jueves, 27 de abril de 2017

LA BANALIDAD DEL MAL Y LAS PRIMARIAS DEL PSOE

Acaso el más sobrehumano esfuerzo intelectual y moral realizado para comprender la naturaleza del mal haya sido el de Hannah Arendt, judía alemana que terminó en EE.UU huyendo de la persecución nazi. Como corresponsal del New Yorker, asistió al juicio contra el criminal de guerra Adolf Eichmann, circunstancia que le permitió escribir su polémico libro Eichmann en Jerusalén. Informe sobre la banalidad del mal, texto en que apunta su doctrina sobre la banalidad del mal.
La filósofa alemana se planteó, verificada la inimaginable perversidad desplegada por los nazis contra los judíos y la humanidad en general, la cuestión de la insondable capacidad del hombre para el mal. Para llevar a hombres, mujeres, ancianos y niños a la boca de los hornos de gas, por ejemplo, ¿no hacía falta ser intrínsecamente maligno? Quien tomaba la decisión, quien hacía el listado, quien empujaba la fila, quien abría el portón del horno... ¿no era depositario de un gen asesino? Unos y otros, los que por activa o pasiva participaron en la gran masacre, ¿no habían sido tocados por el mal de una genética torcida diabólicamente? Hannah Arendt sostiene que no, que los protagonistas eran personas comunes, normales... Eran mediocres incapaces de desobedecer las órdenes superiores. Colocados por la historia en una situación colectiva regida por la ausencia de juicio moral individual, de capacidad de pensamiento autónomo y de empatía hacia los otros, lo demás, lo que ocurrió, el mal absoluto y radical, se produjo de forma automática, trivial, anodina, banal.
El mal presenta múltiples rostros y diversas graduaciones de intensidad. Aquí, en España, hoy se nos ofrece profusamente tras la careta multifacética de la corrupción. Corrupción es el vocablo que alcanza la frecuencia más alta de utilización pública en este mes de abril de 2017, superando peligrosamente todos los umbrales de soportabilidad social. Resulta innecesario el diagnóstico de un sociopatólogo. Evidentemente, la sociedad española está enferma. Están rotos los vínculos de la buena fe, la confianza, las promesas y los pactos, la solidaridad, la legitimidad de la política y las instituciones en general. Vivimos en una sociedad descompuesta, descohesionada, atomizada y anómica. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Bajo la égida del Partido Popular, y en plena hegemonía en Occidente de la ideología neoliberal, los valores rectores de la vida social han sido el hedonismo, el consumismo y la cerrazón individualista, a cuyo servicio ha operado un sistema conductual basado en la codicia, la rapiña y la cleptomanía...
El mal de la corrupción ha descendido como lluvia tóxica penetrando y contaminando capas extensas y profundas de la sociedad, desde las élites políticas,  las económico-financieras y burocráticas hasta los humildes pensionistas que han seguido votando a un partido podrido por la corrupción por pensar que con él tenían asegurada la pensión. Actores principales y protagonistas, conniventes, cómplices, beneficiarios directos o indirectos, votantes populares, abstinentes, todos han sido tocados por el mal de la corrupción.
Y ahora oímos a tertulianos y demás moralistas desde las tribunas, cuyos amos sostuvieron y sostienen al máximo responsable del PP corrupto, que hay que dar urgentes explicaciones, que deben asumirse responsabilidades políticas, que el hedor de la corrupción es insoportable... Impostura e hipocresía ridículas que surgen del mismo seno del entramado mafioso al que el PP nos ha conducido. Ah!, pero la justicia funciona, dicen los voceros populares, con Rajoy a la cabeza, ese «testigo imposible» (J. Antonio Zarzalejos) que, obligado a decir la verdad, si la dice, no solo debe reconocer la existencia de cajas A, B, C, más sus versiones autonómicas, sino la recepción de sobres de dinero ilegal e irse a casa, no sé si pasando antes por Soto del Real o después, según haya sido cómplice o simplemente ignorante.
De acuerdo a la doctrina de la banalidad del mal, es obvio que los partidos políticos que por acción u omisión (abstención) hicieron Presidente al señor Rajoy asumieron una responsabilidad que, en el caso del PSOE, ha devenido intolerable para un militante socialista. Las razones de Estado, el España por delante del Partido, la Ética de la Responsabilidad por delante de la Ética de las Convicciones y los Principios, a la vista de la podredumbre que nos envenena, a los militantes socialistas desinteresados nos evocan aquellas palabras de El mundo feliz, de Aldous Huxley, que figuraban como divisa en el Centro de Incubación y Acondicionamiento: «Comunidad, Identidad, Estabilidad». Estabilidad: ¿cómo se puede invocar la estabilidad para un Estado mafioso?
En las Primarias del PSOE se enfrentan, por una parte, quienes hicieron Presidente a Rajoy (Susana Díaz y Patxi López) y, por otra, quien mantuvo el NO es No hasta el final. «El PP no es un partido, es una banda», «que se disuelvan y entregan la pasta», rezaban dos pancartas de una reciente cacerolada ante la sede popular de Génova.

¿A quién, sino a Pedro Sánchez, el único candidato que no sucumbió a la banalidad del mal, habrá de votar el buen militante socialista? 

1 comentario:

  1. VALIENTE Y RAZONADO EL ARTICULO DE RAFAEL FERRER. A LA BANALIDAD DEL MAL YO AÑADIRIA EL EGOISMO DE LA COBARDIA. LA COBARDIA HA SIDO A TRAVES DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD, LA PALANCA QUE HA ENCUMBRADO A LOS PODEROSOS Y HUNDIDO A LOS DEBILES. LA COBARDIA ALIADA DEL MIEDO HA PERPETUADO LA INJUSTICIA.

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