jueves, 18 de junio de 2015

CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE XIMO PUIG

Querido amigo: Te escribo estas líneas cuando ya eres Presidente de la Generalitat Valenciana, el máximo honor al que puede aspirar un valenciano. Hace casi treinta años, bajo el seudónimo de Josep K., firmé una columna (Mediterráneo, 13-04-1986) titulada ‘La irresistible ascensión de Ximo Puig.’ Con apenas 27 años acababas de ser nombrado Director General de Relaciones Informativas y Ciudadanas de la Presidencia, de la que yo era Subsecretario de la Inspección General de Servicios.
En aquel momento, llevado por el entusiasmo que un joven tan despierto para la política me producía, escribí: «Va por la vida política con disciplina, con limpieza, con bonhomía, sin vedetismo. Es un elemento positivo, cabal, legal, buena gente. Seguramente es la excepción que confirma la regla de la lucha por el poder político, pero Ximo Puig llegará más lejos de lo que él cree. Se lo digo a veces y veo cómo se abruma».
Verte ahora como Presidente me produce profunda alegría, en primer término, por el afecto que siempre te he profesado y que la divergencia de nuestras trayectorias vitales no ha conseguido extinguir a lo largo de los años, y, si éste no fuera suficiente motivo, ahí está en alzada la vanagloria que para mi ego supone que se haya cumplido mi predicción de 1986. Tu irresistible ascensión te ha colocado en la cima de la Presidencia de la Generalitat.
No sería honesto si junto a la expresión de mi alegría y satisfacción no mencionase mi profunda preocupación por el riesgo de la tarea que te espera. Gobernar a grandes colectivos en un mundo tan complejo y de intereses tan contrapuestos es muy difícil, supone una sobrecarga de responsabilidad, como decía Oskar Lafontaine, que supera la capacidad de comprensión intelectual de cualquier hombre por muy inteligente y experto que sea. En realidad nadie está suficientemente preparado para tomar decisiones racionales desde la cabecera de los gobiernos..., pero alguien tiene que asumir la responsabilidad en nombre de todos, aunque solo sea para convertirse en cabeza de turco o pararrayos de las frustraciones de la sociedad. La función catártica del ‘Piove, porco goberno’ no es desdeñable.
Administrar esta Comunidad Valenciana en este momento histórico, como tú sabes muy bien, es un quehacer particularmente espinoso. No es solo la quiebra económica y la corrupción extendida por las instituciones y el tejido social en general, sino la corrupción de las mentes de los ciudadanos contaminadas por el ambiente envenenado, como explicaba recientemente el filósofo Emilio Lledó.
Y luego está la complicación de gobernar en coalición de bipartito o tripartito: el PSPV, nuestro partido, viene de veinte años de conflictos y batallas internas, que objetivamente traen su causa en los fracasos electorales...; Comromís, que por más que mediáticamente aparezca como nuevo y emergente, está integrado por  viejos conocidos, que guardan en su guardarropa variados uniformes, como los del PCE, Esquerra Unida, Esquerra i País, Iniciativa del Poble Valencià, a los que hay que añadir los del Bloc, Els Verds, Izquierda Republicana... Tampoco el líder valenciano de Podemos es ajeno al funcionamiento de la Administración; si no recuerdo mal trabajó como funcionario en el Plan Riva... Digo todo esto sin más intención que la de poner de relieve las dificultades que la izquierda valenciana ha tenido históricamente para articularse y entenderse. Esta es la cuestión: entenderse. Pese a la fobia patológica de J. Anguita hacia el Partido Socialista ─que en parte ha inoculado a Alberto Garzón y a Pablo Iglesias─, las coaliciones o pactos del  PSOE e IU para gobernar han resultado beneficiosos para los ciudadanos de abajo, que diría el líder de Podemos, tramposo como siempre con el lenguaje. Hoy, desgraciadamente, Esquerra Unida no está en las Cortes Valencianas.
Rehuiré la tentación de darte consejo alguno, querido Ximo. Después de veinte años de dejar el Palau, al que con inmensa ilusión has vuelto, tú has aprendido mucho de política y de la vida, y además nosotros los de entonces ya no somos los mismos. Así que solo te haré una consideración: en estos tiempos de confusión y descrédito generalizado en que de tal manera se mezcla el trigo con la paja y se arroja sin más escrutinio todo a la basura del pasado, conviene seguir reivindicando los valores que vivimos con el Presidente Joan Lerma: modestia, discreción, honestidad  y austeridad en la administración de los recursos públicos.
Querido Ximo, querido Presidente, te deseo lo mejor. Salud y éxito.

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