miércoles, 9 de agosto de 2017

APRENDIENDO DE LAS PRIMARIAS

Max Weber distinguió el ‘político’ y el ‘científico’ como dos paradigmas nítidamente diferenciados. Sin embargo, de la política se pretende hacer ciencia y hoy más que nunca en el universo universitario brillan y están de moda las Facultades de Ciencias Políticas. Sánchez-Cuenca, profesor de Ciencia Política precisamente, publicó un provocador texto (La desfachatez intelectual. Ed. La Catarata, 2016) en el que arremete y fustiga a escritores e intelectuales por la superficialidad frívola con la que pontifican sobre el tema político que se tercie de forma tajante y prepotente. De todos los aludidos (Juaristi, Savater, Félix de Azúa, Javier Cercas, A. Muñoz Molina, etc.) recogió el guante Cercas, que se batió cuerpo a cuerpo con el temerario politólogo en una interesante polémica.
Se enfrentaban dos discursos, el denotativo (el de la ciencia) y el connotativo (el de escritores y creadores literarios). Sánchez-Cuenca, corporativamente, defendía un cierto estatuto científico para los fenómenos políticos, que se producen, según su criterio, de acuerdo con regularidades o leyes que hay que observar, analizar y verificar. El entusiasta profesor aportaba a su posición «algunos hallazgos sólidos» de la ciencia política del tenor de los siguientes: «las democracias no entran en guerra entre sí (tesis de la paz democrática)», «la democracia es indestructible en países con una renta per cápita superior a la de Argentina en 1976», «las hambrunas sólo se producen en países autoritarios», «las guerras civiles no se producen en países desarrollados»... En fin, lejos está de mi intención decepcionar las ilusiones cientifistas del politólogo. Al contrario, pretendo reportarle una hipótesis nueva relacionada con el comportamiento electoral en las Primarias, a la vista del histórico del PSOE en este tipo de consultas.
En contra de la propaganda del oficialismo del viejo PSOE, las Primarias no son un invento de hoy y mucho menos del Pedro Sánchez contagiado de podemismo. Hasta 1936 todos los cargos eran designados directamente por la militancia, práctica que se suprimió durante la Guerra Civil, acudiéndose a las listas cerradas. En abril de 1998, Borrell ganó la candidatura a la Presidencia del Gobierno frente a Almunia, que había heredado la Secretaria General de Felipe González. Borrell no llegó vivo a las Elecciones Generales por razones de todos conocidas. Trinidad Jiménez, con todo el apoyo del oficialismo, sucumbió ante Tomás Gómez. José Bono en la noche del 21 al 22 de julio del 2000 perdió por 9 votos ante un desconocido Zapatero la Secretaria General. En 2012 la malograda Carme Chacón por 22 votos hubo de claudicar ante Rubalcaba. En julio de 2014 Pedro Sánchez con el calculado apoyo de Andalucía venció a Madina sobradamente. Hace unos meses Pedro Sánchez humilló a Susana Díaz y a todo el establishment del PSOE y de otros poderes envolventes, para sorpresa de propios y extraños. Susana Díaz, desde la Presidencia de la Junta, no tuvo oponente para revalidarse en la Secretaria General del PSA. Y recientemente Ximo Puig, a la sazón Presidente del gobierno valenciano que había sido derrotado penosamente en su envite a favor de Susana Díaz versus Pedro Sánchez ha vencido al joven alcalde de Burjasot, sedicente pedrista, en la disputa de la Secretaria General del PSPV.
Como se ve en este no exhaustivo histórico de las Primarias del PSOE, se dan múltiples supuestos o variables: según esté en juego el liderazgo orgánico o el institucional, haya apoyo predominante del aparato del Partido, del Institucional, de ambos confundidos o de la militancia; según los competidores estén en la base o en puestos de representación, desde la posición de outsider o desde la titularidad de la Presidencia del Gobierno Central, de los Autonómicos o de las Corporaciones Locales... La casuística es variopinta, pero en medio de la complejidad de esta fenomenología política alguna certidumbre o hallazgo sólido (Sánchez-Cuenca) puede alcanzarse. Parece evidente que la militancia en coyunturas de crisis puede dar la victoria al candidato más insospechado, saltando por encima de aparatos y apoyos extrapartidarios, pero con un límite: ningún Presidente de Gobierno, central o Autonómico o de Ayuntamiento puede ser desplazado por aspirante alguno en una concurrencia competitiva como es el caso de las Primarias. Felipe González que dice no mandaba en el Partido jamás hubiera sido derrotado por el guerrismo; a Susana Díaz, mientras sea Presidenta de la Junta, nadie le arrebatará el liderazgo del PSA; Ximo Puig, aun con una militancia enrabietada por su desvarío susanista, ha logrado permanecer en la Secretaria General del PSPV. Contemplar la imagen del President de la Generalitat, flanqueado de consellers, síndic del grupo parlamentario, alcaldes, altos cargos de la administración y demás personal ameritado (todo un ejército) en uniforme de campaña aparato institucional, en pleno despliegue de ramificaciones clientelares, hecho carne orgánica, resultaba impactante. Esa guerra no la podía ganar un humilde alcalde, que mientras estaba con las musas regeneracionistas del Partido no atendía a que los otros se afanaban en el teatro de las cosas de comer.

   Se me dirá que para este viaje no era preciso acudir a los rigores de la ciencia. También se me puede contraargumentar que ya veremos qué pasa con Javier Lambán y Garcia Page, casos similares al del Presidente valenciano. Y con no menos razón yo podría replicar que no hay dos casos iguales. Pero entonces el epistemólogo menos exigente sentenciaría afirmando que de lo particular no hay ciencia. ¿Así que no hemos aprendido nada, para desconsuelo del profesor Sánchez-Cuenca? Hemos aprendido que se puede ser de Pedro Sánchez hoy y mañana antipedrista. Sabemos que si A=B y A C, B y C no pueden ser iguales. Esto lo dice la lógica. En política, sin embargo, se da que A y B pueden ir juntos y A y C estar en contra, pero mañana B y C amistarse, si se trata del interés general...

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