martes, 18 de octubre de 2016

EL SUEÑO DE PEDRO SÁNCHEZ

Como Segismundo, el príncipe calderoniano de La Vida es Sueño, así Pedro Sánchez fue aherrojado a una cárcel sin ventanas, atado de pies y manos y con los ojos vendados, desde la que no encontró Rosaura o Clarín que oyesen sus quejosos gritos: «...qué delito cometí / contra vosotros naciendo», «...pues el delito mayor / del hombre es haber nacido», «...y teniendo yo más vida / tengo menos libertad...»
El ex Secretario General del PSOE fue lanzado al cuadrilátero de las negociaciones tras unos resultados electorales pluridilemáticos: no se podía hacer Presidente del Gobierno a Rajoy ni por activa ni por pasiva, no se podía negociar con Podemos (porque pretendía la desaparición del Partido Socialista), estaba prohibido hablar con los independentistas y  se descartaban unas próximas elecciones. ¿Y con Ciudadanos? Lo intentó el Príncipe encadenado, pero no pudo ser.
Subido en un ring donde te golpean tus rivales políticos por delante, a derecha e izquierda, y tus compañeros te acuchillan letalmente por el Sur, no es fácil vivir, pensar o soñar. Pedro Sánchez, no obstante, reflexionó, haciendo acopios de la máxima fortaleza que pudo, sobre las ventajas e inconvenientes de sumar los 180 votos de las fuerzas de izquierda e independentistas y sobre la posibilidad de asumir la Presidencia del Gobierno. ¿Fue algo que no superó las brumas del sueño? ¿O fue una intención real que contaba ya con el asenso de Podemos y el resto de fuerzas necesarias? Algunos diarios digitales lo publicaron y fuese bulo o noticia veraz se convirtió en el aldabonazo que puso en marcha la última fase de la conspiración que acabaría  con quien entendía que no es admisible el sofoco de la libertad para evitar extravíos, una de las enseñanzas de La Vida es Sueño, por cierto.
Es inimaginable suponer que Pedro Sánchez no contara con que el camino con Podemos  habría de ser tortuoso y plagado de desconfianzas, añagazas y deslealtades, amén de la inexperiencia e inconsistencia ideológica y política de este partido emergente; con los altísimos riesgos del trato con independentistas y demás corrientes centrífugas; con la desconfianza de amplios sectores de ciudadanos educados en las certidumbres de las posiciones conservadoras; con las exigencias económicas de la Unión Europea; con la resistencia a muerte de los amos de la riqueza ante los recortes que ahora habrían de sufrir ellos; con las maniobras arteras de los mercados de la deuda; con las dificultades funcionales de una gobernanza sostenida y empujada  desde tan heterogéneas perspectivas políticas y económicas... Y, por si estos obstáculos parecieran poca cosa, ahí estaba lo más granado del Partido Socialista (expresidentes, barones, responsables institucionales, la nomenklatura en fin...) preparado para poner pie en pared y hacer saltar por los aires tan alucinado engendro, Frankenstein lo bautizaron ya antes de nacer. Salió una mañana  Felipe González en la SER,  dio la voz de !a por él! y 17 puñales afilados se hundieron en el pecho del iluso soñador.
