Hemos dado noticia en la entrega
anterior de cómo se trazó el perfil de
la escuela pública en las democracias occidentales a partir de las ideas de
Condorcet expuestas en su célebre Rapport y en sus Cinco Memorias.
Las ideas educativas de
Condorcet ─expresión pedagógica del ideario de la Ilustración y de la
Revolución Francesa─ se difundieron por los principales países europeos. El
fenómeno tuvo algo de paradójico, pues se desarrollo a través de las guerras
napoleónicas provocadas en gran parte por las Alianzas antiilustradas de los
reductos del Antiguo Régimen de Europa.
Con sus distintas peculiaridades se fue consolidando en los países
europeos una escuela pública, accesible a todos, gratuita, común, laica,
científica, cívica y moral al servicio
de la integración nacional y social. Al día de hoy ─e incluimos también
la escuela de EEUU─ es mayoritaria, teniendo la privada poco peso porcentual. El caso de España es singular, no sólo en términos cuantitativos
sino también jurídicos.
Globalmente, en las últimas décadas la población escolar en los estudios
básicos se cifraba en un 70% para la escuela pública y un 30% para la privada,
con una distribución desigual entre las distintas CCAA. Mientras la enseñanza
privada está muy por encima de la media del total de España en Baleares,
Cataluña, Comunidad Valenciana, País Vasco y Madrid, en el resto de CCAA como
Castilla la Mancha, Extremadura, Canarias, Andalucía y Asturias la escuela pública acoge a más del 80% del
alumnado. Sería interesante averiguar el papel que en el fenómeno juegan el signo político de los gobiernos últimos, la
renta, la dispersión de la población, etc., pero no ha lugar aquí y ahora. El
hecho radicalmente significativo es que en los más importantes núcleos urbanos
(Madrid, Valencia…) el sector público se contrae el privado-concertado avanza descaradamente con el apoyo del
gobierno del PP al socaire de la tramposa libertad de elección de los padres.
La escuela pública está abierta a todo el mundo por igual, es accesible
sin restricciones materiales, religiosas o ideológicas a los alumnos de
cualquier procedencia; es más proclive al diálogo democrático que a la
jerarquización como método comunicativo; su gestión resulta más compleja por
participativa y supone y predica valores de cooperación, equidad, espíritu
crítico y aprendizaje democrático. La escuela privada, por el contrario, tiene
un dueño o titular que busca el beneficio económico y/o el ideológico; cuenta con una gestión más ágil, menos
burocratizada, y de facto promueve valores como el individualismo, la
inequidad, la jerarquización, la disciplina, el conformismo y la acomodación a
las necesidades no tanto del ser humano como del sistema de producción.
Pero, sean como sean las cosas en teoría, el hecho es que en los
últimos años en España las familias han venido mostrando su preferencia por la
escuela privada concertada. La escuela “privada concertada” es el otro aspecto
de la singularidad del caso español que más arriba señalábamos. Se trata de un
engendro jurídico: un titular privado y unos fondos públicos para gestionar el
servicio público de la educación.
La respuesta a la pregunta de porqué las familias prefieren la opción
privada-concertada tiene fácil respuesta dentro del discurso de la competencia
en los “los mercados educativos” en los
que se dan éstas, entre otras, engañifas: considerar la educación como una
mercancía más que se adquiere en el mercado; permitir en la práctica ─diga lo que diga la normativa─
la selección de los “mejores” alumnos;
aceptar acríticamente que los centros concertados ofrecen mejores
rendimientos cognitivos y una formación en valores éticos superior (en contra
de lo que fiables estudios experimentales han demostrado, si se descuenta el
“efecto contagio de los compañeros”).
La desafección de ls clases medias y medias bajas de la escuela pública
en España, como en tantas otras corrientes de opinión, no es flor natural del
jardín nacional. En EEUU, por ejemplo, la Comisión Nacional por la Excelencia
en Educación (¿le suena al lector esto de la “excelencia”?) ya alertó en 1983
de “la nación en riesgo” por el fracaso de la educación pública. Reforma tras
reforma, incremento de gasto tras incremento, los rendimientos académicos
fallaban y la conclusión fue: la escuela pública no funciona, no sirve, hay que
reinventarla. En este contexto surgieron
las “escuelas charter”, especie híbrida de pública-privada, brecha a la
privatización en el fondo.
Un repaso panorámico al estado de la escuela pública nos aporta datos
como los que siguen:
1.- En los
países de las democracias occidentales predominan los gobiernos de signo
conservador-neoliberal favorables a la privatización de todos los servicios
públicos, siendo la educación y la sanidad presas codiciadas por los tiburones
del mercado.
2.- La
ideologización de las clases medias ha bebido el hechizo de “la libertad de
elección “del centro y del tipo de educación de sus hijos, en línea con el
individualismo y el sálvese quien pueda más insolidarios.
3.-La función
de integración nacional que a la escuela pública la conformación de los
estados-nación, hoy, con la globalización, ha quedado en gran parte obsoleta.
Subsisten las naciones como territorios y sistemas jurídico-políticos más o
menos independientes, pero las empresas transnacionales han generado “naciones
económicas” extraterritoriales (así el presidente de Iberdrola se siente más
inglés o mexicano que español).
4.-
Paradójicamente respecto al punto anterior, en la Autonomías de predominio
nacionalista (País Vasco y Cataluña) donde la función de integración nacional
de la escuela publica habría de tener vigencia todavía, no es necesaria, pues
esta función nacionalizadota la cumple la pujante escuela privada-concertada en
manos de la Iglesia mayormente. Ya sabemos que el sentido comunitarista
eclesial comulga íntimamente con el espíritu nacional del pueblo (el clero
siempre está con el espíritu del pueblo).
5.- Desahuciada
la escuela pública por su bajo rendimiento, por su despilfarro de recursos, por
su fracaso al fin (diagnóstico marrullero, intelectualmente inaceptable, pero
eficaz en la opinión pública), las reformas privatizadoras tienen el camino
expedito (así viene la LOMCE).
6.- Hay dos
defectos importantes de la escuela pública de difícil corrección. El uno apunta
a su propia naturaleza. La pregunta sigue siendo pertinente: “¿Es pública la
escuela pública?” ¿O es sólo de los profesores?”
El otro
defecto se llama burocratización. Burocratización de la gestión administrativa,
de los procesos de enseñanza-aprendizaje, de las relaciones internas y externas
de la organización educativa, del régimen jurídico y estatutario del
profesorado y demás personal, etc. Todo concluye en la ingobernabilidad del
sistema educativo público.
7.- Puesta la
educación a la intemperie del mercado, reducido su objetivo a la formación de
individuos para satisfacer las necesidades del aparato productivo y aceptada
como un hecho natural la selección de los alumnos de mejor extracción socioeconómica,
la escuela pública no puede competir con la concertada.
8.- En los
términos ideológicos en que se plantea la controversia en España, es obvio que
la clientela de la escuela privada concertada se inclina electoralmente hacia
el Partido Popular, que le garantiza la libertad de elección de educación para
sus hijos, o eso cree.
Todo lo que hasta queda escrito nos conduce a un curioso convencimiento:
el título de este artículo está equivocado. No es que el porvenir de la escuela
pública sea incierto. Mas bien lo cierto es que, tal como están las cosas, el futuro de la escuela pública es decadente,
subsidiario y marginal.
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