El 26 de Septiembre en mi
cuenta de twitter escribí: Del bing-bang del Psoe saldrá un partido nuevo o
continuará el viejo declinante, con la lideresa andaluza, que no habla inglés. (El avispado lector entenderá que lo
del inglés es una inocente metáfora). Una vez producida la decapitación de
Pedro Sánchez en la tarde-noche del 1 al 2 de octubre, Ximo Puig, Secretario
General del PSPV, Presidente de la Generalitat Valenciana y uno de Los 17 de
la Fama dimisionarios, declaró textualmente que «el PSOE necesitaba un
big-bang». Mientras escribo estas líneas, Pepa Bueno, en la SER,
entrevistando al Presidente de la Gestora, recuerda la terminología inglesa
big-bang de Ximo Puig. No por reclamar el hallazgo lingüístico −que sería como reivindicar la invención de la
pólvora a estas alturas−, sino por corregirme a mí
mismo al hablar de big-bang solamente cuando hay que referirse al mismo tiempo
al fenómeno de la implosión y, por otra parte −que es más importante−, para indagar cuál pueda ser el socialismo de este
siglo, es por lo que escribo este artículo, propósito que evidencia su título.
¿Es un Big-Bang (una Gran Explosión) o una Implosión? ¿Es una
explosión producida por toda la materia y la energía, condensadas inicialmente
en el reducido espacio PSOE, y sometidas a una brusca y rápida
expansión? ¿O es más bien el estallido hacia dentro de las paredes del recinto
socialista al ser sometidas a una presión externa superior a la del interior?
¿Y si ocurriera que la alternativa dual Explosion-Implosión es falsa? Mi tesis
es que estamos ante la combinación de estos dos fenómenos que tomamos de la
física para explicar lo que ha pasado. Creo que debe atenderse al estudio de
las causas internas (big-bang) y a las externas (implosión) para avizorar un
futuro posible, después del desastre nuclear, si es que ha quedado vida
inteligente...
El primer error a evitar es estudiar por separado los factores
externos y la causalidad interna. Estas dos polaridades tienen una existencia
separada en la lógica metodológica, pero no en la realidad efectiva. Son dos
elementos que interactúan y que no se entienden el uno sin el otro.
Desde la perspectiva del interior de la organización resulta
evidente que, a partir de la pérdida del poder en 1996 con Felipe González (y
con el paréntesis excepcional de Zapatero), el socialismo ha ido perdiendo
militancia, juventud, clases urbanas, presencia social y, en consecuencia,
fuerza electoral. El análisis de los resultados electorales es desolador. La
biología inexorable. Es cuestión de pocos años para descender a la
irrelevancia. De la historia no se vive, la historia se cuenta. El fracaso
produce frustración, ésta, agresividad intrapartidaria que, a su vez, remite a
más fracaso. Soy malo porque soy desgraciado, decía el pequeño Frankenstein.
Así han ido sucumbiendo líderes tan valiosos como Almunia, Borrell (un cerebro
privilegiado), Rubalcaba y ahora Pedro Sánchez...
La perspectiva externa nos explica muchas cosas. El fin de
la Historia, de Fukuyama, era algo más que un eslogan epatante. El
pensamiento único es un hecho y fuera de los intereses del Imperio no hay
salvación. La dominación blanda ha calado en la cultura y la urdimbre
axiológica de nuestras sociedades occidentales. ¿Crisis de la socialdemocracia?
Sus ideales y objetivos persisten. Fallan las estrategias y los instrumentos
para convencer a un electorado socializado
en valores desertores y competitivos (piénsese en la LOMCE española, por
ejemplo). El mercado se ha apoderado de la política. ¿Qué ofertas pueden hacer
los partidos? Lo que demandan los electores. ¿Y qué quieren éstos? Nada que
venga determinado por valores colaborativos. A los partidos de derechas les
viene el trabajo hecho, pero los de izquierdas recuerdan a Sísifo empujando la
roca hacia la cima de una montaña del Hades. Lo decía Borrell hace poco: sin
INFORMACIÓN no hay nada que hacer. Y antes, el también matemático, el
revolucionario francés Concorcet, fundador de la escuela pública, ya dejó
demostrado que sin educación ‘científica’ no hay democracia (finales del siglo XVIII).
El PSOE, ya desde F. González, siguiendo una trayectoria
social-liberal, y a pesar de las reprimendas moralistas de A. Guerra a los de
la beautiful people (veraneo
con el pañuelo a la cabeza y el botijo en la playa), se fue aproximando a las
posiciones neoliberales de la derecha, hasta el punto de que en la postcrisis
de 2008 Podemos pudiera proclamar con éxito de audiencia que esencialmente el PSOE
y el PP eran lo mismo.
¿Qué partido socialista es posible hoy en España? Pero, ¿es
posible alguno? En todo caso es necesario, aunque solo sea porque el
capitalismo sin trabas es inviable según demuestra la ecuación de T. Piketty.
¿Será un Podemos evolucionado hacia la socialdemocracia viable, que tenga en
cuenta inteligentemente las predeterminaciones del mundo globalizado regido por
el Imperio? ¿Será un PSOE cuyo Norte lo
marquen el Sur de Andalucía y Extremadura, guiado por Asturias?
El partido socialista
posible habrá de incorporar las reivindicaciones de los indignados y
desahuciados (hoy en Podemos), las aspiraciones de la juventud frustrada
(también mayormente en Podemos), las demandas de las clases urbanas
proletarizadas, desafectas a la política, el espíritu y los objetivos radicales
de la socialdemocracia clásica, la experiencia del histórico PSOE... Ese mirlo
blanco no se vislumbra en el horizonte. ¿Está muerto políticamente Pedro
Sánchez o lo que ha representado? ¿Se impondrá Errejón al anguitismo narcisista
de P. Iglesias? Mientras tanto, la derecha del PP seguirá mandando
impunemente... y todos nosotros, socialistas, sufriendo como está sufriendo
estos días Susana Díaz, la pobre.
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