¿Qué
nos trae de nuevo el incipiente curso escolar? Lo de siempre, lo de todos los
años: las quejas de los sectores de la comunidad educativa de la red pública
sobre la persistencia de barracones y otras deficiencias en las infraestructuras,
la disminución del número de profesores por el incremento de alumnos por aula,
la reducción de líneas y aulas por efecto de la caída de la demanda y el
agrupamiento de alumnos, la desorganización administrativa, la falta de tiempo
para preparar las programaciones didácticas por parte de los profesores, el
inicio prematuro del curso y, lo que es más relevante y significativo, el
malestar generalizado del profesorado ante una reforma más de la que ha sido
desafecto en su génesis y aprobación posterior.
Los anteriores hechos, por más que suenen a
tópicos gastados que curso a curso se repiten como una salmodia cansina,
aguantan bien la refutación de la Administración Educativa, que contrataca con
una panoplia de datos estadísticos, aun cuando algunos de ellos exigen ciertas
matizaciones. Por ejemplo: mientras las aulas de las ciudades medias y grandes
se masifican (imagínese el lector una clase de 30 niños de 3 años), en los
llamados Colegios Rurales Agrupados (Craes) subsisten aulas con 2 y 3 alumnos,
lo cual pareciera demostrar prima facie
la fina sensibilidad de los responsables políticos del PP hacia la problemática
del medio rural; sin embargo, la realidad habla, demagogias al margen, de
desperdicio de recursos ─tan necesarios por lo demás─, de administración
irresponsable y del clientelismo de la política de campanario. En cuanto a los
ajustes de unidades escolares (“arreglo escolar” en la jerga administrativa al
uso) que curso a curso se lleva a cabo por los servicios técnicos de la
Consellería y por las respectivas Inspecciones de Educación provinciales, de
acuerdo a criterios aritméticos, en última instancia son corregidos por la
influencia política del alcalde del PP de turno. Son de general conocimiento
los alcaldes que no permiten que se suprima una unidad escolar en su territorio
por más que los criterios matemáticos oficiales lo determinen.
Al
profesorado no le faltan motivos para la inquietud y la ansiedad: en las dos
últimas décadas raro es el año en que una nueva reforma educativa no
amenace el comienzo de curso con remover
todos los cimientos del sistema, aunque luego todo se quede en meros cambios
terminológicos que se incorporan a la jerga bombástica de los psicopedagogos.
Este curso, la entrada en vigor (parcialmente) de la LOMCE, aquí en Castellón,
hizo que el profesorado tomase las vacaciones de verano con importantes
incertidumbres: la tardía aprobación del Decreto del Currículo (el 7 de julio),
la modificación de los horarios (30 sesiones de 45 minutos semanales), la
posibilidad (al fin frustrada) de jornada única, las tardías convocatorias de
TE y de CE, la publicación de la convocatoria de los Contratos-programa cuando
ya el plazo de solicitud estaba superado, la drástica reducción de los recursos
complementarios para las necesidades educativas especiales (NEE), una vez que
ya la Inspección había comunicado a los centros sus disponibilidades, el
retraso en la publicación de las Instrucciones del inicio de curso… En fin,
todo aboga en la red pública de escuelas a favor de la desestabilización, que
trasladada al ánimo de los profesionales que día a día han de vérselas con
alumnos masificados, tiene efectos letales para la “mejora de la calidad
educativa”, objetivo de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa
(LOMCE). Menudo sarcasmo.
El
panorama, resumiendo, es desolador:
Uno.
Se suprimen unidades escolares y centros del sector público, mientras el
privado concertado aumenta inexorablemente. Silencioso, en un clima político y
social que le beneficia.
Dos.
Los centros públicos que sobreviven se masifican y se hacen conflictivos.
Tres.
La desestabilización jurídico-pedagógica hace mella en la moral de la tropa
docente.
Cuatro.
El porcentaje del PIB dedicado a educación se reduce gradualmente (del 5% al
3,9%)
Cinco.
Los encargados de hacer efectiva la reforma educativa son mayoritariamente
desafectos y amenazan, junto a otros elementos de la comunidad educativa, con
movilizaciones y paros para los próximos meses.
Seis.
Los políticos destinados a la Administración Educativa suelen mostrar una
incompetencia doblemente excelsa: no saben de educación y lo ignoran todo de la
técnica de la administración. Son, por tanto, unos geniales programadores del
caos, que tan bien sirve a la hegemonía de la ley de la selva.
No un político, sino un
gran lingüista, Lázaro Carreter, dejó escrito: “No habrá democracia mientras
unos sepan expresarse satisfactoriamente y otros no; mientras unos comprendan y
otros no; mientras el eslogan pueda sustituir al razonamiento articulado…”.
Pues eso. ¿De qué, si no del eslogan, habría de sobrevivir el partido que ha
llevado a la Comunidad Valenciana a la ruina para varias décadas?
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