Tampoco es creíble que Pedro Sánchez no analizara con fruición las ventajas de expulsar de una vez a Rajoy del Gobierno, ese Presidente indecente. Era más que una cuestión de ética política, de no propiciar (o permitir) que la CORRUPCIÓN siguiese campando por sus respetos, impunemente. Era una cuestión de estética o de justicia poética evitar ser responsables de la obscenidad de seguir viendo a Rajoy al frente del Gobierno. La expulsión del PP de la dirección de la política española y su condena a unos años de regeneración suponía además la ocasión de erradicar las secuelas del franquismo sociológico todavía activas en la urdimbre donde nacen todos los poderes. Por otra parte −y sin duda la más sustantiva− habría llegado el momento de poner en marcha políticas igualitarias, compensadoras  de los destrozos causados por la crisis en las clases medias y bajas. Afrontar el sin duda más importante problema que tiene hoy España, que es el problema catalán, no era un beneficio menor. La tesis de no hablar con los independentistas, a fuer de estúpida, es incongruente. Ellos hablan de voluntad de desconexión y españolistas y jacobinos de distinta ralea les favorecen no queriendo trato alguno con ellos. ¿O es que piensan que al final la mejor solución es bombardear Barcelona como hizo el general Espartero con la artillería situada en Montjuich en noviembre de 1842? ¿O acaso creen que Junqueras, el líder de ERC, huirá por las alcantarillas, disfrazado de mujer, como hizo su correligionario, Josep Dencás en 1932?
  Y aún existía en el sueño de Sánchez otra utilidad: la ruptura con el PSOE de la desviación social-liberal y del clientelismo de los ERES y del aburguesamiento de los cuadros y de la enajenación de los votantes más dinámicos de la sociedad (jóvenes, clases urbanas con mejor preparación académica, regiones periféricas...).  El triunfo de Sánchez y sus jóvenes acompañantes hubiera supuesto el borrado del eslogan ‘PP y PSOE son lo mismo’. Hubiera posibilitado un ensayo de entendimiento con Podemos, fuerza de izquierdas que, por poco que nos guste su líder, está aquí para quedarse y con la que habrá que colaborar, si no queremos que la derecha gobierne por siempre como un franquismo redivivo.
A estas alturas ya no cabe lamentarse de lo que pudo ser y no ha sido. ¿Fue un sueño?, ¿una pesadilla? La cabeza de Sánchez yace exangüe en la plaza pública. Al joven líder no le dejaron ser ni César ni nada (Qué delito cometí contra vosotros naciendo... Y teniendo yo más vida tengo menos libertad?). No sé si surgirán un Marco Antonio y un Octavio que lo venguen y,  como a César atravesado por la daga de Bruto, le canten los versos: En ese momento, ustedes y yo caímos juntos / mientras una traición infame florecía. Ignoro también si el Príncipe Segismundo, ya liberado, vencerá su inclinación a la venganza y acabará perdonando la vida a Basilio, el Rey de Polonia, que después de todo era su padre. Porque en este instante quién sabe si Segismundo está vivo o muerto, si sueña o vive...
Lo que vaya a ser el futuro del PSOE se esconde tras la densa oscuridad del cerrado horizonte. Con todo, si yo fuese la líder andaluza, que ya actúa como Secretaria General con voz y mando, me haría leer todas las noches antes de acostarme estos versos de Segismundo prisionero:
                     ¿Que hay quien intente reinar
                    viendo que ha de despertar
                    en el sueño de la muerte?   

