nobleza de la verdad. La verdad os hará libres, se dice en la doctrina cristiana. O, de contrario, os matará, enseña la experiencia de la vida.
 La mentira política tiene brillantes defensores en la tradición: desde Platón hasta Kissinger pasando por Maquiavelo, Richelieu, J.Swift y J. Arbuthnot, entre tantos otros, se ha venido defendiendo o justificando la funcionalidad de la mentira en política, o el disimulo, la doblez, el fingimiento, la falacia, la insinuación capciosa o cualquier otra forma de engañar o enmascarar la verdad ante el adversario. Diríase que el pueblo no está preparado para entender la complejidad del interés general y que la verdad desnuda es tan intolerable que hace imposible la gobernación.
La política es una forma de guerra y, en tiempos críticos, de guerra cruenta. Aprender el arte de la supervivencia es la primera tarea del héroe. El Anábasis, de Jenofonte, es toda una épica de la resistencia en territorio enemigo para, después de una derrota, retirarse a la patria y emprender la refundación de nuevos objetivos. La ambición de Ciro el Joven montando una expedición contra el Rey Artajerjes para arrebatarle la corona; la ocultación a sus conmilitones griegos y bárbaros ­−todos mercenarios desempleados después de la Guerra del Peloponeso−  de las verdaderas intenciones de Ciro; la crueldad de las cabezas cortadas a los vencidos, incluida la de Ciro; la disciplina guerrera de Clearco subordinada al objetivo de salir vivos en la huida; el espíritu justo de Próxemo; el alma traicionera y ambiciosa del otro estratego, Menón de Tesalia; la persecución implacable del ladino Tisafernes en nombre del Rey persa; los recelos y desconfianzas entre griegos, espartanos y bárbaros, a pesar de que les unía el propósito común de la salvación; los pactos, las treguas, las alianzas, las emboscadas, las traiciones, las venganzas, los chantajes, las arengas a los soldados, las adulaciones, las calumnias, las conspiraciones... La Retirada de los Diez mil, narrada por Jenofonte, es la más brillante exposición de lo mejor y lo peor de la naturaleza humana y de la función equívoca de la palabra al servicio de la supervivencia. Jenofonte, que fue uno de los estrategos más sobresalientes de la expedición, al fin y al cabo pudo contarlo. Él, que para seguir su impulso aventurero, había dado una respuesta falaz sobre los presagios de los dioses a su maestro, el gran Sócrates...
De la boca de Pedro Sánchez, una vez traicionado y vencido, no salieron palabras políticas. Descubrió la presión insoportable del mundo económico y mediático; citó específicamente el papel chantajista del diario El País, avanzadilla de todo el grupo Prisa; explicitó el hostigamiento desde el minuto uno de su acceso a la Secretaria General por parte de Susana Díaz y su federación andaluza; no olvidó el juego a la contra de importantes barones que gobiernan con el apoyo de Podemos; dejó sentado que sin el entendimiento con Podemos la derecha se hará eterna; verbalizó, por fin, que Cataluña es una nación dentro de España, reconocimiento necesario para poder afrontar una solución al problema catalán; dijo que Felipe González ya no era un referente para él (!oh, blasfemia contra dios!).
Cada afirmación de Pedro Sánchez fue un relámpago que iluminó momentáneamente el escenario y dejó al descubierto las vergüenzas de gente poderosa que no perdona. M. A. Revilla, el Presidente cántabro, exclamó de inmediato: !No sabe lo que le espera! !Le van a dar por todos los lados!  En efecto, El País, tras unos días de silencio, se pronunció por medio de una editorial −de penoso nivel intelectual, en la línea grosera y panfletaria a la que nos tiene acostumbrados, y por la que el mismo director del diario pidió perdón para frenar la avalancha de suscriptores en deserción−,  en la que acusaba a Pedro Sánchez de falta de cultura democrática (menudo cinismo); el portavoz de la Gestora, un militante de Andalucía, atribuía las manifestaciones del defenestrado líder socialista a su «situación emocional» (el paso siguiente será argumentar que se ha vuelto loco); otro mastuerzo con rango de barón conminó a Pedro Sánchez a guardar silencio y retirarse «con dignidad»; la lideresa andaluza recriminó los personalismos y se refirió enfáticamente a la grandeza del Partido y a su fuerza...
De momento, la fuerza del PSOE se mide en el 17% de los votos, según la última encuesta del CIS, miles de socialistas se están dando de baja de militancia y otros muchos están esperando a ver qué líder se hace cargo del Partido  para tomar una decisión que, en algunos casos que conozco, puede ser dramática. Yanis Varoufakis ha dicho: «Los socialistas españoles se han deshecho de Sánchez para permitir que Rajoy forme gobierno, el PSOK mordió el polvo por participar en el derrocamiento de su líder y, curiosamente, el PSOE ha tomado el mismo camino».
A Pedro Sánchez no le vendría mal  leer  a Jenofonte, es cierto, para aprender a sobrevivir en tiempos de guerra, pero, a Susana Díaz, más huérfana de lecturas −y por la que no tengo aprecio político alguno− me limito a transcribirle estas palabras de una arenga del mismo Jenofonte a sus soldados: «Quien estando en guerra se rebela contra su propio comandante se está rebelando contra su propia esperanza de salvación».

