La respuesta correcta a la pregunta que
titula este artículo es: el PSOE es de sus militantes y, en última instancia,
de la sociedad española que se sirve de este instrumento para expresar su
pluralismo, para formar y manifestar su voluntad y para participar en la vida
política, tal como establece el artículo 6 de la CE.
El PSOE es un patrimonio de naturaleza
política constituido por elementos materiales, personales, formal-jurídicos,
ideológicos, culturales e históricos. Es una ‘marca’ y un ‘producto’ que viene
saliendo al mercado electoral, con mejor o peor fortuna, desde hace más de cien
años. Hasta 1907 el partido socialista de Pablo Iglesias no logró entrar en las
Cortes con 1 diputado (él mismo), que aumentó a 6 en 1918 y a 7 en 1923; para llegar a los 115 hubo que esperar a 1931, ya con Julián
Besteiro de Secretario General; con Largo Caballero, en 1933, descendió a 59
diputados. Tras el cierre del mercado democrático durante 40 años, los
resultados a partir de 1977 nos son más conocidos: Felipe González en 1982
logró la cifra de 202 escaños, que dejó en 141 al perder las elecciones frente
al PP en 1996; Almunia hubo de conformarse con 125 en las elecciones del año
2000 y, después del espejismo de Zapatero (164 y 169 diputados en 2004 y 2008
respectivamente), Pérez Rubalcaba en noviembre de 2011 perdió más de 15 puntos
porcentuales y se quedó con 110 escaños. Fue el hundimiento. Pedro Sánchez,
compitiendo ya con Podemos y Ciudadanos ─con los que no se las vio el
alquimista Rubalcaba─, bajó a los 90 y 85 en 2015 y 2016... (Siempre será una
cuestión contrafáctica suponer qué hubiera pasado con otro líder, si el
resultado habría mejorado o el célebre sorpasso
se habría producido...) Lo cierto es que Pedro Sánchez no ha obtenido los
peores resultados de la historia del PSOE, por más que el oficialismo de Susana
Díaz se empeñe en descontextualizar los hechos, una manera grosera de
falsearlos.
Hablando de falsedades, volvamos a los títulos
de propiedad del PSOE. Los ‘históricos’ y todos los cargos institucionales y
del aparato, sin ‘acta de notoriedad’ que lo refrende, se han declarado
propietarios de todo el patrimonio del partido, por la mera negación de la existencia
de otro pretendiente legítimo. Sánchez es un advenedizo, un extraño, alguien
sin historia, salvo la del perdedor nato. Es más: los susanistas no es que se
muestren como ‘detentadores’ del patrimonio PSOE, es que se definen como PSOE.
Su esencia es PSOE 100 por 100. Sin ellos, sin la esencia, no hay partido. Por
eso, García-Page y Javier Lambán han amenazado, haciéndose eco de otros barones
ahora más discretos, con pensarse su futuro si gana Sánchez las Primarias...
Una sugerencia, por si les sirve: Lambán puede regresar con sus alumnos de
Secundaria y explicarles la teogonía de ‘los dioses del socialismo’ que
alumbraron a la incomparable Susana Díaz, y al castellano-manchego, que desde
los 19 años está en la nómina del partido, no le ha de faltar el divino manto
protector de Bono.
La conclusión es que, si gana Sánchez, se queda
sin partido, pues el PSOE ‘son los otros’. Así que, el rencoroso y vengativo ex
Secretario General (¿por qué se presenta a las Primarias, si no es para dar
rienda suelta a su resentimiento y a su espíritu vindicativo y venenoso?) de
ninguna manera puede ganar, pues, aun ganando, no gana nada, mientras que la líder
andaluza solo puede vencer, ya que, aun siendo vencida, se queda con el PSOE,
que ya es suyo. Ella y sus acompañantes son el PSOE. ¿Pues acaso hay alguien
que cante con lenguaje más edulcorado y algodonoso las bondades del partido?
¿Alguien que entone con voz más meliflua el amor, el compañerismo y la
fraternidad? Que nadie hable mal de ningún compañero, nos reconviene con la
dulzura de una madre abadesa a sus novicias... Cariño, bondad, unidad, ayuda
mutua... es lo que necesita el partido, que tanto amamos. Dejemos atrás aquél
tan grande sufrimiento del Comité Federal de octubre que por una distracción de
los dioses del socialismo nos arrasó. ¡Cuánto sufrimos!
Sin embargo, este discurso del susanismo
adolece de un vicio de origen, el que deviene del verbo detentar (he utilizado antes
el vocablo detentadores). Detentar significa usurpar, apropiarse de algo
indebidamente. La patrimonialización del PSOE por parte de Susana Díaz y sus
seguidores moralmente resulta repulsiva. Intelectualmente, grosera. Menos mal
que al final votaremos los militantes al corriente de pago. Confiamos estar en
el censo. De una Gestora tan neutral no se puede esperar otra cosa.
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