Como Segismundo, el príncipe
calderoniano de La Vida es Sueño, así
Pedro Sánchez fue aherrojado a una cárcel sin ventanas, atado de pies y manos y
con los ojos vendados, desde la que no encontró Rosaura o Clarín que oyesen sus
quejosos gritos: «...qué delito cometí / contra vosotros naciendo», «...pues el
delito mayor / del hombre es haber nacido», «...y teniendo yo más vida / tengo
menos libertad...»
El ex Secretario General del PSOE fue
lanzado al cuadrilátero de las negociaciones tras unos resultados electorales
pluridilemáticos: no se podía hacer Presidente del Gobierno a Rajoy ni por
activa ni por pasiva, no se podía negociar con Podemos (porque pretendía la
desaparición del Partido Socialista), estaba prohibido hablar con los
independentistas y se descartaban unas
próximas elecciones. ¿Y con Ciudadanos? Lo intentó el Príncipe encadenado, pero
no pudo ser.
Subido en un ring donde te golpean tus
rivales políticos por delante, a derecha e izquierda, y tus compañeros te
acuchillan letalmente por el Sur, no es fácil vivir, pensar o soñar. Pedro
Sánchez, no obstante, reflexionó, haciendo acopios de la máxima fortaleza que
pudo, sobre las ventajas e inconvenientes de sumar los 180 votos de las fuerzas
de izquierda e independentistas y sobre la posibilidad de asumir la Presidencia
del Gobierno. ¿Fue algo que no superó las brumas del sueño? ¿O fue una
intención real que contaba ya con el asenso de Podemos y el resto de fuerzas
necesarias? Algunos diarios digitales lo publicaron y fuese bulo o noticia
veraz se convirtió en el aldabonazo que puso en marcha la última fase de la
conspiración que acabaría con quien
entendía que no es admisible el sofoco de la libertad para evitar extravíos,
una de las enseñanzas de La Vida es Sueño,
por cierto.
Es inimaginable suponer que Pedro
Sánchez no contara con que el camino con Podemos habría de ser tortuoso y plagado de
desconfianzas, añagazas y deslealtades, amén de la inexperiencia e inconsistencia
ideológica y política de este partido emergente; con los altísimos riesgos del
trato con independentistas y demás corrientes centrífugas; con la desconfianza
de amplios sectores de ciudadanos educados en las certidumbres de las
posiciones conservadoras; con las exigencias económicas de la Unión Europea;
con la resistencia a muerte de los amos de la riqueza ante los recortes que
ahora habrían de sufrir ellos; con las maniobras arteras de los mercados de la
deuda; con las dificultades funcionales de una gobernanza sostenida y
empujada desde tan heterogéneas
perspectivas políticas y económicas... Y, por si estos obstáculos parecieran
poca cosa, ahí estaba lo más granado del Partido Socialista (expresidentes,
barones, responsables institucionales, la nomenklatura en fin...) preparado
para poner pie en pared y hacer saltar por los aires tan alucinado engendro,
Frankenstein lo bautizaron ya antes de nacer. Salió una mañana Felipe González en la SER, dio la voz de !a por él! y 17 puñales
afilados se hundieron en el pecho del iluso soñador.
Tampoco es creíble que Pedro Sánchez no
analizara con fruición las ventajas de expulsar de una vez a Rajoy del
Gobierno, ese Presidente indecente. Era más que una cuestión de ética política,
de no propiciar (o permitir) que la CORRUPCIÓN siguiese campando por sus
respetos, impunemente. Era una cuestión de estética o de justicia poética
evitar ser responsables de la obscenidad de seguir viendo a Rajoy al frente del
Gobierno. La expulsión del PP de la dirección de la política española y su
condena a unos años de regeneración suponía además la ocasión de erradicar las
secuelas del franquismo sociológico todavía activas en la urdimbre donde nacen
todos los poderes. Por otra parte −y sin duda la más sustantiva− habría llegado
el momento de poner en marcha políticas igualitarias, compensadoras de los destrozos causados por la crisis en
las clases medias y bajas. Afrontar el sin duda más importante problema que
tiene hoy España, que es el problema catalán,
no era un beneficio menor. La tesis de no hablar con los independentistas, a
fuer de estúpida, es incongruente. Ellos hablan de voluntad de desconexión y
españolistas y jacobinos de distinta ralea les favorecen no queriendo trato
alguno con ellos. ¿O es que piensan que al final la mejor solución es
bombardear Barcelona como hizo el general Espartero con la artillería situada
en Montjuich en noviembre de 1842? ¿O acaso creen que Junqueras, el líder de
ERC, huirá por las alcantarillas, disfrazado de mujer, como hizo su correligionario,
Josep Dencás en 1932?
Y aún existía en el sueño de Sánchez otra utilidad: la ruptura con el PSOE de la desviación
social-liberal y del clientelismo de los ERES y del aburguesamiento de los
cuadros y de la enajenación de los votantes más dinámicos de la sociedad
(jóvenes, clases urbanas con mejor preparación académica, regiones
periféricas...). El triunfo de Sánchez y
sus jóvenes acompañantes hubiera supuesto el borrado del eslogan ‘PP y PSOE son lo mismo’. Hubiera posibilitado
un ensayo de entendimiento con Podemos, fuerza de izquierdas que, por poco que
nos guste su líder, está aquí para quedarse y con la que habrá que colaborar,
si no queremos que la derecha gobierne por siempre como un franquismo redivivo.
A estas alturas ya no cabe lamentarse
de lo que pudo ser y no ha sido. ¿Fue un sueño?, ¿una pesadilla? La cabeza de
Sánchez yace exangüe en la plaza pública. Al joven líder no le dejaron ser ni
César ni nada (Qué delito cometí contra vosotros naciendo... Y teniendo yo más
vida tengo menos libertad?). No sé si surgirán un Marco Antonio y un Octavio
que lo venguen y, como a César
atravesado por la daga de Bruto, le canten los versos: En ese momento, ustedes y yo caímos juntos / mientras una traición
infame florecía. Ignoro también si el Príncipe Segismundo, ya liberado,
vencerá su inclinación a la venganza y acabará perdonando la vida a Basilio, el
Rey de Polonia, que después de todo era su padre. Porque en este instante quién
sabe si Segismundo está vivo o muerto, si sueña o vive...
Lo que vaya a ser el futuro del PSOE se
esconde tras la densa oscuridad del cerrado horizonte. Con todo, si yo fuese la
líder andaluza, que ya actúa como Secretaria General con voz y mando, me haría
leer todas las noches antes de acostarme estos versos de Segismundo prisionero:
¿Que hay quien intente reinar
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?