En la panoplia de
ataque a los partidos políticos clásicos hay un arma afilada que se ceba en su
falta de democracia interna en la toma de decisiones y en la elección de sus
líderes. Los partidos son percibidos por los ciudadanos como máquinas viejas,
herrumbrosas, burocráticas, desconectadas de la sociedad y al servicio de sus
intereses, intereses de doble sentido convergente: la permanencia de la
organización burocrática y la reproducción de los burócratas de la nomenclatura que la sirven y se sirven a
su vez de ella.
En la ciencia política
es conocida esta crítica a los partidos políticos (Michel, Mosca, etc.), aunque
conviene advertir que tales análisis radicales terminaron en posiciones
fascistas… Hoy a esta tradición crítica se añade, especialmente en España, la
corrupción extendida a todos los niveles de las instituciones del Estado y el
malestar profundo por la pobreza y desprotección caída sobre sectores de las
clases medias y clases bajas, causadas por la crisis económica y las políticas
de recortes en elementos estructurales básicos del Estado de Bienestar.
La conciencia de la
desafección política de los ciudadanos ─que ahora es dramática─ viene de lejos
y ha llevado al partido socialista a sucesivos intentos de renovación (Programa
2000, conferencias políticas, introducción de elecciones primarias, cambios
estatutarios…), todos ellos estériles, por más que algunos actores secundarios
o principales hayan cambiado.
Hace unos meses el
Secretario General del PSPV fue elegido en primarias abiertas como candidato a
la Presidencia de la Generalitat y recientemente el Secretario General del PSOE
lo ha sido en primarias por la militancia. Ambas operaciones han tenido lugar
sin problemas logísticos y con reconocido éxito ante la opinión pública.
¿Por qué no seguir en
esta línea?
El candidato a la Generalitat y Secretario
Federal de las políticas de innovación y regeneración democrática, Ximo Puig,
se ha batido el cobre ante los órganos centrales para conseguir que el sistema
de primarias abiertas se ampliase a la elección de los candidatos a las
alcaldías de las grandes ciudades. Sin éxito. Las primarias sólo se permiten
para la militancia. Es la ley de hierro de reproducción de las élites, el
triunfo de las oxidadas burocracias locales corroídas por luchas cainitas e
intereses de corto vuelo, cuando no miserable.
Personalmente no
sabría decir si quienes se oponen a las primarias abiertas están ausentes de la ciudad (una forma de
idocia, en sentido etimológico) o están ciegos ante los convulsos tiempos de la
política. En todo caso, es desconocer que hoy la telemática y la comunicación on-line permiten una participación en el
debate y en la toma de decisiones que nada tienen que ver con las discusiones y
votaciones en unas asambleas locales decimonónicas, desquiciadas e inútiles,
sin más beneficio que el de la terapia de grupo o el happening masoquista.
Dejar que sea la
Ejecutiva Local la que se saque de la manga un candidato sin trayectoria ni
proyección social y lo promueva ante la Asamblea y ante una militancia anémica,
cerrando puertas y ventanas a la voz de sectores sociales progresistas que
están en más favorables posiciones para reconocer y decidir el mejor candidato
a la alcaldía de Castellón, es un flagrante error que se pagará caro.
¿Por qué no permitir
que ciudadanos que tienen voluntad de acompañarnos con su voto el día de las
elecciones municipales lo hagan también antes en la elección del mejor
candidato? Sencillamente, porque hay quien tiene la vocación de quedarse solo
para apagar la luz, cerrar la puerta y quedarse con la llave.
No hay comentarios:
Publicar un comentario