martes, 18 de octubre de 2016

EL SUEÑO DE PEDRO SÁNCHEZ

Como Segismundo, el príncipe calderoniano de La Vida es Sueño, así Pedro Sánchez fue aherrojado a una cárcel sin ventanas, atado de pies y manos y con los ojos vendados, desde la que no encontró Rosaura o Clarín que oyesen sus quejosos gritos: «...qué delito cometí / contra vosotros naciendo», «...pues el delito mayor / del hombre es haber nacido», «...y teniendo yo más vida / tengo menos libertad...»
El ex Secretario General del PSOE fue lanzado al cuadrilátero de las negociaciones tras unos resultados electorales pluridilemáticos: no se podía hacer Presidente del Gobierno a Rajoy ni por activa ni por pasiva, no se podía negociar con Podemos (porque pretendía la desaparición del Partido Socialista), estaba prohibido hablar con los independentistas y  se descartaban unas próximas elecciones. ¿Y con Ciudadanos? Lo intentó el Príncipe encadenado, pero no pudo ser.
Subido en un ring donde te golpean tus rivales políticos por delante, a derecha e izquierda, y tus compañeros te acuchillan letalmente por el Sur, no es fácil vivir, pensar o soñar. Pedro Sánchez, no obstante, reflexionó, haciendo acopios de la máxima fortaleza que pudo, sobre las ventajas e inconvenientes de sumar los 180 votos de las fuerzas de izquierda e independentistas y sobre la posibilidad de asumir la Presidencia del Gobierno. ¿Fue algo que no superó las brumas del sueño? ¿O fue una intención real que contaba ya con el asenso de Podemos y el resto de fuerzas necesarias? Algunos diarios digitales lo publicaron y fuese bulo o noticia veraz se convirtió en el aldabonazo que puso en marcha la última fase de la conspiración que acabaría  con quien entendía que no es admisible el sofoco de la libertad para evitar extravíos, una de las enseñanzas de La Vida es Sueño, por cierto.
Es inimaginable suponer que Pedro Sánchez no contara con que el camino con Podemos  habría de ser tortuoso y plagado de desconfianzas, añagazas y deslealtades, amén de la inexperiencia e inconsistencia ideológica y política de este partido emergente; con los altísimos riesgos del trato con independentistas y demás corrientes centrífugas; con la desconfianza de amplios sectores de ciudadanos educados en las certidumbres de las posiciones conservadoras; con las exigencias económicas de la Unión Europea; con la resistencia a muerte de los amos de la riqueza ante los recortes que ahora habrían de sufrir ellos; con las maniobras arteras de los mercados de la deuda; con las dificultades funcionales de una gobernanza sostenida y empujada  desde tan heterogéneas perspectivas políticas y económicas... Y, por si estos obstáculos parecieran poca cosa, ahí estaba lo más granado del Partido Socialista (expresidentes, barones, responsables institucionales, la nomenklatura en fin...) preparado para poner pie en pared y hacer saltar por los aires tan alucinado engendro, Frankenstein lo bautizaron ya antes de nacer. Salió una mañana  Felipe González en la SER,  dio la voz de !a por él! y 17 puñales afilados se hundieron en el pecho del iluso soñador.
