sábado, 7 de diciembre de 2013

PISA, REFORMAS EDUCATIVAS Y OTRAS ESTULTICIAS




En la presentación del último Informe Pisa se oye al ministro de Educación apostar porque en 2016 los presentadores del Informe tendrán ocasión entonces de congratularse de los progresos obtenidos, gracias ─se sobreentiende─ a su ley “para la mejora de la calidad educativa” (LOMCE). Sonríe el ministro como sugiriendo la suerte de su sucesor o sucesores que recogerán el fruto de su siembra…
Que un ministro de Educación, tenido por erudito y sabihondo, pretenda convencer a sus conciudadanos de que una ley, que en tres años no habrá dado apenas pasos, si es que alguno da, tendrá una influencia taumatúrgica en los resultados escolares, como si del bálsamo de Fierabrás se tratase, es un propósito tan descabellado que de su autor solo procede pensar que nos toma por estúpidos o que él lo es.
Está visto que PISA, en manos de los malos políticos, vale igual para un roto que para un descosido. Se ha convertido en un instrumento de manipulación de la opinión pública que se maneja de forma burda y grosera intelectualmente.
¿Quién que conozca el abecé del fenómeno educativo cree que una ley, una reforma educativa, con dos o tres años de vigencia influye para bien o para mal en los resultados académicos? Las reformas educativas que o no amplían el tramo de la educación básica obligatoria o no inciden en el estatuto jurídico de los profesores (acceso a los Centros de Formación, contenidos y estructura de la formación inicial (rasgos curriculares, organización de las prácticas, requisitos del personal docente de los Centros formadores del profesorado), sistemas de acceso a la enseñanza, carrera docente, retribuciones, perfeccionamiento profesional en ejercicio, etc., estas reformas, decimos, empaquetadas en flamantes Leyes Orgánicas, más allá del ruido mediático provocado por la recepción crítica de sectores de la comunidad educativa que se consideran perjudicados, apenas altera el quehacer pedagógico de profesores y alumnos en las aulas. En general, solo los equipos directivos leen la nueva normativa con la ayuda de la Inspección educativa, rebajada a simple órgano de intermediación administrativa, mientras el profesorado a pie de obra vive en perturbación permanente ante la catarata de modificaciones, que en el fondo no son otra cosa que innovaciones terminológicas, jergas recayentes sobre las ya existentes, envejecidas éstas antes de haberse estrenado en la práctica.
Recientemente, entre nosotros, a raíz de PISA, que evalúa “competencias”, se ha puesto de moda el imperativo de enseñar por competencias. Permítaseme la siguiente anécdota: al final de una charla sobre el tema impartida por uno de esos expertos pedagogos, predicadores de la buena nueva, que puntualmente surgen ad-hoc, la directora de un CEFIRE, con no poco agobio afirmó más que preguntó: “Entonces, con esto de las competencias, ¿tenemos ahora que empezar de nuevo, no?” Sin embargo, el buen profesor siempre ha dirigido su actividad docente a que sus alumnos fuesen capaces de utilizar lo aprendido en la vida práctica. J. Dewey ya nos dejó el conocido principio del  “learning by doing”. Es cierto que los profesores de corte tradicional han seguido la rutina didáctica de: motivar, exponer, explicar, ejercitar y, al final, aplicar lo aprendido.  Pero también es verdad que los buenos maestros han invertido la secuencia y han iniciado el proceso por el final, es decir, por el planteamiento de una situación problemática práctica de la vida cotidiana que hay que resolver, y a partir de aquí han trabajado para que los alumnos adquiriesen los conocimientos, las capacidades, las destrezas y técnicas para ser competentes en la solución del problema.
Si el programa de evaluación PISA supusiese sólo la modificación del enfoque didáctico que acabamos de indicar  (enseñar por competencias), poca objeción cabría hacerle. Sin embargo, en PISA subyace otro fondo ideológico que conviene desvelar.
En primer lugar, la “empresa” responsable de PISA se llama Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), cuyo objetivo es la promoción de políticas diseñadas para:
