martes, 11 de julio de 2017

LA TRAMPA CATALANA

No sabría decir si la sociedad española sufre de esquizofrenia, se despreocupa de todo lo que no forme parte de las necesidades básicas de la pirámide de Maslow o simplemente está anestesiada y da la espalda a un hecho contundente e irreversible como es la inminente declaración de la independencia de Cataluña, al modo como ocurre con el fenómeno de la muerte individual que, aun sabiéndola de cumplimiento inexorable, la arrumbamos a la indiferencia de lo irreal.
En el sondeo del CIS de junio aparece el paro, la corrupción, la economía, los políticos, la sanidad, los asuntos sociales, la educación, la calidad del empleo, el terrorismo yihadista... como los problemas más acuciantes que preocupan a los españoles, figurando el conflicto catalán en un lugar irrelevante. Y, sin embargo, el hecho de que, al día siguiente del 1-O, sea cual sea el porcentaje de participación en el Referéndum, se declare la Independencia de Cataluña con un solo voto positivo de más, es un acontecimiento de trascendencia histórica inescrutable e impredecible, dramático en todo caso. La joven democracia española ha aguantado y superado envites de alto riesgo: el golpe militar del 23-F, el terrorismo de ETA, el terrorismo yijadista, la Gran Crisis económica de 2008 (si bien sus secuelas de miserabilización en las capas sociales perdedoras permanecen como llagas vivas todavía).
En otros escritos he mariposeado intelectualmente sobre las raíces históricas, la evolución de las coyunturas críticas, los antecedentes inmediatos y las culpas y responsabilidades del conflicto catalán hasta desembocar en el denominado procés. Lo he hecho desde una posición ideológica y política que está tan lejos de los nacionalismos, siempre venenosos, antihumanistas y premodernos (se afirman en la negación del otro ciudadano) como de los integrismos castellanistas. Aquí, hoy, me quiero limitar a identificar y definir ‘trampa catalana’ tendida al PSOE por los de un lado y los de otro. 
Lo tengo dicho. El Presidente Rajoy, aunque solo fuere por la manera de conducir en el último lustro el desafío del Gobierno catalán, estaría inhabilitado por incompetencia para cualquier cargo público, dejando al margen, que ya es dejar, la inmensa corrupción de su partido. En este punto surge la duda de si la estrategia seguida (inacción desidiosa mientras la escalada semántica y de hechos materiales del independentismo alcanzaba cotas intolerables) traía su causa en la incompetencia o en el cálculo electoral. La exigencia al Partido Socialista de permanente confesión de fe sobre la unidad nacional y la defensa de la Constitución colocaba a la organización socialista ante un dilema parecido al del asno de Buridán: elegir entre perder votos en Cataluña o en el resto de España. El asno de Buridán, entre el montón de heno y el agua, de tanto dubitar murió de inanición y el PSOE ha sufrido en las carnes del PSC graves quebrantos y también en el resto de España. Nunca fue suficiente la pureza de sangre nacional del PSOE y cada intento de buscar soluciones (el último Estatut, la doctrina de Granada, el federalismo...) fue tildado de ambigüedad, tibieza e inconcreción, cuando no de connivencia con los independentistas.
En estos momentos críticos, cuando abogados del Estado y constitucionalistas debaten si el artículo 155 de la CE debe aplicarse ya pues los actos materiales preparatorios o vinculados a la consulta referendiaria son inconstitucionales (Sentencia 138/2000 del TC sobre el 9N), o debe esperarse a que el referéndum del 1-O se haya consumado, o ya debía haberse puesto en marcha antes de que el río acumulase tanta agua, como reprochan algunos, eminentes socialistas han echado su cuarto a espadas y han proclamado que procede aplicar el manido art.155. Es opinión de hace algún tiempo de A. Guerra, a la que se acaba de sumar F. González, con la matización de la gradualidad en su aplicación.