Tampoco es creíble que Pedro Sánchez no analizara con fruición las ventajas de expulsar de una vez a Rajoy del Gobierno, ese Presidente indecente. Era más que una cuestión de ética política, de no propiciar (o permitir) que la CORRUPCIÓN siguiese campando por sus respetos, impunemente. Era una cuestión de estética o de justicia poética evitar ser responsables de la obscenidad de seguir viendo a Rajoy al frente del Gobierno. La expulsión del PP de la dirección de la política española y su condena a unos años de regeneración suponía además la ocasión de erradicar las secuelas del franquismo sociológico todavía activas en la urdimbre donde nacen todos los poderes. Por otra parte −y sin duda la más sustantiva− habría llegado el momento de poner en marcha políticas igualitarias, compensadoras  de los destrozos causados por la crisis en las clases medias y bajas. Afrontar el sin duda más importante problema que tiene hoy España, que es el problema catalán, no era un beneficio menor. La tesis de no hablar con los independentistas, a fuer de estúpida, es incongruente. Ellos hablan de voluntad de desconexión y españolistas y jacobinos de distinta ralea les favorecen no queriendo trato alguno con ellos. ¿O es que piensan que al final la mejor solución es bombardear Barcelona como hizo el general Espartero con la artillería situada en Montjuich en noviembre de 1842? ¿O acaso creen que Junqueras, el líder de ERC, huirá por las alcantarillas, disfrazado de mujer, como hizo su correligionario, Josep Dencás en 1932?
  Y aún existía en el sueño de Sánchez otra utilidad: la ruptura con el PSOE de la desviación social-liberal y del clientelismo de los ERES y del aburguesamiento de los cuadros y de la enajenación de los votantes más dinámicos de la sociedad (jóvenes, clases urbanas con mejor preparación académica, regiones periféricas...).  El triunfo de Sánchez y sus jóvenes acompañantes hubiera supuesto el borrado del eslogan ‘PP y PSOE son lo mismo’. Hubiera posibilitado un ensayo de entendimiento con Podemos, fuerza de izquierdas que, por poco que nos guste su líder, está aquí para quedarse y con la que habrá que colaborar, si no queremos que la derecha gobierne por siempre como un franquismo redivivo.
A estas alturas ya no cabe lamentarse de lo que pudo ser y no ha sido. ¿Fue un sueño?, ¿una pesadilla? La cabeza de Sánchez yace exangüe en la plaza pública. Al joven líder no le dejaron ser ni César ni nada (Qué delito cometí contra vosotros naciendo... Y teniendo yo más vida tengo menos libertad?). No sé si surgirán un Marco Antonio y un Octavio que lo venguen y,  como a César atravesado por la daga de Bruto, le canten los versos: En ese momento, ustedes y yo caímos juntos / mientras una traición infame florecía. Ignoro también si el Príncipe Segismundo, ya liberado, vencerá su inclinación a la venganza y acabará perdonando la vida a Basilio, el Rey de Polonia, que después de todo era su padre. Porque en este instante quién sabe si Segismundo está vivo o muerto, si sueña o vive...
Lo que vaya a ser el futuro del PSOE se esconde tras la densa oscuridad del cerrado horizonte. Con todo, si yo fuese la líder andaluza, que ya actúa como Secretaria General con voz y mando, me haría leer todas las noches antes de acostarme estos versos de Segismundo prisionero:
                     ¿Que hay quien intente reinar
                    viendo que ha de despertar
                    en el sueño de la muerte?   

   

miércoles, 5 de octubre de 2016

¿QUÉ PARTIDO SOCIALISTA ES POSIBLE HOY?

