Asustar al enemigo, intimidarlo y desanimarlo
es el primer movimiento bélico que ha de realizar un general experto. Esta es
la prescripción básica de Sun Tsu en El
Arte de la Guerra, libro del siglo V antes de Cristo del que ha bebido la
polemología de todos los tiempos, desde Maquiavelo a Mao Tse Tung, pasando por
Napoleón. Sun Tsu dejó escrito: «El supremo arte de la guerra es someter al
enemigo sin luchar». Si no éste, ¿qué otro sentido tiene la gran parada militar
del domingo (26-3-2017) montada en terreno mesetario por la Generala Susana Díaz? De eso se trata. De
acoquinar, acobardar y desmoralizar al adversario para que desista en su
oposición y nos otorgue la victoria sin tener que guerrear.
Allí donde el macizo de la raza tiene su
asiento se concentraron huestes de todos los rincones de la nación con sus
jefes al frente: de Cantabria, cuna de españolismo; de Galicia, liderada por ‘el
alcalde de alcaldes’; de Valencia, dispuesta a seguir rindiendo nuevas glorias
a España; de Aragón, cuyo barón ya había mostrado sus dotes de vate en honor de
la Generala; del mismo Madrid, con Tomás Gómez a la cabeza, ya purgado de
rencores; en fin, de todas las tierras de España, incluso de la insurrecta
Cataluña donde resiste algún enclave testimonial... Imponente espectáculo.
Nada de tropel. La muchedumbre, perfectamente
organizada: los reyes y virreyes eméritos flanqueando a la comandante en jefe,
los barones en ejercicio y los jubilados, los nobles, los caballeros pesados y
los ligeros, la infantería... cada cual en su sitio, al modo de la disposición
de los ejércitos romanos de la triple línea (triplex acies), asteros, príncipes y triarios o veteranos. Tropa
variopinta de edades dispersas, con los más viejos partidarios de la estrategia
de ‘el martillo’ y ‘el yunque’ del gran Alejandro Magno, la ostentación del
armamento no podía ser más heterogénea: espadas, dagas, sables, catanas, ballestas,
alabardas, armas de fuego, biológicas y químicas y hasta un vetusto trabuquete
por si había que llegar a la fase de oppido expugnando, sitiar la ciudad del
joven rebelde.
Pasó revista la Generala in pectore al
temible ejercito rendido a sus pies. De nadie se olvidó. A cada virrey, barón o
jefe le dijo su gracia garbosa, para todo territorio tuvo su palabra de
devoción y reconocimiento. Todos unidos para salvar a España, al PSOE y a la
ciudadanía. Pelillos a la mar. Felipe
y Guerra, Rubalcaba y Carme Chacón
y tantos otros rencores entrecruzados fundidos en un abrazo transterrenal. Hay
fervor y fragor, como si la batalla hubiese ya comenzado. Como explicó Sun Tsu,
«las palabras no son escuchadas, por eso se hacen los símbolos y los
tambores..., símbolos, tambores banderas y estandartes se utilizan para
concentrar y unificar los oídos y los ojos de los soldados. Una vez que están
unificados, el valiente no puede actuar solo, ni el tímido puede retirarse
solo: esta es la regla general del empleo de un grupo». En ausencia de la
palabra, es el ruido el que guía la acción y el dueño del tambor adquiere un
poder descontrolado.
¿No será ‘la razón’ la que con el poderío de ‘la
verdad’ ha conseguido que todos los representantes del poder institucional del
pasado y del presente hayan superado viejas enemistades y odios bizantinos y
confluido alrededor de Susana Díaz? ¿Es que Pedro Sánchez es un ser rencoroso y
vengativo al que después de las 17 puñaladas hay que matar civilmente? ¿Por qué
se opone a que el PSOE del pasado, el de las armas herrumbrosas, salve a
España? ¿Por qué no se le da una beca y se va a perfeccionar el inglés? ¿Sabe
inglés Susana Díaz? Es española y mucho española.
Lo cierto es que se trata de salvar el
legado. Felipe González y Alfonso Guerra llevan años reconstruyendo el relato de
lo que hicieron (el relato siempre lo escribe la derecha). De ahí para abajo,
barones y demás cargos orgánicos e institucionales están dispuestos a matar por
conservar la heredad que, aunque disminuida, siempre dará para la subsistencia.
El gran drama es que, unos y otros, no tienen para el futuro más lenguaje que
el construido con frases de madera cuando no de mentira y juego sucio. ¿Alguien
piensa que la Gestora es neutral? ¿Alguien creyó a F.G. al pronunciar aquella
cínica paradoja de que no apoyaba a Susana Díaz para no perjudicarla?
Entretanto, a Pedro Sánchez no le queda más que «aparentar
inferioridad y estimular la arrogancia del enemigo» (Sun Tsu) y confiar en la
convicción de Napoleón. «Las tres cuartas partes de la fuerza de un ejército
residen en la moral», dijo. La moral está con él.
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