Como los malos estudiantes ante un examen de
reválida, frente al tema catalán los españoles nos vemos compelidos a estudiar
a toda prisa la historia de Cataluña, que, como la del resto de las Españas, es
ignorada por el 99,99% de los españoles. Es el único camino para ver alguna luz
en vísperas de que la Generalitat declare la independencia de lo que llamará
República Catalana, hecho que habrá de tener consecuencias prácticas
ineludibles y graves para todos los ciudadanos, sean catalanes o no.
En la formación cultural de Cataluña —tomando cultura en su sentido más amplio— han
participado griegos, cartagineses, visigodos, musulmanes, carolingios..., al
igual que en el resto de los pueblos de Hispania, con la salvedad de los
carolingios: la reacción carolingia a la invasión musulmana fue avanzando y
organizando los condados catalanes dentro de la Marca Hispánica, bajo la
dependencia del rey franco, y este hecho, la temprana expulsión de los
musulmanes, acaso sea un factor diferencial importante de Cataluña en un
momento de la Historia. Lo dejo aquí, para que el lector repase algunos
manuales de Historia de España o de Cataluña por separado, en los que hallará,
sea cual sea el enfoque del texto (romántico-catalanista, neutral o
españolista), dos conclusiones inobjetables, a poca sinceridad intelectual que
tenga: primera, la historia de Cataluña está indisolublemente unida a la de
España; segunda, la historia de Cataluña, no obstante, presenta una entidad
diferenciada que le otorga personalidad propia. Indisolubilidad (que rechaza la
separación) y diferenciación (que tiene querencia por la independencia) son
polos en permanente tensión dialéctica, que, como apuntaba Azaña, explosiona en
momentos críticos de la Historia.
Un primer escenario de conflicto es la sublevación
de Cataluña o guerra dels segadors en
1640. El contexto lo explica todo: Guerra de los Treinta años de fondo,
decadencia de Castilla y quiebra de la hacienda Real, el Memorial secreto de
1624 y la Unión de Armas del Conde-Duque de Olivares y su pretensión de imponer
la ley castellana a todos los reinos (multa regna, sed una lex), la
incapacidad de los virreyes de Cataluña para poner coto al bandolerismo, la
declaración de guerra de Luis XIII de Francia a Felipe IV, las fechorías de la
soldadesca real en territorio catalán, las condiciones de vida de campesinos y segadors... Todo condujo a la
Declaración de Independencia de Cataluña por Pau Claris el 17 de enero de 1641,
independencia bajo la soberanía del rey francés. La experiencia francesa, nada
agradable para los catalanes, termina en 1652 con el reconocimiento de Felipe
IV como rey.
El segundo hito de separación de Cataluña de la
España castellana se inscribe en el contexto de la Guerra de Sucesión, que fue
una guerra europea realmente y en la que el Felipe V y Carlos de Habsburgo se
disputaron el vacante trono de España. Borbónicos contra austracistas. ¿Poder
central contra autogobierno de ciudades y territorios? ¿Uniformidad legal e
institucional frente al respeto de leyes viejas, fueros y antiguas costumbres e
instituciones? Los territorios de la Corona de Aragón, incluido el Principado,
cayeron del lado del perdedor. Lo que pasó después es conocido y lo demás es
hipótesis contrafactual y fantaseo romántico, cuando no simple tergiversación.
Hay un tercer momento en que se produce la
Proclamación de la República Catalana. Es en 1873. Hay un ambiente nuevo:
inicios de la revolución industrial, éxodo rural, formación del proletariado.
Barcelona (250.000 hab. en 1870) es la zona de mayor producción y los
enfrentamientos entre fabricantes y trabajadores se acrecientan, así como los
de Cataluña y España. La revolución de 1866 (La Gloriosa) y las Elecciones de
1869 dieron paso a la I República federalista. La entrada de Pavía en el
Congreso con guardias civiles y militares (Tejero no innovó en la técnica del
golpismo) dio al traste con todo intento de republica el 3 de enero de 1874...
Detengámonos en un cuarto escalón: 14 de abril de
1931. Lluis Companys, desde el balcón del Ayuntamiento, proclama la República Catalana.
Tres ministros del gobierno provisional de la República Española (Fernando de los
Ríos, Marcelino Domingo y Lluis Nicolau d´Olwer) en visita exprés a Barcelona
consiguen reconducir la situación con la promesa de la aprobación de un Estatut para Cataluña. Circunstancias
concomitantes con el intento de Lluis Companys: crisis económica, crisis
social, cambio de régimen, auge de los fascismos europeos...
El 6 de octubre de 1934 Lluis Companys vuelve a
proclamar el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. Sabemos el
resultado: 46 muertos, más de 3000 detenidos, el Jefe de los Mossos desobedeciendo al Capitán
General, Domingo Batet, que actúa según el declarado estado de guerra por el
gobierno de Lerroux, etc.
Finalmente: 1-O de 2017. Un referéndum ilegal,
tras el que el Presidente de la Generalitat ha prometido, junto con la mayoría
del Parlament, declarar la independencia
de la Republica Catalana. No hace falta abundar en los rasgos de la coyuntura económica,
social y política que han propiciado llegar hasta aquí.
Azaña, en su discurso del 27 de mayo de 1932 ante
las Cortes, dijo: «...Y se observa que hay grandes
silencios en la historia de Cataluña, grandes silencios; unas veces porque está
contenta y otras porque es débil e impotente; pero en otras ocasiones este
silencio se rompe y la inquietud, la discordia y la impaciencia se robustecen,
crecen, se organizan, se articulan, invaden todos los canales de la vida
pública de Cataluña (...) y son un conflicto en la actividad funcional del
Estado al que pertenece...»
Estados de guerra, crisis económicas y sociales
(las luchas de clase internas manipuladas y dirigidas hacia fuera, donde está
el Estado central como cabeza de turco), coyunturas políticas con incongruencias
en la praxis del principio de representación (¿Cómo es posible que Rajoy, líder
de un partido corrupto, siga gobernando?), inconsistencia del régimen
monárquico..., éstas son a grandes rasgos las constantes históricas que
acompañan al constante independentismo de Cataluña. Interpretando las
literarias palabras de Azaña, hemos de optar entre tener a Cataluña contenta o
débil e impotente. Opto por la primera alternativa de acuerdo al principio de
realidad, no sin antes hacer mi propia proclamación: incontenible repugnancia
intelectual y moral hacia los nacionalistas e independentistas de nuestras
sociedades democráticas. Y si son cristianos y/o de izquierdas... No tengo
palabras.
Interesante el resumen histórico , que todos deberíamos conocer, sin manipulaciones partidistas . Muy bien Rafael por tu frescura intelectual. Continúa regalándonos con tus razonados y argumentados artículos . En el mundo periodístico encordelado por las directrices empresariales y políticas hace falta intelectuales como tu libres de ataduras
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