miércoles, 20 de mayo de 2015

CIUDADANOS, LA DERECHA PURA

SER MÁS PRODUCTIVOS PARA VIVIR MEJOR. Este es el subtítulo del libro-programa, El dilema de España, escrito por Luis Garicano, flamante gurú económico-ideológico del partido Ciudadanos. Sabemos lo que significa ser más productivos: trabajar más, con más eficacia y eficiencia que los demás en una competición sin fin... (siempre se puede trabajar más horas robadas al descanso o al sueño y soportar salarios tan bajos que apenas sirvan para la subsistencia biológica).

No está tan claro lo que Garicano considera una vida mejor, pues no es costumbre de los neocón descender (o ascender) a estas filosofías, si bien del texto del economista vallisoletano se desprende que la vida buena para el individuo (sólo existen individuos particulares, pontificaba la señora Thatcher) es aquella que le permite acceder en libertad a un mundo abierto y pletórico de oportunidades. «Cualquier joven parado puede, desde la habitación que ocupa en la casa de sus padres, acceder al mercado global y escribir un blog, o vender cualquier otro tipo de servicio, con tal de que sepa inglés» (Pág. 39 de El dilema de España).

El programa regeneracionista de Ciudadanos pretende que España extirpe el capitalismo populista y de amiguetes del tipo del “palco del Santiago Bernabéu” y que se lleven a cabo profundas reformas en los ámbitos de la educación y de la justicia, en las instituciones económicas (para limpiarlas de brozas interferentes y asegurar así la transparencia y bondad esencial del mercado) y en las instituciones políticas (acabando con la ocupación institucional de los partidos, democratizando el funcionamiento de éstos y mejorando la calidad de las élites). El objetivo es evitar que España derrote hacia el modelo populista venezolano o argentino y hacer que camine hacia el modelo danés. Para Garicano y para Ciudadanos ése es el dilema de España. Y la consigna: más mercado y menos estado.
No nos sorprende la indiferencia o la "naturalidad" con que los neoliberales miran (o no miran) las crecientes desigualdades entre los más ricos y los más pobres, cada día más numerosos. El economista francés Thomas Piketty, sin embargo, en el mejor libro de economía del año y quizás de la década (Paul Krugman dixit), ha analizado la relación capital/ingreso, la distribución de la riqueza y de los salarios y, en fin, la magnitud de las desigualdades y su evolución desde el siglo XVIII hasta 2010. Las conclusiones son demoledoras y la perspectiva para todo el siglo XXI nada halagüeña. Piketty termina su monumental obra con estas palabras: «Quienes tienen mucho nunca se olvidan de defender sus intereses». Negarse a usar cifras rara vez favorece a los más pobres.
Antes de votar hay que echar cuentas. El libro-programa del economista de cabecera de Ciudadanos, que apareció en enero de 2014, es, pues, de obligada lectura o relectura hoy, en medio del estruendo de una campaña electoral en que la doctrina neocón de la derecha pura aparece volcada, vía pactos electorales, a regenerar al corrupto Partido Popular.

Un PP doblemente impuro. En un sentido, por la composición heterogénea de sus fundadores y adheridos: en él conviven franquistas auténticos, neofranquistas, católicos integristas, socialcristianos, liberales, liberales autoritarios, excomunistas reconvertidos en cínico-liberales, populistas... En otro sentido, la impureza le viene al PP por la corrupción que extiende sus metástasis desde la cabeza al dedo meñique del pie.

No creemos que sea riguroso el diagnóstico que Garicano hace de España, con ser ciertas muchas de las cosas que denuncia: la encrucijada de España no está entre Venezuela o Argentina y Dinamarca. Más cierto es el dilema en el que se hallará Ciudadanos tras las elecciones, si nos hemos de fiar de las encuestas: su naturaleza de derecha socioeconómica pura le inclinará a pactar con el PP, mientras que su pretensión depuradora debería impedirle  mezclarse con un partido podrido hasta las entretelas. Es que el agua clara y pura mezclada con agua sucia acaba corrompida de inmediato.  Y esto sí que es un conflicto o un dilema, señor Garicano.

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