Max Weber distinguió el ‘político’
y el ‘científico’ como dos
paradigmas nítidamente diferenciados. Sin embargo, de la política se pretende
hacer ciencia y hoy más que nunca en el universo universitario brillan y están
de moda las Facultades de Ciencias Políticas. Sánchez-Cuenca, profesor de
Ciencia Política precisamente, publicó un provocador texto (La
desfachatez intelectual. Ed. La Catarata, 2016) en el que
arremete y fustiga a escritores e intelectuales por la superficialidad frívola
con la que pontifican sobre el tema político que se tercie de forma tajante y
prepotente. De todos los aludidos (Juaristi, Savater, Félix de Azúa, Javier
Cercas, A. Muñoz Molina, etc.) recogió el guante Cercas, que se batió cuerpo a
cuerpo con el temerario politólogo en una interesante polémica.
Se enfrentaban dos discursos, el denotativo (el de la ciencia) y el connotativo
(el de escritores y creadores literarios). Sánchez-Cuenca, corporativamente,
defendía un cierto estatuto científico para los fenómenos políticos, que se
producen, según su criterio, de acuerdo con regularidades o leyes que
hay que observar, analizar y verificar. El entusiasta profesor aportaba a su
posición «algunos hallazgos sólidos» de la ciencia política del tenor de los siguientes: «…las democracias no entran en
guerra entre sí (tesis de la paz democrática)», «la democracia es indestructible
en países con una renta per cápita superior a la de Argentina en 1976», «las hambrunas sólo se producen en
países autoritarios», «las guerras civiles no se producen en países
desarrollados»... En fin, lejos está de mi intención decepcionar las ilusiones cientifistas
del politólogo. Al contrario, pretendo reportarle una hipótesis nueva
relacionada con el comportamiento electoral en las Primarias, a la vista del
histórico del PSOE en este tipo de consultas.
En contra de la propaganda del oficialismo del viejo PSOE, las Primarias no
son un invento de hoy y mucho menos del Pedro Sánchez contagiado de podemismo.
Hasta 1936 todos los cargos eran designados directamente por la militancia,
práctica que se suprimió durante la Guerra Civil, acudiéndose a las listas
cerradas. En abril de 1998, Borrell ganó la candidatura a la Presidencia del
Gobierno frente a Almunia, que había heredado la Secretaria General de Felipe González.
Borrell no llegó vivo a las Elecciones Generales por razones de todos
conocidas. Trinidad Jiménez, con todo el apoyo del oficialismo, sucumbió ante
Tomás Gómez. José Bono en la noche del 21 al 22 de julio del 2000 perdió por 9
votos ante un desconocido Zapatero la Secretaria General. En 2012 la malograda
Carme Chacón por 22 votos hubo de claudicar ante Rubalcaba. En julio de 2014
Pedro Sánchez con el calculado apoyo de Andalucía venció a Madina sobradamente.
Hace unos meses Pedro Sánchez humilló a Susana Díaz y a todo el establishment del PSOE y de otros
poderes envolventes, para sorpresa de propios y extraños. Susana Díaz, desde la
Presidencia de la Junta, no tuvo oponente para revalidarse en la Secretaria
General del PSA. Y recientemente Ximo Puig, a la sazón Presidente del gobierno valenciano
—que había sido
derrotado penosamente en su envite a favor de Susana Díaz versus Pedro Sánchez— ha vencido al joven alcalde de
Burjasot, sedicente pedrista, en la disputa de la Secretaria General del PSPV.
Como se ve en este no exhaustivo histórico de las Primarias del PSOE, se
dan múltiples supuestos o variables: según esté en juego el liderazgo orgánico
o el institucional, haya apoyo predominante del aparato del Partido, del
Institucional, de ambos confundidos o de la militancia; según los competidores
estén en la base o en puestos de representación, desde la posición de outsider
o desde la titularidad de la Presidencia del Gobierno Central, de los
Autonómicos o de las Corporaciones Locales... La casuística es variopinta, pero
en medio de la complejidad de esta fenomenología política alguna certidumbre o
hallazgo sólido (Sánchez-Cuenca) puede alcanzarse. Parece evidente que la
militancia en coyunturas de crisis puede dar la victoria al candidato más insospechado, saltando por encima de
aparatos y apoyos extrapartidarios, pero con un límite: ningún Presidente
de Gobierno, central o Autonómico o de Ayuntamiento puede ser desplazado por aspirante
alguno en una concurrencia competitiva como es el caso de las Primarias. Felipe
González —que dice no mandaba en el Partido— jamás hubiera sido derrotado por
el guerrismo; a Susana Díaz, mientras sea Presidenta de la Junta, nadie le
arrebatará el liderazgo del PSA; Ximo Puig, aun con una militancia enrabietada
por su desvarío susanista, ha logrado permanecer en la Secretaria General del
PSPV. Contemplar la imagen del President de la Generalitat, flanqueado de
consellers, síndic del grupo parlamentario, alcaldes, altos cargos de la administración
y demás personal ameritado (todo un ejército) en uniforme de campaña —aparato institucional, en pleno
despliegue de ramificaciones clientelares, hecho carne orgánica—, resultaba impactante. Esa
guerra no la podía ganar un humilde alcalde, que mientras estaba con las musas
regeneracionistas del Partido no atendía a que los otros se afanaban en el
teatro de las cosas de comer.
Se me dirá que para este viaje no
era preciso acudir a los rigores de la ciencia. También se me puede contraargumentar
que ya veremos qué pasa con Javier Lambán y Garcia Page, casos similares al del
Presidente valenciano. Y con no menos razón yo podría replicar que no hay dos
casos iguales. Pero entonces el epistemólogo menos exigente sentenciaría
afirmando que de lo particular no hay ciencia. ¿Así que no hemos
aprendido nada, para desconsuelo del profesor Sánchez-Cuenca? Hemos aprendido
que se puede ser de Pedro Sánchez hoy y mañana antipedrista. Sabemos que si A=B
y A ≠ C, B y C no pueden ser iguales. Esto lo dice la lógica. En política, sin
embargo, se da que A y B pueden ir juntos y A y C estar en contra, pero mañana
B y C amistarse, si se trata del interés general...
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