En la
presentación del último Informe Pisa se oye al ministro de Educación apostar
porque en 2016 los presentadores del Informe tendrán ocasión
entonces de congratularse de los progresos obtenidos, gracias ─se
sobreentiende─ a su ley “para la mejora de la calidad educativa” (LOMCE).
Sonríe el ministro como sugiriendo la suerte de su sucesor o sucesores que
recogerán el fruto de su siembra…
Que un
ministro de Educación, tenido por erudito y sabihondo, pretenda convencer a sus
conciudadanos de que una ley, que en tres años no habrá dado apenas pasos, si
es que alguno da, tendrá una influencia taumatúrgica en los resultados
escolares, como si del bálsamo de Fierabrás se tratase, es un propósito tan
descabellado que de su autor solo procede pensar que nos toma por estúpidos o
que él lo es.
Está visto
que PISA, en manos de los malos políticos, vale igual para un roto que para un
descosido. Se ha convertido en un instrumento de manipulación de la opinión
pública que se maneja de forma burda y grosera intelectualmente.
¿Quién que
conozca el abecé del fenómeno educativo cree que una ley, una reforma
educativa, con dos o tres años de vigencia influye para bien o para mal en los
resultados académicos? Las reformas educativas que o no amplían el tramo de la
educación básica obligatoria o no inciden en el estatuto jurídico de los
profesores (acceso a los Centros de Formación, contenidos y estructura de la
formación inicial (rasgos curriculares, organización de las prácticas,
requisitos del personal docente de los Centros formadores del profesorado),
sistemas de acceso a la enseñanza, carrera docente, retribuciones,
perfeccionamiento profesional en ejercicio, etc., estas reformas, decimos,
empaquetadas en flamantes Leyes Orgánicas, más allá del ruido mediático
provocado por la recepción crítica de sectores de la comunidad educativa que se
consideran perjudicados, apenas altera el quehacer pedagógico de profesores y
alumnos en las aulas. En general, solo los equipos directivos leen la nueva
normativa con la ayuda de la Inspección educativa, rebajada a simple órgano de
intermediación administrativa, mientras el profesorado a pie de obra vive en
perturbación permanente ante la catarata de modificaciones, que en el fondo no
son otra cosa que innovaciones terminológicas, jergas recayentes sobre las ya
existentes, envejecidas éstas antes de haberse estrenado en la práctica.
Recientemente,
entre nosotros, a raíz de PISA, que evalúa “competencias”, se ha puesto de moda
el imperativo de enseñar por competencias. Permítaseme la siguiente anécdota:
al final de una charla sobre el tema impartida por uno de esos expertos
pedagogos, predicadores de la buena nueva, que puntualmente surgen ad-hoc, la
directora de un CEFIRE, con no poco agobio afirmó más que preguntó: “Entonces,
con esto de las competencias, ¿tenemos ahora que empezar de nuevo, no?” Sin
embargo, el buen profesor siempre ha dirigido su actividad docente a que sus
alumnos fuesen capaces de utilizar lo aprendido en la vida práctica. J. Dewey
ya nos dejó el conocido principio del “learning by doing”. Es cierto que los
profesores de corte tradicional han seguido la rutina didáctica de: motivar,
exponer, explicar, ejercitar y, al final, aplicar lo aprendido. Pero también es verdad que los buenos
maestros han invertido la secuencia y han iniciado el proceso por el final, es
decir, por el planteamiento de una situación problemática práctica de la vida
cotidiana que hay que resolver, y a partir de aquí han trabajado para que los
alumnos adquiriesen los conocimientos, las capacidades, las destrezas y
técnicas para ser competentes en la solución del problema.
Si el
programa de evaluación PISA supusiese sólo la modificación del enfoque
didáctico que acabamos de indicar
(enseñar por competencias), poca objeción cabría hacerle. Sin embargo,
en PISA subyace otro fondo ideológico que conviene desvelar.
En primer
lugar, la “empresa” responsable de PISA se llama
Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE), cuyo objetivo es la promoción de políticas
diseñadas para:
- “Alcanzar el empleo y el crecimiento económico
sostenible más alto y un nivel de vida creciente en los países miembros, a la
vez que se mantenga la estabilidad financiera, contribuyéndose de ese modo al
desarrollo de la economía mundial.
