viernes, 16 de agosto de 2013

A VUELTAS CON LOS ITINERARIOS ACADEMICOS Y LA LOGSE


EL Partido Popular contraataca a los detractores de su reforma de los itinerarios: ¿Cómo es posible que quienes son responsables  del desastre educativo de este país se opongan a quienes proponemos unas modificaciones encaminadas a revertir el estado de cosas? ¿Cómo es posible que los autores de la LOGSE, ley nefasta a la que se debe en gran parte el desaguisado, con su idea imposible de educación comprensiva, su constructivismo y aprendizaje significativo, su desprecio a la memoria y mitificación del formalismo didáctico,  su permisividad y culto al juego como centro del aprendizaje, su marginación del esfuerzo y falta de controles en el rendimiento, su igualitarismo a la baja,  su cosecha de  abandono escolar y  fracaso escolar generalizado, se opongan a quienes venimos a corregir tanto error cometido?
En dialéctica es conocida la técnica del maniqueo: se pone en boca del adversario lo que no ha dicho, o se le atribuyen tesis que no sostiene o culpas que no son suyas, y a continuación se arremete contra él sin piedad.
Vayamos por partes. Atribuir el relativo fracaso escolar a la política educativa socialista es una injusticia fragrante. Es más, otorgar a una ley la virtud de por sí sola mejorar o empeorar la calidad educativa  ─por mucho que en el título de la ley se invoque a la tan traída y llevada calidad─  es  desconocer el abecé de lo que ocurre en las aulas. De hecho,  sólo una minoría de profesores lee los textos de las grandes leyes educativas. Son los libros de texto los que en gran medida dictan lo que se enseña y cómo se enseña. Es falso, en primer término, que el fracaso escolar en España presente rasgos alarmantes. Evitaré las estadísticas, tan sufridas  como se sabe. Pero no me callaré que la  equidad de nuestro sistema educativo, indicador excelente de la calidad, tiene el reconocimiento explícito de los centros de evaluación europeos. En cuanto al abandono escolar no poco ha tenido que ver el trabajo fácil proporcionado por la gran burbuja económica. Por otra parte, la educación española no nace con la LOGSE, ese engendro maléfico –al decir de la derecha política─ que ha arruinado la inteligencia de varias cohortes de escolares y ha frustrado a miles de profesores llevándolos a la depresión profesional…
Antes de la LOGSE fue la LGE de 1970, última ley franquista promovida por el sector tecnócrata del Régimen, que por falta de recursos convirtió la pretendida universalización de la enseñanza en una fábrica de analfabetos funcionales, padres de los alumnos de la LOGSE, por cierto. Y  antes, la Ley de Enseñanza Primaria de 1945, reformada a lo largo de los años sesenta, que atribuía la responsabilidad de la educación a la familia en primer término y a la Iglesia en segundo lugar, y antes todas las reformas educativas y planes de estudios a lo largo del siglo XIX… Por el subsuelo de todas las leyes, progresivas o reaccionarias según los gobiernos de turno, ha venido discurriendo una  corriente del analfabetismo que ha pesado como una losa en nuestro desarrollo económico y cultural: el pueblo español durante el siglo XIX no era sólo  iletrado, era abrumadoramente analfabeto, como ha escrito Ricardo de la Cierva. En 1841 el 76% se estimaba como analfabeto; en 1900 la cifra había descendido hasta el 56%, con grandes diferencias entre unas provincias y otras (en Álava se daba el 21%, mientras en Jaén y Almería alcanzaba el 76%). Cuando en los años 80, ya en plena democracia y bajo los gobiernos de Felipe González, se alcaza casi el 95% de alfabetizados en España, los países europeos con los que hoy se nos compara llevaban ya 30 ó 40 años instalados en estas cifras. De ahí venimos. Hoy, según la EPA, el analfabetismo supone en España el 2,2%.
Que el número de titulados en educación secundaria entre 25-35 años está en España por debajo del promedio de OCDE, que el abandono escolar duplica la tasa de la UE, que existe un atraso histórico que hay que superar… no lo negaremos. Pero no aceptamos que el sistema escolar de la LOGSE y de la LOE sea un desastre. Porque esta tesis no tiene fundamento en los datos del presente y en la perspectiva histórica. Una falsedad repetida muchas veces por la propaganda puede engañar a mucha gente, pero no deja de ser una mentira.
No negaremos tampoco que en la ESO existe un grave problema con los alumnos que aparecen incapaces de alcanzar el cuarto curso con su cohorte de compañeros. La LOGSE, al extender la educación común y básica hasta los 16 años y perturbar la tranquilidad del Bachillerato Unificado y Polivalente de la LGE, creó el gran reto de la organización y gobierno de los escolares de 12 a 16 años, edad de por sí explosiva y turbulenta. Y es cierto que la Ley no fue capaz de resolver el problema, contando como contó desde el principio con el rechazo corporativo del sector más influyente del profesorado de secundaria, los antiguos catedráticos de Bachillerato, y la oposición cerril del Partido Popular y sus aliados ideológicos.  
Ante este problema no resuelto, el Partido Popular, hoy en el gobierno, fiel a su ideario conservador, clerical y clasista, ha optado por establecer una temprana separación de los alumnos con problemas de aprendizaje. Esta segregación tiene la ventaja de que a primera vista puede satisfacer ciertas aspiraciones de un profesorado desconcertado, pero en el fondo no resuelve nada, pues los alumnos, los agrupes como los agrupes, serán los mismos, con las mismas carencias que arrastran de la escuela primaria y con la misma realidad metodológica y estructural de los actuales Institutos de Enseñanza Secundaria.
La izquierda política y los sectores sedicentes progresistas siguen insistiendo, y con razón, en la bondad de una educación común hasta los 16  años, sin perjuicio de la puesta en marcha de programas de adaptación para algunos alumnos con problemas específicos de aprendizaje, tal como hizo la LOE.  El aprendizaje significativo y activo por parte del alumno, las metodologías basadas en la teoría operatoria de la inteligencia (Piaget), el equilibrio entre el esfuerzo y la satisfacción por los descubrimientos hechos y entre la disciplina y la permisividad controlada según la edad son cuestiones irrenunciables, así como el incremento de recursos personales y materiales, por más que algún catedrático de Instituto, desde su particular agravio corporativo, siga escribiendo panfletos antipedagógicos arremetiendo contra el formalismo didáctico, el pedagogismo, el desprecio a la memoria, a los contenidos, al esfuerzo, a la disciplina y al orden debido, ídolos que ciertamente no están en la LOGSE. De lo que hay en la LOGSE, de lo que se ha hecho y de lo que dicen sus acérrimos enemigos de esta Ley seguiremos escribiendo, dios mediante.

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