El 26 de Septiembre en mi cuenta de twitter escribí: Del bing-bang del Psoe saldrá un partido nuevo o continuará el viejo declinante, con la lideresa andaluza, que no habla inglés. (El avispado lector entenderá que lo del inglés es una inocente metáfora). Una vez producida la decapitación de Pedro Sánchez en la tarde-noche del 1 al 2 de octubre, Ximo Puig, Secretario General del PSPV, Presidente de la Generalitat Valenciana y uno de Los 17 de la Fama dimisionarios, declaró textualmente que «el PSOE necesitaba un big-bang». Mientras escribo estas líneas, Pepa Bueno, en la SER, entrevistando al Presidente de la Gestora, recuerda la terminología inglesa big-bang de Ximo Puig. No por reclamar el hallazgo lingüístico que sería como reivindicar la invención de la pólvora a estas alturas, sino por corregirme a mí mismo al hablar de big-bang solamente cuando hay que referirse al mismo tiempo al fenómeno de la implosión y, por otra parte que es más importante, para indagar cuál pueda ser el socialismo de este siglo, es por lo que escribo este artículo, propósito que evidencia su título.
¿Es un Big-Bang (una Gran Explosión) o una Implosión? ¿Es una explosión producida por toda la materia y la energía, condensadas inicialmente en el reducido espacio PSOE, y sometidas a una brusca y rápida expansión? ¿O es más bien el estallido hacia dentro de las paredes del recinto socialista al ser sometidas a una presión externa superior a la del interior? ¿Y si ocurriera que la alternativa dual Explosion-Implosión es falsa? Mi tesis es que estamos ante la combinación de estos dos fenómenos que tomamos de la física para explicar lo que ha pasado. Creo que debe atenderse al estudio de las causas internas (big-bang) y a las externas (implosión) para avizorar un futuro posible, después del desastre nuclear, si es que ha quedado vida inteligente...
El primer error a evitar es estudiar por separado los factores externos y la causalidad interna. Estas dos polaridades tienen una existencia separada en la lógica metodológica, pero no en la realidad efectiva. Son dos elementos que interactúan y que no se entienden el uno sin el otro.
Desde la perspectiva del interior de la organización resulta evidente que, a partir de la pérdida del poder en 1996 con Felipe González (y con el paréntesis excepcional de Zapatero), el socialismo ha ido perdiendo militancia, juventud, clases urbanas, presencia social y, en consecuencia, fuerza electoral. El análisis de los resultados electorales es desolador. La biología inexorable. Es cuestión de pocos años para descender a la irrelevancia. De la historia no se vive, la historia se cuenta. El fracaso produce frustración, ésta, agresividad intrapartidaria que, a su vez, remite a más fracaso. Soy malo porque soy desgraciado, decía el pequeño Frankenstein. Así han ido sucumbiendo líderes tan valiosos como Almunia, Borrell (un cerebro privilegiado), Rubalcaba y ahora Pedro Sánchez...
La perspectiva externa nos explica muchas cosas. El fin de la Historia, de Fukuyama, era algo más que un eslogan epatante. El pensamiento único es un hecho y fuera de los intereses del Imperio no hay salvación. La dominación blanda ha calado en la cultura y la urdimbre axiológica de nuestras sociedades occidentales. ¿Crisis de la socialdemocracia? Sus ideales y objetivos persisten. Fallan las estrategias y los instrumentos para convencer  a un electorado socializado en valores desertores y competitivos (piénsese en la LOMCE española, por ejemplo). El mercado se ha apoderado de la política. ¿Qué ofertas pueden hacer los partidos? Lo que demandan los electores. ¿Y qué quieren éstos? Nada que venga determinado por valores colaborativos. A los partidos de derechas les viene el trabajo hecho, pero los de izquierdas recuerdan a Sísifo empujando la roca hacia la cima de una montaña del Hades. Lo decía Borrell hace poco: sin INFORMACIÓN no hay nada que hacer. Y antes, el también matemático, el revolucionario francés Concorcet, fundador de la escuela pública, ya dejó demostrado que sin educación ‘científica’ no hay democracia (finales del siglo XVIII).
El PSOE, ya desde F. González, siguiendo una trayectoria social-liberal, y a pesar de las reprimendas moralistas de A. Guerra a los de la beautiful people (veraneo con el pañuelo a la cabeza y el botijo en la playa), se fue aproximando a las posiciones neoliberales de la derecha, hasta el punto de que en la postcrisis de 2008 Podemos pudiera proclamar con éxito de audiencia que esencialmente el PSOE y el PP eran lo mismo.
¿Qué partido socialista es posible hoy en España? Pero, ¿es posible alguno? En todo caso es necesario, aunque solo sea porque el capitalismo sin trabas es inviable según demuestra la ecuación de T. Piketty. ¿Será un Podemos evolucionado hacia la socialdemocracia viable, que tenga en cuenta inteligentemente las predeterminaciones del mundo globalizado regido por el Imperio? ¿Será un  PSOE cuyo Norte lo marquen el Sur de Andalucía y Extremadura, guiado por Asturias?