   

miércoles, 5 de octubre de 2016

¿QUÉ PARTIDO SOCIALISTA ES POSIBLE HOY?

El 26 de Septiembre en mi cuenta de twitter escribí: Del bing-bang del Psoe saldrá un partido nuevo o continuará el viejo declinante, con la lideresa andaluza, que no habla inglés. (El avispado lector entenderá que lo del inglés es una inocente metáfora). Una vez producida la decapitación de Pedro Sánchez en la tarde-noche del 1 al 2 de octubre, Ximo Puig, Secretario General del PSPV, Presidente de la Generalitat Valenciana y uno de Los 17 de la Fama dimisionarios, declaró textualmente que «el PSOE necesitaba un big-bang». Mientras escribo estas líneas, Pepa Bueno, en la SER, entrevistando al Presidente de la Gestora, recuerda la terminología inglesa big-bang de Ximo Puig. No por reclamar el hallazgo lingüístico que sería como reivindicar la invención de la pólvora a estas alturas, sino por corregirme a mí mismo al hablar de big-bang solamente cuando hay que referirse al mismo tiempo al fenómeno de la implosión y, por otra parte que es más importante, para indagar cuál pueda ser el socialismo de este siglo, es por lo que escribo este artículo, propósito que evidencia su título.
¿Es un Big-Bang (una Gran Explosión) o una Implosión? ¿Es una explosión producida por toda la materia y la energía, condensadas inicialmente en el reducido espacio PSOE, y sometidas a una brusca y rápida expansión? ¿O es más bien el estallido hacia dentro de las paredes del recinto socialista al ser sometidas a una presión externa superior a la del interior? ¿Y si ocurriera que la alternativa dual Explosion-Implosión es falsa? Mi tesis es que estamos ante la combinación de estos dos fenómenos que tomamos de la física para explicar lo que ha pasado. Creo que debe atenderse al estudio de las causas internas (big-bang) y a las externas (implosión) para avizorar un futuro posible, después del desastre nuclear, si es que ha quedado vida inteligente...
El primer error a evitar es estudiar por separado los factores externos y la causalidad interna. Estas dos polaridades tienen una existencia separada en la lógica metodológica, pero no en la realidad efectiva. Son dos elementos que interactúan y que no se entienden el uno sin el otro.
Desde la perspectiva del interior de la organización resulta evidente que, a partir de la pérdida del poder en 1996 con Felipe González (y con el paréntesis excepcional de Zapatero), el socialismo ha ido perdiendo militancia, juventud, clases urbanas, presencia social y, en consecuencia, fuerza electoral. El análisis de los resultados electorales es desolador. La biología inexorable. Es cuestión de pocos años para descender a la irrelevancia. De la historia no se vive, la historia se cuenta. El fracaso produce frustración, ésta, agresividad intrapartidaria que, a su vez, remite a más fracaso. Soy malo porque soy desgraciado, decía el pequeño Frankenstein. Así han ido sucumbiendo líderes tan valiosos como Almunia, Borrell (un cerebro privilegiado), Rubalcaba y ahora Pedro Sánchez...
La perspectiva externa nos explica muchas cosas. El fin de la Historia, de Fukuyama, era algo más que un eslogan epatante. El pensamiento único es un hecho y fuera de los intereses del Imperio no hay salvación. La dominación blanda ha calado en la cultura y la urdimbre axiológica de nuestras sociedades occidentales. ¿Crisis de la socialdemocracia? Sus ideales y objetivos persisten. Fallan las estrategias y los instrumentos para convencer  a un electorado socializado en valores desertores y competitivos (piénsese en la LOMCE española, por ejemplo). El mercado se ha apoderado de la política. ¿Qué ofertas pueden hacer los partidos? Lo que demandan los electores. ¿Y qué quieren éstos? Nada que venga determinado por valores colaborativos. A los partidos de derechas les viene el trabajo hecho, pero los de izquierdas recuerdan a Sísifo empujando la roca hacia la cima de una montaña del Hades. Lo decía Borrell hace poco: sin INFORMACIÓN no hay nada que hacer. Y antes, el también matemático, el revolucionario francés Concorcet, fundador de la escuela pública, ya dejó demostrado que sin educación ‘científica’ no hay democracia (finales del siglo XVIII).
El PSOE, ya desde F. González, siguiendo una trayectoria social-liberal, y a pesar de las reprimendas moralistas de A. Guerra a los de la beautiful people (veraneo con el pañuelo a la cabeza y el botijo en la playa), se fue aproximando a las posiciones neoliberales de la derecha, hasta el punto de que en la postcrisis de 2008 Podemos pudiera proclamar con éxito de audiencia que esencialmente el PSOE y el PP eran lo mismo.
¿Qué partido socialista es posible hoy en España? Pero, ¿es posible alguno? En todo caso es necesario, aunque solo sea porque el capitalismo sin trabas es inviable según demuestra la ecuación de T. Piketty. ¿Será un Podemos evolucionado hacia la socialdemocracia viable, que tenga en cuenta inteligentemente las predeterminaciones del mundo globalizado regido por el Imperio? ¿Será un  PSOE cuyo Norte lo marquen el Sur de Andalucía y Extremadura, guiado por Asturias?

 El partido socialista posible habrá de incorporar las reivindicaciones de los indignados y desahuciados (hoy en Podemos), las aspiraciones de la juventud frustrada (también mayormente en Podemos), las demandas de las clases urbanas proletarizadas, desafectas a la política, el espíritu y los objetivos radicales de la socialdemocracia clásica, la experiencia del histórico PSOE... Ese mirlo blanco no se vislumbra en el horizonte. ¿Está muerto políticamente Pedro Sánchez o lo que ha representado? ¿Se impondrá Errejón al anguitismo narcisista de P. Iglesias? Mientras tanto, la derecha del PP seguirá mandando impunemente... y todos nosotros, socialistas, sufriendo como está sufriendo estos días Susana Díaz, la pobre.