Escucho en la tarde del 13 de marzo al compañero Rafael Simancas en la sede del Partido.
Habla sobre la socialdemocracia, de sus bondades y sus problemas, en el marco del
Ciclo de Conferencias que sobre el tema ‘Retos del socialismo’ ha organizado la
Ejecutiva Provincial, casualmente coincidente con los preparativos de la gran
batalla que se va librar entre susanistas,
patxistas y pedristas. Rafael Simancas, a sus 50 años, lo ha sido todo en el
Partido, hasta tal punto que la lectura de su currículum por el presentador
tuvo que ser modestamente interrumpida por el interesado... para no comerse
parte importante del tiempo disponible...
En la anterior conferencia del profesor Ignacio Urquizo, Diputado por Teruel,
de la que di buena cuenta crítica (véase mi blog karlosrussell.blogspot.com) en
un comentario que titulé ‘Todo va bien en
el PSOE y en España... y todo irá a mejor’, ya entré en la sospecha de que
o yo no veía con claridad o el orador residía en otro país, próximo al país de
las maravillas. Hasta cierto punto, no dejó de sorprenderme el parecido, casi
la identidad, de la música y la letra de los dos disertadores, a pesar de la
diferencia de edad (38 y 50 años) y de trayectoria, el uno joven profesor,
titular de Sociología de la Complutense, asesor de la Gestora, y el otro, en su
juventud, guerrista, y en los contemporáneos tiempos, unido a Pedro Sánchez en
el ‘NO es No’ primero e integrado en el equipo de Patxi López después.
Cuando todos callan y tú ves que el rey está desnudo, lo
prudente es dudar y pensar que el desnudo o loco eres tú. Lo que yo percibía en
los discursos de los compañeros era que ambos dos estaban ciegos y la misma
ceguera pesaba como una losa sobre la escuálida audiencia de la sala. Divagaban
los oradores sobre la superioridad moral y política de la socialdemocracia, de
sus principios y valores, del bienestar aportado a los europeos en los últimos
setenta años... ¿Qué proyecto puede competir con el nuestro? ¿Conocéis alguno?
—se engallaba Simancas─. ¿Y el populismo? Cosa de emociones... ¿Y el conflicto
territorial? Culpa del nacionalismo, cuestión también de las emociones... El
Partido tiene que mantenerse coherente, tiene que hacer lo que tiene que hacer,
nada de irse a la derecha y mucho menos dejarnos arrastrar por las modas y las
ventoleras pasajeras podemitas. «El PSOE tiene que ser más PSOE», queremos «un
Psoe ganador» (entrecomillo para no hurtar los derechos de autoría a Susana Díaz, la Gran Esperanza, la Gran Guía,
con permiso del filósofo del lenguaje L. Wuittgenstein, que volvería a la tumba
si escuchase este tipo de retórica vacua). Cuando los interpelas y les dices
que para hacer lo que tiene que hacer el Partido, previamente, debe ser votado
y que los jóvenes de 18-24 años no nos votan, y tampoco los de 24-34, etc.,
contestan que llueve en Pontevedra.
Pero yo no estoy ciego. Lo sé porque recientemente me he
revisado la vista y para mi edad la tengo bastante buena. Tampoco se me puede
aplicar aquella ley de la sociología critica del conocimiento, según la cual
nuestro pensar, las opiniones, la ideología al fin están determinados por
nuestra posición social, léase sistema de intereses. Ya recibí del Partido más
de lo que seguramente merecí y contribuí a él con lo que pude en tiempos en que
por los cargos no había disputa. Soy libre y puedo practicar la difícil
sinceridad intelectual. Y lo que observo es la ceguera que como una desoladora
plaga ha invadido el tejido nervioso del Partido.
«Por qué nos hemos quedado ciegos, No lo sé, quizá un día
lleguemos a saber la razón, Quieres que te diga lo que estoy pensando, Dime,
Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven,
Ciegos que, viendo, no ven». Estas son palabras del último párrafo de la novela
de Saramago, Ensayo sobre la ceguera, tenebrosa parábola de los tiempos oscuros
que vivimos. En la novela del Premio Nobel portugués hay un personaje, ‘la
mujer del médico’ (no tienen nombre los personajes) que se hace pasar por ciega
para poder entrar en el internado de los enfermos, acompañar a su marido y
ayudar a los que se mueven en las sombras debatiéndose por sobrevivir al precio
que sea. Me llegan los ecos de las palabras, observo sus conductas, los cambios
de caballo en medio de la carrera de esos que llaman los cuadros del partido,
el grito de guerra convocando a alcaldes, diputados, senadores, concejales,
asesores... ¡todos contra Sánchez! Los ciegos de Saramago al menos tuvieron la
ayuda de ‘la mujer del médico’, la falsa ciega, pero ¿de dónde provendrá la
ayuda para los ciegos del PSOE? ¿De la militancia acaso? ¿La dejarán acceder al
internado? ¿O la diezmarán en el censo?
A los personajes ciegos de su novela Saramago les dio una
segunda vida en otra realidad ficcional, Ensayo
sobre la lucidez. Un día lluvioso los electores de una ciudad decidieron
votar en blanco. Y en unas segundas elecciones volvieron a hacer lo mismo. Voto
en blanco, ceguera blanca. Era un acto de rebelión, una revolución, un hecho
subversivo seguramente promovido por el anarquismo internacional, que los
gobernantes se apresuraron a investigar.
¿No
habrá alguna ‘luz’ en el PSOE oficial, alguna ‘lucidez’ que explique y asuma
porqué los votantes nos han abandonado (se han hecho ‘votos en blanco’)? Oigo
el silencio clamoroso de Felipe González,
el impostado apoyo de Zapatero, el
chisporroteo de los velones que las baronías mueven con servilidad de edecanes,
el parloteo de Bono sobre obispos,
duquesas y amadas patrias, el zascandileo de Rubalcaba y sus rubalcabos desde El País, los brumosos ronquidos de los Leguina y cía en las emisoras derechistas, el vocerío de la derecha
más rancia..., toda una música orquestada a favor de Susana Díaz. Todo eso oigo
consternado y me encomiendo a lo que representa Pedro Sánchez por si es capaz de romper, soltar amarras y emprender
un nuevo camino para un nuevo PSOE.
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