 El partido socialista posible habrá de incorporar las reivindicaciones de los indignados y desahuciados (hoy en Podemos), las aspiraciones de la juventud frustrada (también mayormente en Podemos), las demandas de las clases urbanas proletarizadas, desafectas a la política, el espíritu y los objetivos radicales de la socialdemocracia clásica, la experiencia del histórico PSOE... Ese mirlo blanco no se vislumbra en el horizonte. ¿Está muerto políticamente Pedro Sánchez o lo que ha representado? ¿Se impondrá Errejón al anguitismo narcisista de P. Iglesias? Mientras tanto, la derecha del PP seguirá mandando impunemente... y todos nosotros, socialistas, sufriendo como está sufriendo estos días Susana Díaz, la pobre.

jueves, 22 de septiembre de 2016

LOS VOTANTES TAMPOCO SON PERFECTOS

Lo políticamente correcto es afirmar que el pueblo siempre tiene razón, que no se equivoca, que son los votantes los que al emitir su voto dicen la verdad, que es la que los líderes políticos han de traducir a políticas operativas a través de la formación de un gobierno surgido del Parlamento. Cuando por ambición desmedida, incompetencia o estupidez los jefes de los partidos no son capaces de dar a luz un gobierno una vez, otra segunda vez y amenazan con una tercera, entonces la gente se indigna, se decepciona y se desafecta de los políticos y se convence de que la política es la representación de todos los males. Este es el marco cognitivo-emotivo donde se produce la primera batalla ideológica en que el conservadurismo derrota a las fuerzas progresistas.
El análisis somero de los resultados de las últimas Elecciones Generales de 26-J en España nos pone ante una evidencia escandalosa: el PP, carcomido por una corrupción sistémica y liderado por un ser, cínico y mendaz, con las cualidades de cacique de casino decimonónico acorchado en un sillón orejero de cuero, ha aumentado su cosecha de votos (33,16% de promedio; más del 40% en Galicia, Castilla-La Mancha, Cantabria, La Rioja, Castilla-León... El caso de la Comunidad Valenciana con el 35,49% es espeluznante... Y el de Madrid con el 38% no es para menos...).  El segundo partido, el PSOE, por contra, no ha pasado del 22,66%, Podemos se ha debido conformar con un 21,19% y C’s se quedó en el 13,05%.
Así, pues, a primera vista, no parece que el electorado haya hecho justicia. Si la gente −por emplear este término especioso de moda− persiste en votar mayoritariamente al Partido Popular, cuyos cuadros dirigentes forman en gran medida una nomenclatura de cleptómanos (cuando no de expertos en las técnicas mafiosas del reparto de territorios, como en la Comunidad Valenciana), algo podrido huele en España, como diría Marcelo, aquel oficial del rey Claudio de Dinamarca. El electorado ni es justo ni es racional. George Lakoff, autor de famoso No pienses en un elefante, nos ha advertido a los progresistas de la ‘trampa del racionalismo’. «Existe una −falsa pero extendida− teoría según la cual la razón es algo consciente, verbalizado (pues refleja literalmente el mundo objetivo), lógico, universal y libre de emociones. La ciencia cognitiva ha demostrado que cada uno de estos extremos es falso». Los electores no son racionales y no deciden su voto en función de las propuestas y de sus propios intereses, enterrados éstos bajo montañas de mediaciones manipuladoras...
