En la sede del PSOE de Castellón se viene
celebrando un ciclo de conferencias sobre Los
Retos del Socialismo. En la sesión del 2 de marzo el conferenciante fue el
Diputado por Teruel, Ignacio Urquizu,
que a su vez es Profesor Titular de Sociología en la Complutense. A un acto ‘académico’
de esta índole, en plena batalla por el liderazgo del Partido para los próximos
años, uno no acude con la esperanza de recibir alguna luz intelectual en medio
de las tinieblas que nos angustian a los socialistas, sino más bien,
malévolamente, a interpretar y deducir, por el juego de ausencias, presencias e
introductores del orador, no tanto con quién está el invitado ─notorio es que
el profesor Urquizu yace del lado de la Gestora─ como la naturaleza del mensaje
que los detentadores hoy del poder en el Partido quieren enviar a las bases
reluctantes.
Albergaba yo cierta curiosidad por conocer la
vinculación con Castellón del Diputado de Teruel. Sus primeras palabras me
sacaron de dudas: había una conexión Alcañiz
(de donde es natural Urquizu) – Morella
– Artemi Rallo ─ Ximo Puig. Blanco y en botella. A
partir de aquí, la exposición del Diputado no defraudó mis expectativas: riguroso
oficialismo. No diré lo mismo del discurso del profesor, del que, sinceramente,
en atención a lecturas previas de artículos suyos y a su rango académico,
esperaba que no fuese tan manifiestamente mejorable. Afirmar que la
robotización del mundo, la inteligencia artificial y demás revoluciones
científico-técnicas conexas irán creando unas condiciones objetivas conducentes
a que todo cambie para mejor es una música que ya nos sonaba de El mundo feliz, de Huxley. Y pasar de
ahí a que, si el PSOE hace lo que tiene que hacer ─que es lo que hacen la
Gestora y el Grupo Parlamentario Socialista, tan sensato, tan riguroso, siempre
ganando la iniciativa a Podemos…─, lo demás se nos dará por añadidura y todo
irá a mejor, es un ejercicio argumentativo en que la inconsciencia, la
superficialidad o la insensatez pugnan entre sí. Sí, compañeros, no estamos tan
mal, estamos incluso bien... y todo irá a mejor. Y el orador se declara
optimista, no antropológico como Zapatero,
pero sí, optimista sin ambages, como tiene que ser un socialista.
Quizá mi fiasco tome causa en el tema mismo
del Ciclo de Conferencias, ‘Retos del Socialismo’, cuando el problema acuciante
es el ser o no ser del Partido Socialista. Porque podemos lucubrar hasta la
saciedad sobre la historia, el presente y el futuro del socialismo como
constructo doctrinal ideológico-político, lo que hace años que venimos
haciendo, pero si el partido socialista, entre los votantes del tramo 18-24
años es una fuerza residual y algo parecido ocurre entre los más altos niveles
académicos, los habitantes de las grandes urbes y las zonas periféricas de
España, si el partido socialista se hace irrelevante o desaparece..., ¿adónde
irán a parar los seiscientos folios de reflexiones de más de doscientos ‘intelectuales
orgánicos’, comprometidos por y con la Gestora de Susana Díaz?
En términos gramscianos, el PSOE está en una
crisis radical en que lo viejo se resiste a morir y a lo nuevo no se le permite
nacer. De las crisis se sale fortalecido o con los pies por delante, muerto. En
nuestro caso, y constatado el rechazo o el desapego que las nuevas generaciones
y sectores sociales antes señalados vienen mostrando hacia el viejo PSOE desde
antes de la Gran Recesión, por cierto, no se puede ser optimista sobre el
desenlace final, si vida o muerte. El señor Urquizu, en perfecta alineación con
la Gestora y las fuerzas que la sustentan, se declara optimista, pues no en
balde el socialista es un Partido que ha superado a lo largo de su historia
crisis más graves renaciendo con redoblado vigor y expansiva pujanza y, además,
prosigue el argumento de Urquizu, forma parte del minoritario grupo de partidos
centenarios de Europa, si bien no cabe ocultar en honor a la verdad que el profesor,
por imperativo de la mínima sinceridad intelectual exigible, reconoce, llevando
la lógica del discurso hasta su final, que la mayoría de las formaciones políticas
han nacido, crecido, desarrollado, declinado y extinguido, al igual que las
civilizaciones, las culturas y los imperios...
El dilema de vida o muerte puede parecer
dramático, cargado de emociones, que
Urquizu recomienda atemperar, en sintonía con la terapia oficial de la
Gestora. Sin embargo, para algunos las emociones no son impostadas o
neuróticas; son la expresión afectiva de los datos de la realidad tal como los
percibimos. Y esta realidad nos dice que si lo nuevo no se impone sobre lo
caduco, el futuro del Partido Socialista será el de las colas de lagartija, que
por unos instantes se mueven como si no estuviesen descabezadas, tal como
ocurre en las organizaciones burocráticas, que por la inercia aparentan vida
donde la muerte es dueña ya.
Los que defendemos la opción rupturista no
ignoramos su dificultad y sus riesgos. Conocemos la ley de hierro de la oligarquía
enunciada al inicio del siglo XX por el sociólogo alemán Robert Michels.
Mi convicción, antes de escuchar al profesor
Urquizu, era que el PSOE para seguir siendo debía ‘ser otro’, que ese otro
habría de configurarse adaptado a un futuro que en palabras de J. Fontana «es un país extraño». El
triunfo de lo que representa Susana Díaz me parecía que nos condenaba a la vida
de la cola de la lagartija.
Escuchar a mi paisano,
el Diputado por Teruel, no ha hecho más que reafirmar mis opiniones y
acrecentar mis temores y mi decepción. El optimismo habrá que buscarlo en otras
fuentes. El fundamental reto del socialismo es averiguar por qué las nuevas
generaciones le dan la espalda. La respuesta no es que debe adaptarse a un
tiempo deslumbrante e ignoto generado por la milagrería de las nuevas tecnologías
en incesante autoaceleración exponencial. La respuesta no es adaptarse al mundo
fantástico que se nos viene encima, renunciando de hecho a contribuir a
conformarlo humanísticamente. Pero ésta quizá no sea tarea de sociólogos
expertos en demoscopia y comunicación política o de políticos profesionales
enchufados a las ubres de la burocracia del Partido..
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