Cuando hace unos años
tuve noticia de que el amo de todo el poder político provincial, el
Presidente de la Audiencia
y un abogado expolítico metido a financiero compartían exquisita mesa y mantel
en el restaurante más selecto del Grao de Castellón, quedéme automáticamente
convencido de que todo para la sociedad castellonense estaba perdido, pues este
tipo de “comunidad de mesa” nada tenía que ver con la institución de la comensalía
en la que algunos autores han querido observar el germen de la democracia en
Grecia (los cristianos, en la eucaristía), sino más bien apuntaba a conciliábulo o confraternización
connivente entre poderes cuya separación es conditio
sine qua non de la democracia.
Un titular de este periódico del 5-06-2013 rezaba así: “El Presidente dela Audiencia
se aparta del caso por su amistad con Carlos
Fabra”. El motivo que según el texto aduce el Magistrado no es la amistad;
es su relación “cordial y afable” con el encausado. No es lo mismo. Lo cordial
y lo afable tienen una proyección semántica que alude a asepsia, distancia y
trato normal, según los usos y costumbres entre autoridades y titulares de
poderes del estado o instituciones. Sin embargo, como es bien sabido, el
lenguaje a veces resulta muy traicionero: radicalmente, cordial viene de
corazón (cor-cordis) y afable, entre
otros significados también equivale a “accesible para ser hablado”, derivado
del latino ‘fari’. Cordialidad y
afabilidad remiten a afecto, sintonía, familiaridad… No anda equivocado, pues,
el titular cuando se refiere a amistad. No hace más que dar nombre exacto y
cabal a un dato de dominio público.
Qué pena que el Magistrado Domínguez, habida cuenta de que la relación cordial y afable viene de lejos, no se abstuviera cuandola Sala ,
por él presidida, exoneró al señor Carlos
Fabra del delito de cohecho, el de más carga penal de todos los que se
imputaban y se le imputan. Entonces acaso el Juez Jacobo Pin no se hubiera visto obligado a solicitar el amparo
al CGPJ por las interferencias de la Audiencia. Interferencia ,
oportuna palabra, que lo mismo significa colisión de ondas sonoras, algo
tecnológico al fin y al cabo, como, ingenuidades al margen, bloqueo u oposición
a una conducta o acción para desviarla de su correcto discurrir…
Hoy el Presidente dela
Audiencia con su gesto a la galería no puede evitar nuestra
desconfianza hacia lo que pueda resolver la Sala.
La confianza en la justicia cuando se pierde ya no se
recupera nunca.
Un titular de este periódico del 5-06-2013 rezaba así: “El Presidente de
Qué pena que el Magistrado Domínguez, habida cuenta de que la relación cordial y afable viene de lejos, no se abstuviera cuando
Hoy el Presidente de
Hace unos años la escolarización de alumnos en ciertos colegios
concertados religiosos, para mí evidentemente prevaricadora, fue calificada por
el Juez de instancia y por la
Sala correspondiente en recurso del fiscal, de mera
irregularidad administrativa, lo que significaba que un director territorial a
petición del mandamás político podía impunemente convertir en agua de borrajas
todos los procesos de admisión alumnos y la voluntad colegiada de los Consejos
Escolares. Este asunto menor, si se quiere, pero no por ello menos letal para
la moral pública, me produjo una gran frustración profesional y personal y,
como he recordado en otras ocasiones, hizo que evocara los tipos de sentencias
a que se refiere el profesor Alejandro
Nieto: venales, arbitrarias, equivocadas y, también, cómo no, sentencias
correctas o plausibles. Pues bien, si en las sentencias correctas ante idénticas
situaciones jurídicas se puede llegar a fallos contradictorios (así es el
Derecho, por otra parte la más inefable de las creaciones culturales del
hombre), que Dios nos proteja de la venales, arbitrarias o simplemente
equivocadas.
Juzgar es muy difícil. Un buen juez, un juez justo es una bendición de la naturaleza humana, un regalo de los dioses. De igual modo un mal juez es un corruptor social. Los jueces son personas, ciudadanos que se relacionan con la gente y crean vínculos sociales. Pueden tener amigos, cómo no. Pero yo, juez, no los elegiría entre los políticos, me inclinaría más por los sabios o los poetas. Contemplar a un juez, máxima autoridad judicial en la provincia, en relación cordial y afable con el todopoderoso cacique del lugar no deja de ser inquietante. Es difícil no pensar en este caso en aquel aforismo latino que se expresaba así: “pares cum paribus coniuvantur”.
Juzgar es muy difícil. Un buen juez, un juez justo es una bendición de la naturaleza humana, un regalo de los dioses. De igual modo un mal juez es un corruptor social. Los jueces son personas, ciudadanos que se relacionan con la gente y crean vínculos sociales. Pueden tener amigos, cómo no. Pero yo, juez, no los elegiría entre los políticos, me inclinaría más por los sabios o los poetas. Contemplar a un juez, máxima autoridad judicial en la provincia, en relación cordial y afable con el todopoderoso cacique del lugar no deja de ser inquietante. Es difícil no pensar en este caso en aquel aforismo latino que se expresaba así: “pares cum paribus coniuvantur”.