Recientemente,
en una tertulia de militantes socialistas y afines, y en el marco del desasosiego
y la incertidumbre de los actuales tiempos por la marcha del mundo en general y
del PSOE en particular, un contertulio, que se suele producir con confesada
intención provocadora, manifestó que no estaba por Susana Díaz ni por Patxi
López y tampoco por Pedro Sánchez,
al que no reconocía un perfil de izquierdas auténtico ni la autoría de un
documento-proyecto sobre el socialismo del futuro a ofrecer a la sociedad
española y a los militantes socialistas.
Dedúcese
de las anteriores palabras que la pregunta que intitula este escrito no es nada
retórica, sino que hunde sus raíces en una realidad efervescente transida de
esa y otras muchas interrogantes. ¿Por qué Pedro
Sánchez? ¿Qué razones hay para elegir al ex-Secretario General antes que al
socialista vasco o la socialista andaluza?
Pedro
Sánchez no tiene la antigüedad, la experiencia de gobierno, los vínculos con la
nomenklatura del Partido, el acceso a las páginas de El País donde, apadrinado por Rubalcaba,
pueda publicar sus propuestas de laboratorio, así como encarnar la reedición
del viejo pacto Betis-Nervión, como es el caso de Patxi López. No tiene detrás la Federación más potente del Partido,
con su aparato de protección y ataque en pie de guerra, la presidencia del más
grande de los gobiernos autonómicos, con su correspondiente capacidad de
contratar a los mejores asesores, circunstancias que concurren en Susana Díaz. Tampoco cuenta con la
neutralidad de la Gestora, en manos de quienes inspiraron y dieron el golpe de
mano que acabó con su liderazgo; ni con los barones y demás dirigentes de alto
o medio nivel apegados a eso que llaman “cultura de partido” por la viscosidad
de una nómina. Carece además del amparo y apoyo de los ex Secretarios Generales
(Felipe González, R. Zapatero y Pérez Rubalcaba), los tres, desde posiciones diversas, coincidentes
en impedir la ruptura del Psoe con lo que ellos hicieron y significaron,
actitud que realmente bloquea cualquier posibilidad de supervivencia del
Partido que tanto aman.
¿Por qué,
pues, Pedro Sánchez? ¿Por qué encuentra
entre los militantes agua suficiente como para haberse lanzado a la piscina,
según su propia expresión? ¿Por qué un mayoritario número de militantes estamos
con lo que significa el líder derribado? Lo diré con una sola palabra: DIGNIDAD. Dignidad es la negación, la
resistencia hasta el final a ser humillado. Y es una humillación para un
socialista, y para todo ciudadano decente, permitir 'por activa o por pasiva' que el PP siga gobernando con Rajoy al frente. Pedro Sánchez con su ‘NO es NO’ es el significante de esa
dignidad.
No soy un
ingenuo y conozco el célebre dilema de Max Weber entre la ética de los
principios y las convicciones y la ética de las responsabilidades. El
26-IX-2016, el Jefe ‘de Opinión de El País (cómo no), bajo el título de ‘La
irresponsabilidad política», razonaba así: «Obrar de acuerdo con nuestras
convicciones sin preocuparnos de las consecuencias de nuestras acciones es
propio de una lógica religiosa, no política. El principal efecto es que los
actores se exoneran a sí mismos de lo que sus decisiones deparen». «Obra bien y
deja los resultados en manos de Dios». ¿Que hay unas terceras elecciones? ¿Y a
mí qué? Hay que tener en cuenta razones pragmáticas, cálculos y beneficios,
costes y oportunidades..., siempre pensando en la gente (la gente...: hay que
ver cómo la terminología podemita penetra en la misma masa gris de El País).
En este
marco doctrinal del diario de PRISA,
el presidente de la Gestora se acogió a la teoría del mal menor, invocada
después por los oficialistas y bien recibida por la derecha y todos sus medios,
y últimamente enfatizada por Pérez Rubalcaba −asesor de El País, no se olvide−
con el desparpajo y la labia que le caracterizan. Pero hay en este tipo de
razonamiento algunos apriorismos, varias peticiones de principio y no pocas
trampas. Se parte de que con los independentistas no se debe habar. ¿Por qué?
Ellos quieren desconectar de España. No querer saber nada con ellos es
adelantarles la tarea. ¿Y en cuanto a las consecuencias pragmáticas para la
gente? ¿Quién las ha calculado y con qué criterios valorativos? ¿Cuatro medidas
concedidas por el PP a modo de oxígeno a la Gestora y al oficialismo de Susana
Díaz realmente compensan a los ciudadanos honrados ante la humillación de
seguir viendo al señor de los sobres al frente del Gobierno de España?
¿Quieren
los de la ética de las responsabilidades o teoría del mal menor hablar de
consecuencias? Me ceñiré a una sola: hacer Presidente a Mariano Rajoy ha
supuesto para los socialistas validar toda una época de corrupción dejándola en
la impunidad. Corruptio optimi péssima.
A partir de aquí la sociedad española queda vacunada contra todo intento de
regeneración moral. A partir de aquí todo está permitido.
La
moralidad pública puede ser un intangible, puede ser refractaria a cálculos de
costes y beneficios, pero igual que no hay estética sin ética, sin ésta no hay
política. Por eso un partido de izquierdas como el Psoe no puede tener futuro
sin un líder que esté en disposición de levantar la bandera de la dignidad. No
está en juego el futuro de Pedro Sánchez,
lo está la supervivencia del Psoe. Hay coyunturas históricas en que lo pragmático
es cortar por lo sano.
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