La división de la izquierda española
viene de lejos. El Partido Socialista nace en 1879 y en noviembre de 1920 sufre
la primera escisión de un grupo de militantes, disconformes con la orientación
socialdemócrata, que prefiere adherirse a la III Internacional convocada por
Lenin. Así nace el PCE. A partir de
entonces la historia de las relaciones de los dos partidos hermanos está
plagada de desencuentros, aproximaciones, ofensas y rencores viejos...
El Partido Socialista adoptó una
posición ambigua durante la Dictadura de Primo de Ribera (Largo Caballero llegó
a tomar posesión como Consejero de Estado, contra la idea de Indalecio Prieto y
Fernando de los Ríos), pero en 1929 tanto PSOE como PCE coinciden en el pacto a
favor de la República. En las Cortes republicanas de 1931 el Partido Socialista
es el mayoritario de la izquierda con 131 diputados, pero el Partido Comunista,
que en 1934 apenas disponía de 20.000 militantes, a finales de 1937 contaba con
300.000. La Guerra Nacional Revolucionaria, como llamaban los comunistas a la
que la historia ha nombrado como Guerra Civil de 1936-39, no fue la mejor
ocasión para estrechar lazos de amistad entre los perdedores. En el subsuelo de
la catástrofe de la derrota quedaron cicatrices y estigmas en forma de mutuos
reproches, injurias y odios envenenados
que la diáspora del exilio alejó en el espacio, pero no en la memoria.
Durante el franquismo el peso de la
oposición interna cargó sobre las espaldas del PCE. De 1961 a 1964 más de 1500
comunistas fueron detenidos. Mientras, el socialismo interior languidecía bajo
una dirección esclerótica ubicada en el exterior, hasta que en 1974 en Suresnes
Felipe González sustituye a Llopis, el viejo secretario general del socialismo.
El Partido Comunista, a partir de la doctrina de la Reconciliación Nacional
proclamada por Santiago Carrillo en 1956, en el VII Congreso, decidió la
estrategia de llegar al socialismo por la vía democrática y pacífica, lo que
suponía el abandono del leninismo por el eurocomunismo. El último precio en
sangre que el Partido Comunista tuvo que pagar antes de su legalización, el
24-I-1877, fue la matanza de Atocha en que murieron cinco abogados laboralistas
y cuatro quedaron malheridos a manos de una banda de falangistas.
Las primeras elecciones de la
democracia de 1977 y las posteriores han supuesto un continuado proceso de
decepción para el PCE. Los comunistas no entendían ─no les parecía justo─ que
la cosecha de los votos de la izquierda fuese a parar a los socialistas y no a
ellos, que habían contraído muchos más méritos. La frustración es mala
compañera de viaje, sobre todo después del triunfo apoteósico del PSOE en las
elecciones de 1982. Sucesivamente van cayendo Carrillo, Gerardo Iglesias, Julio
Anguita, Francisco Frutos, Llamazares..., sin que la fórmula IU ─conglomerado o
movimiento de fuerzas de izquierda vertebradas alrededor de PCE─ pueda evitar
el fracaso ante su competidor socialista. En 1988 Anguita sustituye como coordinador
general a Gerardo Iglesias. La fobia del Califa
de Córdoba hacia los socialistas excede con mucho el campo de la ideología
y la política y hay que interpretarla en clave personal, sus mal disimulados
celos de Felipe González, un animal político invencible. Así se entiende que la
estrategia del PCE en el XIV Congreso cristalizara en evitar cualquier pacto
con el PSOE.
Anguita continúa con su escalada
anti-PSOE. Para echar a Felipe González
se une en insana comensalía a Pedro J. Ramírez y a J.M. Aznar. Éste le pide los
votos de IU. Anguita le responde por
carta: «Tiene usted más elementos de cercanía con CiU y el PNV que con
nosotros. Asegúrese dicho apoyo e IU no pondrá obstáculos» (ABC del 1-01-2015).
Es la célebre ‘pinza’ del PP e IU contra
el PSOE.
En 1998 durante el XV Congreso del PCE
Anguita en su discurso de despedida
equipara en lo político al PSOE y al PP. ¿Reconoce el lector esta
idea? A partir de entonces, desde su
retiro, el Califa de cuando en cuando se suelta con un
documento de refundación (ya van varias refundaciones). En el documento sobre
la necesidad de la refundación de IU desde cero de 22 de abril de 2008 habla de
una republica federalista, una democracia radical y una IU anticapitalista,
republicana y concebida como movimiento político-social que rompa con la
Constitución de 1978. Y dice más Anguita: «La izquierda no es hablar con el
PSOE. Los nuestros son otros».
Si nos centramos en Anguita no es
porque para nosotros sea guía, gurú o referente de nada. Pero sí lo es para dos
personalidades que, vistos los resultados electorales, están llamadas a ocupar
un puesto importante en la izquierda del tablero político (en especial el líder
de Podemos, ya veremos cuál es el destino del Coordinador de IU después de
haber sacrificado su organización ante el altar de sus amigos). Pablo Iglesias y Alberto Garzón, ambos
admiradores de Anguita y repetidores de algunos de sus eslóganes más conspicuos (‘al Partido Socialista, ni agua’; ‘PSOE y PP
son lo mismo’; ‘hay que abrir un proceso constituyente desde cero’, etc.) están
llamados a jugar un papel decisivo en la configuración de los pactos de las
fuerzas de izquierda tras las elecciones del 24-M.
Personalmente, no soy muy optimista.
Los antecedentes de las relaciones PSOE-IU
tienen demasiadas sombras, aunque cuando ha habido entendimiento en
ayuntamientos y autonomías los resultados han sido buenos para los ciudadanos.
Y en cuanto a Podemos... estamos ante un territorio extraño, muy extraño. Cabe
esperar que la razonabilidad de Pablo Iglesias se imponga al narcisismo que a
veces trasluce, pues ya el narcisismo de Anguita hizo suficiente daño a la
izquierda española.
No es sólo que la unión de la izquierda
sea imposible, es que incluso la simple colaboración racional se me antoja hoy
por hoy una utopía difícilmente alcanzable, oyendo, por ejemplo, el discurso
incongruente del líder de Podemos en Aragón ─un físico al que se le habría de
suponer un razonamiento lógico─, que quiere ser Presidente con cuatro escaños
menos que los socialistas... Al tiempo: primero está el escollo tortuoso
de los pactos y después, si se supera,
vendrá el tío Paco con la rebaja de la
gobernanza y administración de las cosas de comer con los recursos
limitados disponibles. No es que no se pueda hacer otra política diferente a la
del PP. Se puede, pero hace falta mucho entendimiento entre los nuevos
protagonistas, que deberán pasar de las musas al teatro en menos de horas veinticuatro.
Es la hora en que el ‘podemos’ no
puede excusarse en el ‘ya veremos’...
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