Querido amigo: Te escribo estas líneas
cuando ya eres Presidente de la Generalitat Valenciana, el máximo honor al que
puede aspirar un valenciano. Hace casi treinta años, bajo el seudónimo de Josep
K., firmé una columna (Mediterráneo, 13-04-1986) titulada ‘La irresistible
ascensión de Ximo Puig.’ Con apenas 27 años acababas de ser nombrado Director General
de Relaciones Informativas y Ciudadanas de la Presidencia, de la que yo era
Subsecretario de la Inspección General de Servicios.
En aquel momento, llevado por el
entusiasmo que un joven tan despierto para la política me producía, escribí: «Va
por la vida política con disciplina, con limpieza, con bonhomía, sin vedetismo.
Es un elemento positivo, cabal, legal, buena gente. Seguramente es la excepción
que confirma la regla de la lucha por el poder político, pero Ximo Puig llegará
más lejos de lo que él cree. Se lo digo a veces y veo cómo se abruma».
Verte ahora como Presidente me produce
profunda alegría, en primer término, por el afecto que siempre te he profesado
y que la divergencia de nuestras trayectorias vitales no ha conseguido
extinguir a lo largo de los años, y, si éste no fuera suficiente motivo, ahí
está en alzada la vanagloria que para mi ego supone que se haya cumplido mi
predicción de 1986. Tu irresistible ascensión te ha colocado en la cima de la
Presidencia de la Generalitat.
No sería honesto si junto a la
expresión de mi alegría y satisfacción no mencionase mi profunda preocupación
por el riesgo de la tarea que te espera. Gobernar a grandes colectivos en un
mundo tan complejo y de intereses tan contrapuestos es muy difícil, supone una sobrecarga
de responsabilidad, como decía Oskar Lafontaine, que supera la capacidad de
comprensión intelectual de cualquier hombre por muy inteligente y experto que
sea. En realidad nadie está suficientemente preparado para tomar decisiones
racionales desde la cabecera de los gobiernos..., pero alguien tiene que asumir
la responsabilidad en nombre de todos, aunque solo sea para convertirse en
cabeza de turco o pararrayos de las frustraciones de la sociedad. La función
catártica del ‘Piove, porco goberno’
no es desdeñable.
Administrar esta Comunidad Valenciana
en este momento histórico, como tú sabes muy bien, es un quehacer
particularmente espinoso. No es solo la quiebra económica y la corrupción
extendida por las instituciones y el tejido social en general, sino la
corrupción de las mentes de los ciudadanos contaminadas por el ambiente
envenenado, como explicaba recientemente el filósofo Emilio Lledó.
Y luego está la complicación de
gobernar en coalición de bipartito o tripartito: el PSPV, nuestro partido, viene
de veinte años de conflictos y batallas internas, que objetivamente traen su
causa en los fracasos electorales...; Comromís, que por más que mediáticamente
aparezca como nuevo y emergente, está integrado por viejos conocidos, que guardan en su guardarropa
variados uniformes, como los del PCE, Esquerra Unida, Esquerra i País,
Iniciativa del Poble Valencià, a los que hay que añadir los del Bloc, Els
Verds, Izquierda Republicana... Tampoco el líder valenciano de Podemos es ajeno
al funcionamiento de la Administración; si no recuerdo mal trabajó como
funcionario en el Plan Riva... Digo todo esto sin más intención que la de poner
de relieve las dificultades que la izquierda valenciana ha tenido
históricamente para articularse y entenderse. Esta es la cuestión: entenderse.
Pese a la fobia patológica de J. Anguita hacia el Partido Socialista ─que en
parte ha inoculado a Alberto Garzón y a Pablo Iglesias─, las coaliciones o
pactos del PSOE e IU para gobernar han
resultado beneficiosos para los ciudadanos de abajo, que diría el líder de
Podemos, tramposo como siempre con el lenguaje. Hoy, desgraciadamente, Esquerra
Unida no está en las Cortes Valencianas.
Rehuiré la tentación de darte consejo
alguno, querido Ximo. Después de veinte años de dejar el Palau, al que con
inmensa ilusión has vuelto, tú has aprendido mucho de política y de la vida, y
además nosotros los de entonces ya no somos los mismos. Así que solo te haré
una consideración: en estos tiempos de confusión y descrédito generalizado en
que de tal manera se mezcla el trigo con la paja y se arroja sin más escrutinio
todo a la basura del pasado, conviene seguir reivindicando los valores que
vivimos con el Presidente Joan Lerma: modestia, discreción, honestidad y austeridad en la administración de los
recursos públicos.
Querido
Ximo, querido Presidente, te deseo lo mejor. Salud y éxito.
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