lunes, 10 de marzo de 2014

INCIERTO PORVENIR DE LA ESCUELA PÚBLICA (II)




Hemos dado  noticia en la entrega anterior  de cómo se trazó el perfil de la escuela pública en las democracias occidentales a partir de las ideas de Condorcet expuestas en su célebre Rapport y en sus Cinco Memorias.
 Las ideas educativas de Condorcet ─expresión pedagógica del ideario de la Ilustración y de la Revolución Francesa─ se difundieron por los principales países europeos. El fenómeno tuvo algo de paradójico, pues se desarrollo a través de las guerras napoleónicas provocadas en gran parte por las Alianzas antiilustradas de los reductos del Antiguo Régimen de Europa.
Con sus distintas peculiaridades se fue consolidando en los países europeos una escuela pública, accesible a todos, gratuita, común, laica, científica, cívica y moral al servicio  de la integración nacional y social. Al día de hoy ─e incluimos también la escuela de EEUU─ es mayoritaria, teniendo la privada poco peso porcentual.  El caso de España es  singular, no sólo en términos cuantitativos sino también jurídicos.
Globalmente, en las últimas décadas la población escolar en los estudios básicos se cifraba en un 70% para la escuela pública y un 30% para la privada, con una distribución desigual entre las distintas CCAA. Mientras la enseñanza privada está muy por encima de la media del total de España en Baleares, Cataluña, Comunidad Valenciana, País Vasco y Madrid, en el resto de CCAA como Castilla la Mancha, Extremadura, Canarias, Andalucía y Asturias  la escuela pública acoge a más del 80% del alumnado. Sería interesante averiguar el papel que en el fenómeno juegan  el signo político de los gobiernos últimos, la renta, la dispersión de la población, etc., pero no ha lugar aquí y ahora. El hecho radicalmente significativo es que en los más importantes núcleos urbanos (Madrid, Valencia…) el sector público se contrae el privado-concertado  avanza descaradamente con el apoyo del gobierno del PP al socaire de la tramposa libertad de elección de los padres.
La escuela pública está abierta a todo el mundo por igual, es accesible sin restricciones materiales, religiosas o ideológicas a los alumnos de cualquier procedencia; es más proclive al diálogo democrático que a la jerarquización como método comunicativo; su gestión resulta más compleja por participativa y supone y predica valores de cooperación, equidad, espíritu crítico y aprendizaje democrático. La escuela privada, por el contrario, tiene un dueño o titular que busca el beneficio económico y/o el ideológico;  cuenta con una gestión más ágil, menos burocratizada, y de facto promueve valores como el individualismo, la inequidad, la jerarquización, la disciplina, el conformismo y la acomodación a las necesidades no tanto del ser humano como del sistema de producción.
Pero, sean como sean las cosas en teoría, el hecho es que en los últimos años en España las familias han venido mostrando su preferencia por la escuela privada concertada. La escuela “privada concertada” es el otro aspecto de la singularidad del caso español que más arriba señalábamos. Se trata de un engendro jurídico: un titular privado y unos fondos públicos para gestionar el servicio público de la educación.
La respuesta a la pregunta de porqué las familias prefieren la opción privada-concertada tiene fácil respuesta dentro del discurso de la competencia en los  “los mercados educativos” en los que se dan éstas, entre otras, engañifas: considerar la educación como una mercancía más que se adquiere en el mercado; permitir  en la práctica ─diga lo que diga la normativa─ la selección de los “mejores” alumnos;  aceptar acríticamente que los centros concertados ofrecen mejores rendimientos cognitivos y una formación en valores éticos superior (en contra de lo que fiables estudios experimentales han demostrado, si se descuenta el “efecto contagio de los compañeros”).
La desafección de ls clases medias y medias bajas de la escuela pública en España, como en tantas otras corrientes de opinión, no es flor natural del jardín nacional. En EEUU, por ejemplo, la Comisión Nacional por la Excelencia en Educación (¿le suena al lector esto de la “excelencia”?) ya alertó en 1983 de “la nación en riesgo” por el fracaso de la educación pública. Reforma tras reforma, incremento de gasto tras incremento, los rendimientos académicos fallaban y la conclusión fue: la escuela pública no funciona, no sirve, hay que reinventarla. En este  contexto surgieron las “escuelas charter”, especie híbrida de pública-privada, brecha a la privatización en el fondo.
Un repaso panorámico al estado de la escuela pública nos aporta datos como los que siguen:
1.- En los países de las democracias occidentales predominan los gobiernos de signo conservador-neoliberal favorables a la privatización de todos los servicios públicos, siendo la educación y la sanidad presas codiciadas por los tiburones del mercado.
2.- La ideologización de las clases medias ha bebido el hechizo de “la libertad de elección “del centro y del tipo de educación de sus hijos, en línea con el individualismo y el sálvese quien pueda más insolidarios.
3.-La función de integración nacional que a la escuela pública la conformación de los estados-nación, hoy, con la globalización, ha quedado en gran parte obsoleta. Subsisten las naciones como territorios y sistemas jurídico-políticos más o menos independientes, pero las empresas transnacionales han generado “naciones económicas” extraterritoriales (así el presidente de Iberdrola se siente más inglés o mexicano que español).
4.- Paradójicamente respecto al punto anterior, en la Autonomías de predominio nacionalista (País Vasco y Cataluña) donde la función de integración nacional de la escuela publica habría de tener vigencia todavía, no es necesaria, pues esta función nacionalizadota la cumple la pujante escuela privada-concertada en manos de la Iglesia mayormente. Ya sabemos que el sentido comunitarista eclesial comulga íntimamente con el espíritu nacional del pueblo (el clero siempre está con el espíritu del pueblo).
5.- Desahuciada la escuela pública por su bajo rendimiento, por su despilfarro de recursos, por su fracaso al fin (diagnóstico marrullero, intelectualmente inaceptable, pero eficaz en la opinión pública), las reformas privatizadoras tienen el camino expedito (así viene la LOMCE).
6.- Hay dos defectos importantes de la escuela pública de difícil corrección. El uno apunta a su propia naturaleza. La pregunta sigue siendo pertinente: “¿Es pública la escuela pública?” ¿O es sólo de los profesores?”
El otro defecto se llama burocratización. Burocratización de la gestión administrativa, de los procesos de enseñanza-aprendizaje, de las relaciones internas y externas de la organización educativa, del régimen jurídico y estatutario del profesorado y demás personal, etc. Todo concluye en la ingobernabilidad del sistema educativo público.
7.- Puesta la educación a la intemperie del mercado, reducido su objetivo a la formación de individuos para satisfacer las necesidades del aparato productivo y aceptada como un hecho natural la selección de los alumnos de mejor extracción socioeconómica, la escuela pública no puede competir con la concertada.
8.- En los términos ideológicos en que se plantea la controversia en España, es obvio que la clientela de la escuela privada concertada se inclina electoralmente hacia el Partido Popular, que le garantiza la libertad de elección de educación para sus hijos, o eso cree.
Todo lo que hasta queda escrito nos conduce a un curioso convencimiento: el título de este artículo está equivocado. No es que el porvenir de la escuela pública sea incierto. Mas bien lo cierto es que, tal como están las cosas,  el futuro de la escuela pública es decadente, subsidiario y marginal.

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