El primer éxito de la manipulación de los poderes fácticos es la abstención del 30% del censo electoral, en el mejor de los casos. De una tacada un tercio de los votantes −que, en atención a sus intereses objetivos, habría de estar al lado de los partidos de izquierda− tira las cartas sin mirarlas y da el juego por perdido. Siente que votar no sirve para nada y entiende que la democracia es un juego tramposo (aquí opera con toda eficacia el discurso tópico: todos los políticos son iguales, todos roban o se aprovechan de sus cargos para financiar sus vidas...).
Tampoco puede concluirse que los votantes españoles se hayan agrupado con la lógica mínima que posibilitase la concertación de un gobierno cualquiera, no digamos coherente. ¿Aceptarían los votantes del PP un gobierno en el que no estuviese su partido, con Rajoy a la cabeza, siendo el mayoritario? ¿Pueden soportar los partidarios del PSOE un gobierno presidido por Rajoy, el líder no solo de la corrupción total, sino el responsable máximo de haber generado y conducido a Cataluña a la situación actual? ¿Alguien sensato puede esperar del adolescente líder de Podemos una posición informada, madura y sinceramente colaborativa? ¿Y qué aportará C’s, más allá de una pretendida regeneración formalista refractaria a cualquier fórmula de entendimiento con las nacionalidades o naciones periféricas? El rompecabezas que el electorado ha dejado a los políticos es casi de imposible solución, si no media el sacrificio de alguno o algunos de los jugadores.
Este pluridilema de solución casi imposible del sistema institucional trae su causa no exclusivamente en la mediocridad, falta de altura de miras y personalidad miserable de los líderes y cuadros políticos que desgraciadamente protagonizan esta hora de España. Alguna responsabilidad −esta es mi tesis− tendrán los electores que al votar ni son justos ni son racionales. Aquello de que el pueblo no yerra, de que en él reside la verdad prístina e incontaminada y que la mentira y la perversidad pertenecen a la clase política no deja de ser una artimaña dialéctica, fruto de la hipocresía y los intereses de la derecha. Sin embargo, pensar que los políticos que hoy nos han caído en suerte proceden de otra galaxia es poco razonable.
La realidad es que conforme pasan los días y persiste el desacuerdo para formar gobierno, el PP, con Rajoy incombustible, aumenta su porcentaje de votantes al ritmo de la abstención, que ya se acerca al 40%, según predicen las encuestas, esas técnicas sociométricas utilizadas por los amos de los medios de comunicación social para orientar al pueblo, por si se le ocurriera liarse la manta a la cabeza y salir por peteneras... Hipótesis imposible. Como escribió Montaigne, «si, al modo de la verdad, la mentira solo tuviera una cara, la cosa no iría mal. Porque diríamos que es verdadero lo contrario de lo que dice el mentiroso. Pero el reverso de la verdad tiene mil formas y un campo infinito». Así es: hay mil formas de engañar a los ciudadanos y éstos son responsables en la medida en que no hacen todo lo necesario para no caer en el engaño.