- Contribuir a la expansión económica sólidamente
fundamentada en el proceso de desarrollo, tanto en los países miembros como en
los países que no lo son.
- Contribuir a la expansión del comercio internacional de
modo multilateral y no discriminatorio de acuerdo con las obligaciones
internacionales.”
Pues bien, en
el seno de una organización como ésta de sentido tan economicista es donde nace
el Proyecto Internacional para la Producción de Indicadores de Rendimiento de
los Alumnos (PISA). Los marcos conceptuales de la evaluación del Proyecto
PISA describen “qué se evalúa” y “cómo
han sido elaboradas” las pruebas por
equipos de expertos para la lectura, las matemáticas y las ciencias. Las demás
áreas del currículo no entran, no interesan al aparato productivo. Esta visión
reductora proyecta un hombre unidimensional dirigido en exclusiva a la
producción y al consumo. Los ideólogos de la OCDE se suelen preguntar: ¿Hasta
qué punto los jóvenes están preparados para enfrentarse a los “retos del
futuro”? La pregunta debiera ser: ¿Hasta qué punto los jóvenes están preparados
para decidir y determinar qué retos del futuro merecen la pena desde el punto
de vista humano? Porque el hombre es algo más que un ser para la economía. Más
bien la economía se debe al servicio del hombre.
En efecto,
ciñéndonos a la inteligencia ni siquiera es ésta una entidad unívoca. Ya a
principios del siglo pasado Spearman formuló la teoría bifactorial de la
inteligencia, según la cual se daba un factor G
(general) y un factor S (específico: verbal, numérico, visual…). Y más
tarde (1938), Thurstone, utilizando el
análisis factorial, describió diversas dimensiones de la inteligencia: fluidez
verbal, comprensión verbal, espacial, perceptivo, lógico, numérico, memoria… No
hace mucho (1983) Howard Gardner planteó su teoría de las inteligencias
múltiples: lingüístico-verbal, lógico-matemática, espacial, musical,
corporal-kinestésica, intrapersonal, interpersonal, naturalista.
Esto que
dicen los científicos de la psicología forma parte del saber empírico de la
gente común. Nadie es inteligente total.
Ni siquiera los genios lo son para todo y en todo. Tampoco hay incapaces
absolutos. En cada hombre siempre hay algún talento a descubrir y a alentar por
los buenos maestros. Pero para PISA solo existe la lengua, las matemáticas y
las ciencias. Ni los músicos ni los filósofos importan. Par producir y consumir
incluso estorban, distraen.
En segundo
lugar, y en un plano más técnico que ideológico, la clasificación jerárquica de
los países participantes en la evaluación por el número de puntos obtenidos no
es para tomársela como si estuviese grabada en roca. El saber (información,
conocimiento, sabiduría) es bastante refractario a la medición. La traducción
del saber de un alumno a una dimensión cuantitativa (número de puntos) presenta
problemas epistemológicos de envergadura que las sofisticaciones estadísticas
no resuelven. Por otra parte, los países objeto de comparación son tan diversos
por el volumen de población, la homogeneidad o heterogeneidad de ésta, su
tradición ilustrada o reaccionaria, su nivel socioeconómico, etc. que requieren
una lectura de sus resultados en clave relativista y autoreferenciada.
Todo lo hasta
aquí dicho nos conduce a dos conclusiones:
Primera. El
fenómeno PISA necesita ser desmitificado y los resultados de las evaluaciones
trianuales han de ser leídos en su contexto, siendo siempre datos muy
relativos, nada absolutos.
Segunda. Se debe hacer oídos sordos a las estulticias que los malos
políticos ─analfabetos funcionales muchos de ellos en temas de educación─
suelen decir al interpretar los resultados de PISA. Porque oír que el paro en
España se debe a la maldad de la LOGSE, por ejemplo, no hay tímpano humano que
lo soporte. Cuando miles de jóvenes sobradamente preparados tienen que
exiliarse, ¿cómo se puede vomitar tamaña majadería? Pues con todo el descaro
del mundo lo han hecho, entre otros políticos del PP, la señora Cospedal y la
señora Esperanza Aguirre, dos lumbreras.
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