miércoles, 3 de junio de 2015

LA DIVERGENCIA MACRO-MICROECONOMÍA SE LLAMA DESIGUALDAD

Los buenos datos sobre el empleo del mes de mayo han servido para realimentar el altavoz del Gobierno, que se ha lanzado a la proclamación de la buena marcha de la economía y a dictaminar una vez más el triunfo de la recuperación. Frente a esta visión optimista, la oposición y el periodismo crítico subrayan la mala calidad del empleo creado y la persistencia de la postración social y la exclusión a que han sido arrastrados los perdedores de la crisis, es decir, que los frutos de la macroeconomía no han repercutido en la microeconomía de los hogares empobrecidos.
¿Qué ocurre, entonces? ¿Que sólo es cuestión de paciencia, de esperar un poco más a que la abundosa lluvia irrigue y penetre las resecas tierras de los desahuciados? La lectura de Thomas Piketty (El Capital en el siglo XXI, 2014) nos proporciona claves muy ilustrativas para responder esta pregunta: «Cuando la tasa de rendimiento del capital supera de modo constante la tasa de crecimiento de la producción y del ingreso ─lo que sucedía hasta el siglo XIX y amenaza con volverse la norma en el siglo XXI─, el capitalismo produce mecánicamente desigualdades insostenibles, arbitrarias, que cuestionan de modo radical los valores meritocráticos en los que se fundamentan nuestras sociedades democráticas», escribe el joven economista francés. El principio de acumulación infinita del capital que intuyó Marx en principio resultaba más inquietante que el principio de escasez de Ricardo...
Pero, según la teoría de Kuznetts (1955), no había que preocuparse demasiado por las crecientes desigualdades en el ingreso y por la acumulación exagerada de la riqueza en manos privadas, pues ambas deformidades se moderarían en las fases avanzadas del desarrollo capitalista alcanzando niveles equilibrados. Era cuestión de paciencia, la paciencia que pide Rajoy a los españoles. Sin embargo, el pronóstico de Kuznetts, que pudo estar justificado en vísperas de los "Treinta Gloriosos" años, a la vista hoy de cómo han evolucionado históricamente la relación Capital/Ingreso, Riqueza pública/Riqueza privada y las Desiguldades individuales en general, ha devenido erróneo, como demuestra Piketty con sus investigaciones seriales. No se cumple  que 'growth is a rising tide that lifts all boats' (no se cumple que 'el crecimiento es una marea ascendente que levanta todos los barcos').
En la década de 2010 en los países europeos más avanzados (Francia, Alemania, Reino Unido e Italia) el 10% de los más poderosos posee el 60% de la riqueza nacional. En estas sociedades el 50% de los más pobres apenas alcanza el 10% de la riqueza nacional. En EEUU el decil superior posee el 72% del patrimonio y la mitad pobre ni siquiera llega al 2%. En un momento determinado la emergencia de la "clase media patrimonial" supuso cierto reparto de la riqueza, un 40% de la población que logró detraer al  10% de los más ricos 1/4 y hasta 1/3 de la riqueza total, si bien el 50% de los pobres se mantuvo en los mismos niveles, por debajo del 10%...
Así las cosas, así las obscenas desigualdades, Piketty nos interpela con una pregunta perturbadora: «¿Podemos imaginar para el siglo XXI algo que trascienda al capitalismo y que sea al mismo tiempo más pacífico y duradero, o bien debemos simplemente esperar las próximas crisis o las próximas guerras, esta vez verdaderamente mundiales?»
En España, donde a las tradicionalmente desposeídas clases bajas se han unido en la desgracia de la crisis importantes sectores de la joven clase media, el Gobierno del PP ha respondido con una Ley mordaza a los actuales y futuros conflictos sociales. La otra receta ha sido, es, el recurso a la paciencia, la de esperar a que la marea alta del crecimiento saque a flote a millones de españoles que cual barquichuelos corroídos por la desesperanza permanecen varados en la playa.
Pero, lo sabemos bien, las aguas, por abundantes que sean, si no se encauzan y distribuyen, tienden por sí solas a inundar zonas minoritarias y a dejar desérticas las tierras donde habitan las masas crecientes de los pobres.

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