-    “Alcanzar el empleo y el crecimiento económico sostenible más alto y un nivel de vida creciente en los países miembros, a la vez que se mantenga la estabilidad financiera, contribuyéndose de ese modo al desarrollo de la economía mundial.
-   Contribuir a la expansión económica sólidamente fundamentada en el proceso de desarrollo, tanto en los países miembros como en los países que no lo son.
-  Contribuir a la expansión del comercio internacional de modo multilateral y no discriminatorio de acuerdo con las obligaciones internacionales.”
Pues bien, en el seno de una organización como ésta de sentido tan economicista es donde nace el Proyecto Internacional para la Producción de Indicadores de Rendimiento de los Alumnos (PISA). Los marcos conceptuales de la evaluación del Proyecto PISA  describen “qué se evalúa” y “cómo han sido elaboradas” las pruebas  por equipos de expertos para la lectura, las matemáticas y las ciencias. Las demás áreas del currículo no entran, no interesan al aparato productivo. Esta visión reductora proyecta un hombre unidimensional dirigido en exclusiva a la producción y al consumo. Los ideólogos de la OCDE se suelen preguntar: ¿Hasta qué punto los jóvenes están preparados para enfrentarse a los “retos del futuro”? La pregunta debiera ser: ¿Hasta qué punto los jóvenes están preparados para decidir y determinar qué retos del futuro merecen la pena desde el punto de vista humano? Porque el hombre es algo más que un ser para la economía. Más bien la economía se debe al servicio del hombre.
En efecto, ciñéndonos a la inteligencia ni siquiera es ésta una entidad unívoca. Ya a principios del siglo pasado Spearman formuló la teoría bifactorial de la inteligencia, según la cual se daba un factor G  (general) y un factor S (específico: verbal, numérico, visual…). Y más tarde  (1938), Thurstone, utilizando el análisis factorial, describió diversas dimensiones de la inteligencia: fluidez verbal, comprensión verbal, espacial, perceptivo, lógico, numérico, memoria… No hace mucho (1983) Howard Gardner planteó su teoría de las inteligencias múltiples: lingüístico-verbal, lógico-matemática, espacial, musical, corporal-kinestésica, intrapersonal, interpersonal, naturalista. 
Esto que dicen los científicos de la psicología forma parte del saber empírico de la gente común.  Nadie es inteligente total. Ni siquiera los genios lo son para todo y en todo. Tampoco hay incapaces absolutos. En cada hombre siempre hay algún talento a descubrir y a alentar por los buenos maestros. Pero para PISA solo existe la lengua, las matemáticas y las ciencias. Ni los músicos ni los filósofos importan. Par producir y consumir incluso estorban, distraen.
En segundo lugar, y en un plano más técnico que ideológico, la clasificación jerárquica de los países participantes en la evaluación por el número de puntos obtenidos no es para tomársela como si estuviese grabada en roca. El saber (información, conocimiento, sabiduría) es bastante refractario a la medición. La traducción del saber de un alumno a una dimensión cuantitativa (número de puntos) presenta problemas epistemológicos de envergadura que las sofisticaciones estadísticas no resuelven. Por otra parte, los países objeto de comparación son tan diversos por el volumen de población, la homogeneidad o heterogeneidad de ésta, su tradición ilustrada o reaccionaria, su nivel socioeconómico, etc. que requieren una lectura de sus resultados en clave relativista y autoreferenciada.
Todo lo hasta aquí dicho nos conduce a dos conclusiones:
Primera. El fenómeno PISA necesita ser desmitificado y los resultados de las evaluaciones trianuales han de ser leídos en su contexto, siendo siempre datos muy relativos, nada absolutos.

Segunda. Se debe hacer oídos sordos a las estulticias que los malos políticos ─analfabetos funcionales muchos de ellos en temas de educación─ suelen decir al interpretar los resultados de PISA. Porque oír que el paro en España se debe a la maldad de la LOGSE, por ejemplo, no hay tímpano humano que lo soporte. Cuando miles de jóvenes sobradamente preparados tienen que exiliarse, ¿cómo se puede vomitar tamaña majadería? Pues con todo el descaro del mundo lo han hecho, entre otros políticos del PP, la señora Cospedal y la señora Esperanza Aguirre, dos lumbreras.

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