RAJOY VERSUS SÁNCHEZ EN EL JUEGO ‘DEL GALLINA’

La película Rebelde sin causa, dirigida por Nicholas Ray en 1955, mostró en la ficción de forma plástica el conocido como juego del gallina, dilema de la ‘teoría de juegos’ que Bertrand Russell identificaría como expresión metafórica del conflicto nuclear. En el largometraje aparecen unos muchachos malcriados de Los Ángeles que se entretienen en llevar sus coches robados al borde de un acantilado y jugar a lanzarlos a toda velocidad hacia el abismo y saltar en el último instante. El primero en saltar pierde y es tildado de gallina por la muchachada turbulenta.
En el ámbito geopolítico, producido el empate nuclear entre el Este y el Oeste, los de un lado y los de otro adoptaron la estrategia de «arriesgarse al máximo». Es lo que el mismo Bertrand Russell llamó «gallina estándar». Dos vehículos marchan en sentido opuesto por la misma carretera, larga y recta. Ninguno puede apartarse de la línea blanca pintada en medio del asfalto. Los coches corren  a estrellarse inexorablemente uno contra otro, si uno de los dos o los dos en el último segundo no se aparta. Durante la guerra fría, la crisis de los misiles de Cuba o el conflicto de Vietnam este dilema estuvo bullendo en las cabezas de los líderes mundiales. A primera vista parece que el más irracional de los contendientes lleva las de ganar, pues el más sensato cederá en evitación de la catástrofe. Nixon, para terminar la guerra de Vietnam, propuso a su ayudante H. R. Hadelmam la «estrategia del loco». Se trataba de hacer creer al enemigo que el estado de demencia del tramposo no auguraba respuesta razonable alguna. Es lo que hacía algún adolescente avispado. Llenaba su coche de botellas de alcohol y hacía creer a su contrincante que estaba en plena embriaguez, lo que lo convertía en un conductor suicida.
No hace falta forzar la imaginación para inferir que la situación de bloqueo institucional de España tiene bastante que ver con este juego del gallina en que se hallan enfrascados Rajoy y Sánchez. Cada uno espera que sea el otro el que finalmente desista y se allane. El líder popular dice que ha ganado las elecciones y que no abandonará a los suyos, que le llamarían gallina si tal hiciese. Y Sánchez se colma de razón engolfándose en la decisión de no permitir ni por activa ni por pasiva que quien encarna y personifica la corrupción más absoluta sea Presidente. Tampoco los suyos se lo perdonarían.
John von Neumann, inventor de la teoría de juegos, intentó a través de sofisticados cálculos matemáticos introducir racionalidad en la toma de decisiones ante este tipo de dilemas: dilema del prisionero, del gallina, del voluntario y tantos otros que se ejemplifican en el mundo sociopolítico y en el de las simples relaciones sociales. Pero me temo que no hay cerebro matemático que alumbre eficazmente a los líderes de la izquierda cuando se enfrentan a la derecha. Es la simple intuición y la experiencia las que deben guiarlos. Y la historia nos enseña que en toda confrontación a la brava la derecha no cede porque detenta la razón de la fuerza. Durante la Guerra Civil, mientras Azaña sufría hasta la depresión por la posible pérdida de las pinturas de Velázquez o el derrumbe de las catedrales y monumentos, los rebeldes bombardeaban sin miramiento el Museo del Prado, y mientras el sensible y esteta Presidente de la República se planteaba la duda existencial de cuántos muertos de uno y otro lado serían necesarios para parar la sangría, Franco no admitía más alternativa que la rendición sin condiciones de los defensores de la República. En fin, la derecha, como los gatos, siempre cae de pie. Si el choque de trenes se produce, los que sufren y mueren son los viajeros de tercera.
Rajoy por tanto no necesita siquiera emplear la estrategia del loco o la del borracho. Ha puesto el piloto automático y está a la espera de que Pedro Sánchez frene antes del descalabro. No va a retirarse y le importa un carajo el repetir las elecciones por tercera vez. A Pedro Sánchez sí deben importarle las consecuencias del desastre. Personalmente he apoyado al joven líder socialista frente a sus enemigos internos y externos, pero ha llegado la hora de tomar una decisión razonable. Un amigo mío me decía: esto es ya una cuestión de orgullo. Le corregí: el orgullo, el amor propio, la dignidad, si me apuras, no son valores que coticen en política. Ésta es más bien la clásica alternativa entre la ética de los principios y la ética de las responsabilidades. Lluch, personaje de La velada de Benicarló, responde con ironía a otro personaje, Barcala: «Sálvense los principios y perezca la nación». ¿No es eso? 
Estoy con Pedro Sánchez. Desde el principio de su liderazgo he empatizado con él ante el asedio al que le sometió la baronesa y algunos barones. Entendí que representaba la posibilidad de jubilar a las viejas glorias del Partido y de conectar con sectores urbanos, jóvenes y periféricos perdidos... Con el simplista discurso de la unidad de España el PSOE no tiene futuro. Es más elemental que la política o la ideología. Es asunto de mera biología demográfica. De ahí que me atreva a recordarle a Pedro Sánchez que el recurso a las bases, entre las que me cuento, es inquietante (el principio de representación es más valioso de lo que se suele pensar). Por último también querría llevar a su consideración aquellas palabras que dijo Nikita Kruschev a propósito de la guerra nuclear parafraseando un refrán ruso:
   «Será tarde para llorar por el pelo que has perdido, si te cortan la cabeza.»

jueves, 4 de agosto de 2016

PEDRO SÁNCHEZ ANTE LOS ‘HOMBRES DE ESTADO’