No discuto el fondo de esta posición de los prohombres socialistas del pasado, a título particular. Pero no es al PSOE a quien corresponde adelantarse y dar la solución técnico-jurídico-constitucional. Si hay que inhabilitar, multar, detener o encarcelar lo tiene que decidir el Gobierno de Rajoy. Y la Oposición ya dirá lo que tenga que decir. Al PP de Rajoy no le irá mal disfrutar de la trampa en la que se complació en meter a sus rivales políticos. Los que no somos hombres de Estado no queremos restar protagonismo al gran Rajoy, el hombre tranquilo del sentido común. El miura es suyo. A ver cómo sale de ésta, si usando la teoría de juegos o en el cómodo papel de Don Tancredo.

miércoles, 5 de julio de 2017

LA PRIMERA VICTORIA DE PEDRO SÁNCHEZ

Tanto en la preparación del derrocamiento de Pedro Sánchez (labor de topo de Susana Díaz, barones y corifeos) como en el asalto final (dimisión de la Ejecutiva de los ‘célebres 17’ y Comité Electoral del 1 de Octubre de 2016), el arma más potente utilizada fue la acusación al sitiado de ser un contumaz perdedor de elecciones y de haber conducido al PSOE a los peores resultados de la historia, lo cual literalmente no era cierto y contextualmente resultaba erróneo y manipulador de una realidad en la que habían aparecido dos fuerzas políticas emergentes con toda la vis atractiva de lo nuevo e incontaminado.
Es experiencia contrastada en la ciencia política (reconozco que juntar ‘ciencia’ y ‘política’ me da cierto pudor) el hecho de que no existe candidato a la dirección de un partido que logre asentar y fortalecer su liderazgo sin victorias electorales previas. Por ceñirnos a la democracia española: Felipe González se convirtió en líder supremo indiscutible, a pesar del contrapoder guerrista durante un tiempo primero, por mor de sus repetidos éxitos electorales; Aznar, personaje antipático, se endiosó tras su victoria por mayoría absoluta; Zapatero, a pesar de su bisoñez e inmadurez para la gobernación, nos hizo creer, tras sus triunfos en los comicios, en el poder taumatúrgico del llamado efecto Zapatero; Rajoy, el ser con menos carisma que imaginarse pueda, a consecuencia de su éxito electoral de 2011, ha devenido en líder intocable del PP, a prueba de la corrupción global que lo envuelve; Almunia, experto e inteligente, cayó por el fracaso electoral; Rubalcaba, la mejor cabeza política del momento, al decir del maestro F. González, sucumbió cuando del 44% bajó al 28% de votos socialista...
El caso del Pedro Sánchez de hoy es atípico. Pedro Sánchez es un renacido, según la definición mediática, de la muerte que le causó un susanismo ayudado por la derecha política y sus fuerzas mediático-financieras. Con su victoria sobre tan descomunal enemigo, el nuevo líder del PSOE ha inaugurado un escenario en el que la disposición de los actores políticos ha cambiado esencialmente. El argumento de la obra ya no va de PP, C´s y un PSOE confundido con el PP y sus políticas, ya en el imaginario social no encuentra eco aquello de un partido socialista formando parte de la casta, la trama o los de arriba o la triple alianza. La victoria de Pedro Sánchez sobre Susana Díaz va de esto precisamente: el PSOE viejo, con todos sus méritos de antaño y sus errores de hogaño, ha finiquitado y se ha puesto en pie un refundado partido socialista empeñado en comprender e influir en una sociedad compleja,  tensionada y convulsa por las incertidumbres de una revolución tecnológica, informática, robótica... que insinúa la modelación de un prototipo de hombre por definir.
Actualmente los bloques están claros: PP y C´s, a la derecha y PSOE y Unidos Podemos, a la izquierda. Se acabaron las telarañas y camuflajes semánticos que trajo aparejados el populismo postcomunista de Iglesias y cía (los de arriba, los de abajo, la casta, la trama, las élites, la gente...) en una artificiosa operación hermenéutica de la ‘hegemonía’ gramsciana.
 Esta percepción social de la separación nítida e inequívoca de los dos bloques, de derecha e izquierda, y el consiguiente ‘perdón’ de los pecados  socioliberales cometidos por el PSOE que ello implica, es la primera victoria del Pedro Sánchez renacido. Es más que una victoria estratégica. Se trata de ideología y de política. De momento estamos ante un éxito inicial, embrionario, que habrá de fortalecerse y cristalizar, según se desarrollen los congresos de las federaciones y, en especial, según le vaya al PSOE de Pedro Sánchez en la próxima confrontación electoral.
Todo lo que antecede se dice sub conditione de cómo salgamos de ‘la trampa catalana’, si vivos, malheridos o muertos... Porque ese sí que es en verdad un territorio desconocido.