La palabra
humanidad, entre otras acepciones, designa el conjunto de seres vivos, de
distintas razas, clases, naciones y tribus que pertenecen a la misma especie,
la especie humana. Podría decirse con verdadero sentido que la humanidad es
como una gran familia en la que todos están ‘emparentados’ entre sí por muy
alejados que se encuentren. En potencia, cada individuo puede ser pareja de
cualquier otro.
John Locke,
en el siglo XVII, había afirmado que “los límites de las especies, por haberlos
elegido el hombre, son artificiales”. Linneo, padre de la biología sistemática,
sostuvo contrariamente que las especies eran entidades creadas de forma directa
por Dios y que nadie ni nada podía modificarlas. Darwin demostró que el hombre
forma parte de la naturaleza, que es naturaleza, y que la especie humana como
todas las demás ha evolucionado y seguirá evolucionando a partir de antepasados
distintos.
Antes de los
progresos de la genética no era posible alcanzar una comprensión satisfactoria
de la naturaleza de las especies. Hoy estamos en condiciones de afirmar que la
humanidad es una población mendeliana única, inclusiva, es decir, que la
humanidad posee un acervo de genes común, que ha evolucionado y probablemente seguirá
haciéndolo, pero como ‘un sistema
genético único’.
Los sistemas
genéticamente abiertos normalmente de forma gradual van divergiendo hasta
formar sistemas genéticamente cerrados (especies nuevas). Este proceso de cierre genético se llama
especiación o formación de una nueva especie. La humanidad es, pues, una
población mendeliana cerrada, un sistema
único, fuera del cual no puede haber intercambio genético. En
consecuencia, todos los hombres de bien deberíamos suscribir aquellas hermosas
palabras de Jonh Donne: “Estoy implicado en la humanidad”.
Sin embargo,
poco de lo que uno observa a su alrededor aboga por la visión humanista que se
desprende de las nociones de biología que preceden. Al contrario. El visitante
de otro planeta no necesitaría ir a bibliotecas y hemerotecas y leer los
informes de Oxfan Intermón o el último libro de Zygmunt Bauman para apercibirse
de que las 85 personas más ricas del mundo tienen la misma riqueza que los
cuatro billones más pobres de la tierra…
Las diferencias en la disposición de los recursos las contemplaría de inmediato
entre unos continentes y otros, entre naciones, entre ciudades, entre la ciudad
y el medio rural, entre unos hombres y otros, entre hombres y mujeres… Por
doquier hallaría individuos derrotados por la drogadicción, por la enfermedad,
por una educación deficiente; se daría
de bruces con minorías sociales excluidas de la sociedad, especie de submundo
al que le resultaría difícil identificar como humano.
Si ese
imaginario visitante extraterrestre tuviese veleidades de psicómetra y se
aplicase a medir la inteligencia de los humanos con el instrumental psicotécnico
del stablishment académico, se
encontraría con diferencias abismales; se encontraría con que “el mayor número
de débiles mentales, cretinos, retrasados e idiotas lo detectan los tests entre
estos niños”, los de las clases populares. “El test sirve para reforzar y
justificar científicamente la división de clase que la escuela reproduce ya de
antemano” (Michel Tort).
No sería
descabellado suponer que el huésped planetario, vista la desmesurada
desigualdad entre seres de la misma especie, al despedirse de sus anfitriones,
esos 85 hombres más ricos del mundo, se atreviese a decirles un discurso
parecido a éste: “Muchas gracias, señores míos, por sus atenciones. Trasladaré
a los líderes de mi planeta su amable acogida y las facilidades dadas para mis
observaciones. Pero he de confesarles, a fuer de sincero, que tienen aquí
ustedes un gran desorden, un gran caos. Carecen de clasificaciones y jerarquías
eficaces. Todas las Constituciones por las que se rigen los países más
avanzados proclamen derechos fundamentales ciudadanos y, además, esas
Constituciones democráticas las pretenden extender a las regiones más remotas
de la Tierra. Y yo pienso: en Namibia el coeficiente Gini es de 0,707; ¿qué
podrán hacer allí con la democracia? La verdad, detalles como éste del
coeficiente Gini me hacen mucha gracia. Qué empeño en medir lo que no se
pretende corregir…! Creo que ustedes no han reflexionado sobre las
consecuencias de la situación actual. ¿No han pensado en una revolución
violenta que acabe con todos ustedes? Subdividan la especie humana. Tienen
medios biológicos para romper la cerrazón de su dote genética, abran procesos
de subespeciación y creen especies nuevas que desagreguen a los elementos que
no están a la altura. En el planeta del que yo vengo una operación parecida se
hizo hace siglos: allí habemos hombres alfa, beta, gamma, etc. Allí vivimos en
un mundo feliz, sin conflictos, un épsilon no creerá jamás que es un alfa. Y a
quien siente algún malestar pasajero se le proporciona una pastilla, soma, y se
le devuelve a la euforia ambiente…”
Al terminar el
extraterrestre su discurso, el comité de ricos líderes aplaudiría por
educación, pero antes de que el visitante les mostrase la espalda, las risotadas
de los nuestros podrían oírse en el planeta del ingenuo visitante. Y luego
seguirían con las ostras y el champagne francés, seguros tras sus barricadas y
sus puentes levadizos inexpugnables.
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