A mi nieto, al que todavía la edad madurativa no le ha traído la sindéresis y el juicio moral, le suelo hacer esta recomendación pedagógica: ‘Primero, pensar; después actuar’. En la Educación Infantil las maestras suelen castigar las conductas disruptivas de los niños con la retirada al ‘rincón de pensar’. Ximo Puig, Secretario General del PSPV, ante la exigencia de la convocatoria de Primarias y la realización del Congreso reglamentario en el Partido Socialista, en perfecta sintonía con la Gestora −controlada por Susana Díaz y los barones concomitantes− ha declarado enfáticamente que este tiempo exige: «Primero, pensar; después, actuar; que los electores españoles nos han mandado al rincón de pensar».
Curiosamente, por las mismas fechas (9 de noviembre) una psicóloga, de
nombre Olga Carmona, en el periódico de Prisa daba a luz un artículo en el que
valoraba así el envío de niños y niñas al rincón o la silla de pensar: «Este
engendro gestado y parido por el conductismo más mohoso y maquillado no es otra
cosa que el famoso tiempo fuera (time out)
disfrazado de moraleja reflexiva». Seguía la psicóloga con una diatriba
encendida contra la utilización del castigo como práctica pedagógica. Por mi
parte, renuncio aquí y ahora a mediar entre la tradición psicopedagógica
orbiliana, de la férula y el castigo y las modernas tendencias de la permisión
y el espontaneísmo.
Me interesa saber, ya que como militante socialista he sido castigado al
rincón de pensar antes de actuar, en qué debo pensar. ¿Hay que reflexionar
sobre la complejidad del mundo, el malestar social, la crisis de las políticas socialdemócratas,
la dictadura del capitalismo financiero, la hegemonía neoliberal, el peligro de
los populismos de derecha, la dificultad de vender en el mercado electoral la
filosofía de la solidaridad y la igualdad, la posibilidad de iniciar algún tipo
de solución al problema catalán y otras periferias, la reformulación de un
nuevo partido socialista que ofrezca un proyecto político sugestivo para un
electorado que nos ha abandonado masivamente, junto con importante masa de
militancia? Demasiada tarea para un militante de base. No hay que desesperar.
La Gestora del Partido Socialista, barones y Susana Díaz al fondo, velan por
nosotros. Se ha formado una comisión de expertos para que piense por nosotros.
Uno de ellos, curiosamente, José Andrés Torres Mora, diputado por Málaga (faltaría
más), y que tiene fama de ‘pensador’, ya estuvo en el ‘Comité de expertos’ que
asesoró al PSOE en las elecciones de marzo de 2008, en el que participó nada
menos que Lakoff. En el prólogo del libro Puntos
de reflexión, Manual del progresista,
el autor del famoso «no pienses en un elefante», Torres Mora escribe: «Quizá el
peor error sea asumir inconscientemente las ideas del contrario, volverse uno
mismo un propagandista de éstas». Esta misma idea, referida a los populismos,
se la acabo de leer a nuestro experto en su Blog ocho años más tarde (11 de noviembre
de 2016), con idéntico ejemplo: «De igual modo que el personaje de Moliere
hablaba en prosa sin saberlo, hay quien habla en la prosa de la derecha (ahora se
dice del populismo) sin ser consciente de ello». Explícitamente señala el
diputado andaluz como primera tarea la
de «ganar la batalla al populismo de dentro del PSOE (y de los puros) para
ganarle al de fuera». Nuestro sabio se repite. Es normal. Desde los años
ochenta llevamos dando vueltas a las mismas cuestiones. ¡Cuántos libros,
monografías, memorandos, ensayos, informes, ponencias, documentos, artículos de
opinión y papeles en general no se habrán escrito en los últimos 35 años para
tratar de encontrar el bálsamo de Fierabrás que cure la sangría de votos que
pierden los partidos socialdemócratas!
¿Y si la intención del castigo al rincón de pensar no tuviese sentido
cognitivo-intelectual sino ético-moral? ¿Y si la reflexión que hemos de hacer
los socialistas exige un sincero examen de conciencia, la confesión de los
pecados, la contrición, el propósito de enmienda y el cumplimiento de la
penitencia? ¿Y si se trata, ya que de psicología hemos hablado, de una terapia
de ‘desensibilización sistemática’ que durará hasta que la ira se aplaque, el
enfado se ablande y el tiempo desanime a los descabalgados?
Eso de ‘Primero pensar y después
hacer’ pertenece, por lo demás, a una forma de hablar propia de un dualismo
irreal. Cometemos un error garrafal cuando de tal guisa nos dirigimos a los
niños. La psicología evolutiva tiene demostrado que la acción y el pensamiento
son indistinguibles en la primera infancia, que el pensamiento no es más que
acción interiorizada. En los adultos tampoco debe separarse el pensamiento de la
acción so pena de caer en el solipsismo estéril o en el activismo descabezado.
En todo caso, la política no es cosa de niños.
Los niños pueden aguantar recetas y consignas equivocadas en dosis moderadas,
al fin y al cabo es una forma del aprendizaje de la tolerancia a la
frustración, imprescindible para la vida que les espera. Los adultos, en
política, no estamos para consignas infantiles. Déjense la Gestora y sus
voceros de marear la perdiz, de discusiones redundantes sobre si son galgos o
podencos y convoquen Primarias y el subsiguiente Congreso. Porque eso de «antes
las ideas y los programas y después el líder que los ha de llevar a cabo», eso
sí que es cinismo populista de los que ya mandan con la legitimidad de una
operación ‘abrupta’. Interesante calificativo, propiedad de quien nos conmina ahora
al rincón de pensar.
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