jueves, 16 de marzo de 2017

El PSOE, ENTRE LA CEGUERA Y LA LUCIDEZ

Escucho en la tarde del 13 de marzo al compañero Rafael Simancas en la sede del Partido. Habla sobre la socialdemocracia, de sus bondades y sus problemas, en el marco del Ciclo de Conferencias que sobre el tema ‘Retos del socialismo’ ha organizado la Ejecutiva Provincial, casualmente coincidente con los preparativos de la gran batalla que se va librar entre susanistas, patxistas y pedristas. Rafael Simancas, a sus 50 años, lo ha sido todo en el Partido, hasta tal punto que la lectura de su currículum por el presentador tuvo que ser modestamente interrumpida por el interesado... para no comerse parte importante del tiempo disponible...
En la anterior conferencia del profesor Ignacio Urquizo, Diputado por Teruel, de la que di buena cuenta crítica (véase mi blog karlosrussell.blogspot.com) en un comentario que titulé ‘Todo va bien en el PSOE y en España... y todo irá a mejor’, ya entré en la sospecha de que o yo no veía con claridad o el orador residía en otro país, próximo al país de las maravillas. Hasta cierto punto, no dejó de sorprenderme el parecido, casi la identidad, de la música y la letra de los dos disertadores, a pesar de la diferencia de edad (38 y 50 años) y de trayectoria, el uno joven profesor, titular de Sociología de la Complutense, asesor de la Gestora, y el otro, en su juventud, guerrista, y en los contemporáneos tiempos, unido a Pedro Sánchez en el ‘NO es No’ primero e integrado en el equipo de Patxi López después.
Cuando todos callan y tú ves que el rey está desnudo, lo prudente es dudar y pensar que el desnudo o loco eres tú. Lo que yo percibía en los discursos de los compañeros era que ambos dos estaban ciegos y la misma ceguera pesaba como una losa sobre la escuálida audiencia de la sala. Divagaban los oradores sobre la superioridad moral y política de la socialdemocracia, de sus principios y valores, del bienestar aportado a los europeos en los últimos setenta años... ¿Qué proyecto puede competir con el nuestro? ¿Conocéis alguno? —se engallaba Simancas─. ¿Y el populismo? Cosa de emociones... ¿Y el conflicto territorial? Culpa del nacionalismo, cuestión también de las emociones... El Partido tiene que mantenerse coherente, tiene que hacer lo que tiene que hacer, nada de irse a la derecha y mucho menos dejarnos arrastrar por las modas y las ventoleras pasajeras podemitas. «El PSOE tiene que ser más PSOE», queremos «un Psoe ganador» (entrecomillo para no hurtar los derechos de autoría a Susana Díaz, la Gran Esperanza, la Gran Guía, con permiso del filósofo del lenguaje L. Wuittgenstein, que volvería a la tumba si escuchase este tipo de retórica vacua). Cuando los interpelas y les dices que para hacer lo que tiene que hacer el Partido, previamente, debe ser votado y que los jóvenes de 18-24 años no nos votan, y tampoco los de 24-34, etc., contestan que llueve en Pontevedra.
Pero yo no estoy ciego. Lo sé porque recientemente me he revisado la vista y para mi edad la tengo bastante buena. Tampoco se me puede aplicar aquella ley de la sociología critica del conocimiento, según la cual nuestro pensar, las opiniones, la ideología al fin están determinados por nuestra posición social, léase sistema de intereses. Ya recibí del Partido más de lo que seguramente merecí y contribuí a él con lo que pude en tiempos en que por los cargos no había disputa. Soy libre y puedo practicar la difícil sinceridad intelectual. Y lo que observo es la ceguera que como una desoladora plaga ha invadido el tejido nervioso del Partido.
«Por qué nos hemos quedado ciegos, No lo sé, quizá un día lleguemos a saber la razón, Quieres que te diga lo que estoy pensando, Dime, Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven». Estas son palabras del último párrafo de la novela de Saramago, Ensayo sobre la ceguera, tenebrosa parábola de los tiempos oscuros que vivimos. En la novela del Premio Nobel portugués hay un personaje, ‘la mujer del médico’ (no tienen nombre los personajes) que se hace pasar por ciega para poder entrar en el internado de los enfermos, acompañar a su marido y ayudar a los que se mueven en las sombras debatiéndose por sobrevivir al precio que sea. Me llegan los ecos de las palabras, observo sus conductas, los cambios de caballo en medio de la carrera de esos que llaman los cuadros del partido, el grito de guerra convocando a alcaldes, diputados, senadores, concejales, asesores... ¡todos contra Sánchez! Los ciegos de Saramago al menos tuvieron la ayuda de ‘la mujer del médico’, la falsa ciega, pero ¿de dónde provendrá la ayuda para los ciegos del PSOE? ¿De la militancia acaso? ¿La dejarán acceder al internado? ¿O la diezmarán en el censo?
A los personajes ciegos de su novela Saramago les dio una segunda vida en otra realidad ficcional, Ensayo sobre la lucidez. Un día lluvioso los electores de una ciudad decidieron votar en blanco. Y en unas segundas elecciones volvieron a hacer lo mismo. Voto en blanco, ceguera blanca. Era un acto de rebelión, una revolución, un hecho subversivo seguramente promovido por el anarquismo internacional, que los gobernantes se apresuraron a investigar.
¿No habrá alguna ‘luz’ en el PSOE oficial, alguna ‘lucidez’ que explique y asuma porqué los votantes nos han abandonado (se han hecho ‘votos en blanco’)? Oigo el silencio clamoroso de Felipe González, el impostado apoyo de Zapatero, el chisporroteo de los velones que las baronías mueven con servilidad de edecanes, el parloteo de Bono sobre obispos, duquesas y amadas patrias, el zascandileo de Rubalcaba y sus rubalcabos desde El País, los brumosos ronquidos de los Leguina y cía en las emisoras derechistas, el vocerío de la derecha más rancia..., toda una música orquestada a favor de Susana Díaz. Todo eso oigo consternado y me encomiendo a lo que representa Pedro Sánchez por si es capaz de romper, soltar amarras y emprender un nuevo camino para un nuevo PSOE.

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