jueves, 5 de septiembre de 2013

NUEVO CURSO ACADÉMICO, VIEJA GUERRA ESCOLAR


Cada día tiene su afán y cada septiembre un nuevo curso escolar comienza con el ritual consabido: los discursos de inauguración de los responsables políticos alardeando de los incrementos en recursos personales,  materiales y formales aportados al sistema educativo y la contrapropaganda de los portavoces de los sindicatos de los profesores subrayando recortes, supresiones de unidades y deficiencias múltiples en general.  Ambos discursos se legitiman desde el baluarte de la calidad de la educación en cuya defensa dicen estar empeñados, pero en la práctica se neutralizan y empieza el curso, la vida sigue y no hubo más.

Hoy todo es diferente. La crisis económica se ha cebado con la educación y el discurso de los profesores no puede ser neutralizado por la propaganda de los políticos. La realidad se impone. Las plantillas de los centros se han reducido drásticamente, el personal de educación especial y educación compensatoria ha disminuido, los centros no perciben los gastos de funcionamiento, las becas de comedor, transporte y libros han disminuido o no se pagan… ¿Y los profesores? A la rebaja del salario se le ha añadido la del complemento de formación  en un 50% y la congelación sine die  de este incentivo. Hasta ahora a los docentes (similarmente a los sanitarios) se les retribuía cada sexenio a condición de que hubiesen realizado un número determinado de horas de formación. Hoy este incentivo al perfeccionamiento del personal docente en ejercicio ha desaparecido.
Pues bien, en éstas viene el señor Wert con su Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa. Si la ley se propusiese sostener, estabilizar, apuntalar o evitar el hundimiento de la educación… lo entenderíamos y no sentiríamos ofendida muestra inteligencia.
El gobierno Rajoy no pretende mejorar la calidad de la educación. Pretende llevar a cabo una reforma cuyos objetivos explícitos o implícitos conectan con la tradición antiilustrada, reaccionaria, clasista, elitista y clerical que arranca  desde el Antiguo Régimen, se combate a nuestros ilustrados (tan fervorosos creyentes en el poder de la educación), pugna durante todo el siglo XIX y primer tercio del XX contra los intentos de liberales, progresistas e institucionistas de convertir la educación en el motor de la regeneración de las clases populares… Es la  guerra escolar soterrada o abierta que, tras el paréntesis del éxito de la izquierda durante el bienio azañista de la II República, cambia de signo en el bienio radical-cedista hasta terminar, después de la Guerra Civil, en la educación nacional-católica del franquismo. La LGE, la LOECE, la LODE, la LOGSE, la LOPEGCE, la LOCE, la LOE y ahora la LOMCE no son más que hitos de victorias pírricas de una de las partes de esta guerra interminable en la que la Iglesia y sus intereses siempre han sido omnipresentes.
Lo que ha sufrido la educación española por el azote persistente de las fuerzas clericales es indescriptible. Durante la década ominosa, el Plan Calomarde de 1824 impone el método de una educación “monárquico-religiosa”. El Concordato de 1851 reconocía a la Iglesia el derecho de inspección de todo tipo de centros educativos. Don Claudio Moyano, ministro de Fomento a la sazón, después de los intentos fallidos de Someruelos, Infante y Alonso Martínez, logra aprobar su Ley de Bases de 1857, manteniendo ese derecho de inspección de la Iglesia. Romanones, al presentar su Reforma en el Congreso (legislatura de 1899),  en línea con Costa y los regeneracionistas, se lamentaba del estado oficial de la enseñanza oficial y se rebelaba contra la escuela confesional, “reducto del clericalismo”; se quejaba asimismo de la desorganización de la enseñanza media, que había padecido 17 Planes diferentes en 20 años…
Así que la guerra escolar viene de lejos: escuela pública frente a escuela privada, enseñanza media como ampliación de la primaria (enseñanzas básicas) en oposición a enseñanza media enfocada al acceso a los estudios superiores, escuela secular contra escuela confesional, educación para capacitar a los hombres para el ejercicio de la libertad a diferencia de educación para la producción y el empleo, educación para paliar las desigualdades sociales o educación para la reproducción de las clases… Los temas, bajo terminologías cambiantes con el tiempo, siguen siendo los mismos.
La guerra continúa. El curso empieza y con él el trámite parlamentario de la LOMCE. Pero, disminuidos los recursos del sistema y desincentivado el profesorado ¿qué mejora de calidad educativa nos promete el gobierno del PP? De momento, la Iglesia católica ha visto satisfechas sus demandas, la Educación para la Ciudadanía ha desaparecido y se quiere establecer un filtro selectivo en la educación secundaria.
Calidad educativa, ¡cuántos crímenes en tu nombre!

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