lunes, 9 de diciembre de 2013

EL FISCO VUELVE A MANOS DEL SOBERANO





El tambor mediático redobla en estos días por las desgracias que asolan a la Agencia Estatal Tributaria. ¿Qué pasa en este organismo público tan crucial? Aparecen hechos sospechosos de injerencia  gubernamental: al margen de la amnistía fiscal  ─que tiene la marca de ser pro Bárcenas─ están las fincas “erróneamente” atribuidas a la infanta Cristina, el caso Noos, la convalidación de facturas previamente rechazadas  y ─la gota que ha colmado el vaso del escándalo─  ahora el expediente sancionador de la empresa Cemex, que se ha llevado por delante a la Inspectora de Hacienda actuaria, junto con otros ceses y dimisiones de altos cargos de la Agencia.
No hay injerencias políticas, dice el ministro del ramo. Pero los ceses y dimisiones son innegables, están en el BOE. Por causa de reestructuraciones derivadas del cambio reciente del Director General de la AEAT, explica la Vicepresidenta del Gobierno. Porque la cúpula de la Agencia era un nido de “socialistas”, se sincera el señor Montoro.
Los Inspectores de Hacienda en general, y especialmente los adscritos al Departamento de grandes empresas, instruyen expedientes sancionadores de una enorme complejidad contable, financiera y jurídica, de la que la razón técnica no siempre es capaz de dar una explicación unívoca e incontrovertible. Criterios dispares se contraponen en el proceso contradictorio y, al final, por el cauce reglamentario ─en la Administración rige el principio de jerarquía─ acaba por imponerse el acuerdo de propuesta de resolución sancionadora, con los recursos correspondientes en vía administrativa previos a la jurisdicción contenciosa. Sin embargo, es este carácter poliédrico y controvertible  de los expedientes fiscales el que da pie precisamente a la entrada de la razón política, que como credencial presenta la ética de la responsabilidad frente a la ética de los principios. ¿Habrá sido, pues, la imposición de la ética de la responsabilidad sobre la ética de los principios la causante de la escandalosa minoración de la sanción a la empresa Cemex?
Aceptemos, por tanto, que las discrepancias en la aplicación de criterios y en las propuestas de resolución de los expedientes fiscales no tienen carácter excepcional. Lo excepcional es que las lógicas controversias terminen en ceses fulminantes y en dimisiones solidarias de los Inspectores actuarios. Esto es lo inquietante y de ahí la alarma social. Pues, ¿quiénes son los Inspectores de Hacienda?, ¿acaso este Cuerpo Superior de la Administración está dominado por “rojos” y pro-socialistas proclives a poner zancadillas a los gobiernos de derechas?
Los Inspectores de Hacienda son reclutados mediante una oposición muy rigurosa que exige amplios conocimientos jurídicos, económicos, fiscales y contables. No hay sistema selectivo que garantice el posterior rendimiento profesional, pero este tipo de concurrencia competitiva asegura de entrada unas cualidades personales altamente meritorias: capacidad de estudio, fuerza de voluntad, constancia, disciplina, autocontrol,  carácter, tolerancia a la frustración, etc.  Sociológicamente, es de evidencia palmaria, los Inspectores de Hacienda no son extraídos de las clases trabajadoras, no son individuos que movidos por un resentimiento de clase intenten hacer la revolución social desde la Agencia Tributaria.
Pero los Inspectores, Subinspectores y demás trabajadores de la AEAT sí son funcionarios competentes, disciplinados y honestos. Dudo mucho ─y conozco muy bien la idiosincrasia de las Administraciones Públicas, tras más de 45 años de empleado público─ , dudo mucho, digo, que exista un sector de funcionarios, con todas las excepciones del caso que se quiera, que cumpla más fielmente con los deberes, principios éticos y de conducta señalados en el articulo 52 y siguientes del Estatuto del Empleado Público: objetividad, integridad,  neutralidad, responsabilidad, imparcialidad, confidencialidad, dedicación al servicio público, discreción…
Como fruto de la profesionalidad y buen hacer del funcionariado de la AEAT, ésta, a pesar de su cometido “temible” para el contribuyente, gozaba de una excelente imagen pública. Los obligados tributarios teníamos la convicción de que la máquina burocrática no hacía distingos, no discriminaba, no admitía recomendaciones ni peticiones de favores, al margen de que las leyes tributarias nos pareciesen más o menos justas y equitativas. Mas esa no era responsabilidad de los funcionarios; estos nos proporcionaban certidumbre de una aplicación objetiva e imparcial por su parte.
El caso Cemex está a punto de arrasar con valores tan esenciales para la democracia como es el de una Función Pública  profesional e independiente de la política partidista. Otra institución básica de Estado a punto de ser devorada por las fauces de un gobierno empeñado  en la misión “marxista” de la desaparición del Estado, que no nos lleva al perfecto estado socialista, por cierto, superada la dictadura del proletariado, sino que nos retrotrae a tiempos pasados…
En el derecho romano, y también en las leyes castellanas del medioevo, el fisco integraba los bienes privados del emperador o soberano. El erario público se refería a los bienes del pueblo. Con el tiempo, y conforme el pueblo conquistó la titularidad de la soberanía, el fisco y el erario público se fundieron constituyendo la hacienda pública, depósito de los bienes comunes. Hoy, en España, parece que el fisco haya vuelto a manos del soberano, que no es rey o emperador, sino el partido gobernante que ha hecho de la AEAT una propiedad privada, al servicio de intereses privados. Y contra esto están los funcionarios honestos, sea cual sea su inclinación política.

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