Los buenos datos sobre el empleo del mes de mayo han
servido para realimentar el altavoz del Gobierno, que se ha lanzado a la
proclamación de la buena marcha de la economía y a dictaminar una vez más el
triunfo de la recuperación. Frente a esta visión optimista, la oposición y el
periodismo crítico subrayan la mala calidad del empleo creado y la persistencia
de la postración social y la exclusión a que han sido arrastrados los
perdedores de la crisis, es decir, que los frutos de la macroeconomía no han
repercutido en la microeconomía de los hogares empobrecidos.
¿Qué ocurre, entonces? ¿Que sólo es cuestión de
paciencia, de esperar un poco más a que la abundosa lluvia irrigue y penetre
las resecas tierras de los desahuciados? La lectura de Thomas Piketty (El Capital en el siglo XXI, 2014) nos
proporciona claves muy ilustrativas para responder esta pregunta: «Cuando la
tasa de rendimiento del capital supera de modo constante la tasa de crecimiento
de la producción y del ingreso ─lo que sucedía hasta el siglo XIX y amenaza con
volverse la norma en el siglo XXI─, el capitalismo produce mecánicamente
desigualdades insostenibles, arbitrarias, que cuestionan de modo radical los
valores meritocráticos en los que se fundamentan nuestras sociedades
democráticas», escribe el joven economista francés. El principio de acumulación
infinita del capital que intuyó Marx en principio resultaba más inquietante que
el principio de escasez de Ricardo...
Pero, según la teoría de Kuznetts (1955), no había que
preocuparse demasiado por las crecientes desigualdades en el ingreso y por la
acumulación exagerada de la riqueza en manos privadas, pues ambas deformidades
se moderarían en las fases avanzadas del desarrollo capitalista alcanzando
niveles equilibrados. Era cuestión de paciencia, la paciencia que pide Rajoy a
los españoles. Sin embargo, el pronóstico de Kuznetts, que pudo estar
justificado en vísperas de los "Treinta Gloriosos" años, a la vista
hoy de cómo han evolucionado históricamente la relación Capital/Ingreso,
Riqueza pública/Riqueza privada y las Desiguldades individuales en general, ha
devenido erróneo, como demuestra Piketty con sus investigaciones seriales. No
se cumple que 'growth is a rising tide that lifts all boats' (no se cumple que 'el crecimiento es una marea ascendente que levanta todos los
barcos').
En la década de 2010 en los países europeos más
avanzados (Francia, Alemania, Reino Unido e Italia) el 10% de los más poderosos
posee el 60% de la riqueza nacional. En estas sociedades el 50% de los más
pobres apenas alcanza el 10% de la riqueza nacional. En EEUU el decil superior
posee el 72% del patrimonio y la mitad pobre ni siquiera llega al 2%. En un
momento determinado la emergencia de la "clase media patrimonial"
supuso cierto reparto de la riqueza, un 40% de la población que logró detraer
al 10% de los más ricos 1/4 y hasta 1/3
de la riqueza total, si bien el 50% de los pobres se mantuvo en los mismos
niveles, por debajo del 10%...
Así las cosas, así las obscenas desigualdades, Piketty
nos interpela con una pregunta perturbadora: «¿Podemos imaginar para el siglo
XXI algo que trascienda al capitalismo y que sea al mismo tiempo más pacífico y
duradero, o bien debemos simplemente esperar las próximas crisis o las próximas
guerras, esta vez verdaderamente mundiales?»
En España, donde a las tradicionalmente desposeídas
clases bajas se han unido en la desgracia de la crisis importantes sectores de
la joven clase media, el Gobierno del PP ha respondido con una Ley mordaza a los actuales y futuros
conflictos sociales. La otra receta ha sido, es, el recurso a la paciencia, la
de esperar a que la marea alta del crecimiento saque a flote a millones de
españoles que cual barquichuelos corroídos por la desesperanza permanecen
varados en la playa.
Pero, lo sabemos bien, las
aguas, por abundantes que sean, si no se encauzan y distribuyen, tienden por sí
solas a inundar zonas minoritarias y a dejar desérticas las tierras donde
habitan las masas crecientes de los pobres.
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