Las reiteradas y ya cargantes presiones de Felipe González sobre Pedro Sánchez para que se abstenga en la investidura y permita que Rajoy forme gobierno me han inducido a la evocación de una idea extraída de la lectura hace unos años de la última entrega de las Memorias de Alfonso Guerra (Una página difícil de arrancar. Memorias de un socialista sin fisuras). Me llamó la atención la variada nómina de personajes de la derecha que aparecía y de cuya amistad el autor presumía (F. Abril Martorell, el mismo Adolfo Suárez en su penúltimo tiempo...), como si quisiera decirnos: no creáis, no he sido tan agresivo y sectario con mis rivales de la derecha, mi ironía corrosiva era más representación teatral que sentimiento auténtico. Tuve la impresión de que el compañero Alfonso trataba de prefigurar el retrato con el que quería pasar a la historia, el de un personaje, incisivo con sus oponentes políticos, temible sí, pero, en el fondo, tierno, entrañable, nada sectario, capaz de mantener amistades profundas, casi fraternales, con personalidades del plural espectro político, económico y social. En resumen, un ‘hombre de estado’.
La Historia la escriben los vencedores, se dice, y la muerte es la mayor de las derrotas, por lo que estaría justificado que algunos hombres públicos dedicasen sus últimos años a limar las aristas de su carácter, a oscurecer defectos, contextualizar conductas dudosas, subrayar virtudes y adecentar, en fin, su figura pública. Se trataría de una labor previa a la que realizan los técnicos de la funeraria al hacerse cargo del cadáver: lo asean, lo maquillan, lo visten de fiesta para que los visitantes ante el cuerpo presente puedan exclamar ¡Qué bien está! ¡Qué natural está!
La mortaja moral se la van confeccionando algunos hombres con vocación de notoriedad al dejar sus responsabilidades públicas, en el último tramo ya de su biografía. Escriben Autobiografías o Memorias en las que la memoria selectiva y el olvido interesado hacen maravillas embellecedoras. Se poda, se injerta y se usan masivamente afeites perfumados.  En los políticos de izquierda, a los que primordialmente me refiero –los de derechas cuentan con la Historia a su favor, que siempre acaban escribiendo ellos–, esta evolución hacia la fraternidad universal los inclina a conllevarse bien con todo el mundo. Pelillos a la mar... Frecuentan (ellos ya no son sectarios como antaño) los medios de comunicación social más reaccionarios, que los acogen con indisimulado regocijo, sobre todo cuando embisten airados contra sus propios compañeros de partido. Ellos son hombres experimentados, han tenido altas responsabilidades de gobierno y no soportan la bisoñez e impericia de sus sucesores. Ellos están tocados por la hombría de Estado... Corcuera, Leguina, Redondo Terreros, Bono... y tantos otros en la hora presente no entienden que Pedro Sánchez se resista, sin más preámbulo, a entregar el gobierno de España a un personaje nefasto que ha conducido al país a un callejón sin salida, desvencijado por varios dilemas de imposible solución. Rajoy fue desleal durante el conflicto terrorista, llamó a Zapatero traidor con las víctimas, además de la lindeza de bobo solemne. Rajoy es el capitán de un partido agusanado por la corrupción, pero pelillos a la mar, amnistía general, está en juego el porvenir de España (¿Qué España?, ¿la de quién?).
Todos estos socialistas con vocación de ‘grandes de España’, con Felipe González a la cabeza, gozan de muy buena prensa en los medios de comunicación de la derecha y en la ciudadanía de este signo. Ante lo cual, acaso les conviniese practicar le resolución que tomó aquel diputado progresista que viéndose aplaudido por la bancada de la derecha a mitad de su discurso paró y dijo: ¿en qué me he equivocado?
   Con Felipe González al frente, al rebufo de toda la prensa escrita derechista (incluido El País, ya en posición de derecha inequívoca), prohombres y viejas glorias del Partido Socialista, más la labor de zapa de algunos barones y baronesas, Pedro Sánchez, con sus jóvenes acompañantes, está sometido a un asedio que no podrá soportar. Cuando Rivera no pueda mantener por más tiempo su impostura y dé el sí a Rajoy, el PSOE no tendrá más remedio que abstenerse y dar paso a Rajoy como Presidente de España. Una razón de estado que habrá servido para convalidar  y cubrir con un plástico la inmensa montaña de porquería que ha amontonado la corrupción del PP, que permitirá aprobar, si no de iure, sí de facto, una amnistía general para la caterva de ladrones adherida al partido político que, irremisiblemente, va a volver a gobernar. Los ‘hombres de estado’ del viejo PSOE, la baronesa y algunos barones habrán dado sobradas muestras de patriotismo y de generosidad al anteponer los intereses generales a los partidistas. España se habrá salvado. Y los dueños de España podrán vivir tranquilos por un tiempo. En cuanto a Pedro Sánchez, su destino está escrito por los augures del sur. Será sacrificado sin honores... Los honores están reservados para los ‘hombres de estado’. No es tan claro el porvenir de quienes, dentro del PSOE, han sometido a Pedro Sánchez a un cerco paralizante.  Deben saber que la derecha no acostumbra a devolver los favores.