viernes, 23 de octubre de 2015

¿ESCOLARIZACIÓN OBLIGATORIA HASTA LOS 18 AÑOS?

La elevación del grado académico de los profesores y el aumento de los años de escolaridad obligatoria son sin duda dos factores que mejoran la educación de los pueblos. Otras variables del sistema escolar, si se activan positivamente, pueden favorecer una educación de más calidad, pero no lo hacen en relación tan predeterminada y certera. Por ejemplo,  la variable financiación, que, de no mediar una buena administración, no siempre se correlaciona en positivo con los resultados escolares. El nivel académico del profesorado y la duración de la educación institucional siempre acompañan al progreso de los ciudadanos.  A profesores más instruidos y formados corresponde una educación superior y una escolarización más amplia temporalmente  va de la mano de ciudadanos más aptos para la vida productiva y cívica. Estas son certezas dificilmente atacables. Entonces... ¿por qué el título de este escrito va en interrogante?

Al Partido Socialista se debe que la enseñanza obligatoria se extendiera hasta los 16 años al aprobar la LOGSE en 1990, culminando un larguísimo proceso histórico que partía desde la Edad Media, en que el concepto de infancia no existía, y pasaba por la Ley Moyano de 1857, según la cual los niños (digo bien, los niños, no las niñas) solo venían obligados a asistir a la escuela de los 6 a los 9 años. Al día de hoy, en un momento en que en España deben refundarse tantas cosas -entre ellas, nada menos, el pacto constitucional (léase al respecto  La reforma constitucional inviable, de J. Pérez Royo)- , vuelve el Partido Socialista a proponer  en el Borrador de su Programa para las Elecciones del 20-D  la valiente y arriesgada apuesta de una educación obligatoria hasta los 18 años.

Tal apuesta es difícil de atacar como norma general avalada por la experiencia. Sin embargo, desde la sociología crítica no han faltado llamadas de atención sobre los aspectos negativos que tiene el fenómeno de la creciente duración del tiempo dedicado por las nuevas generaciones a estudiar y prepararse para la vida, mientras la vida real se desvanece en la espera. La escuela se convierte en guardería, en ejército de mano de obra a la expectativa de destino laboral que no acaba de llegar nunca, la adolescencia se prolonga ad infinitum, la autonomía personal se hace imposible, la inmadurez se eterniza, la función disciplinante de la educación institucional se hace insoportable.

Las razones en favor del aumento de la duración de la educación, no obstante, siguen siendo poderosas: la tecnologización del sistema productivo exige competencias complejas adquiribles en largos procesos de aprendizaje; por otra parte, el enrevesado mundo de las relaciones sociales, económicas e ideológicas requiere también ciudadanos con niveles cada vez más altos de capacidad de abstracción, so pena de quedar reducidos a piezas recambiables y manipulables al servicio de la Gran Máquina. En definitiva, se trata de la necesidad imperiosa de formar capital humano, que es el elemento más determinante de la riqueza de las naciones.

La tendencia a prolongar la obligatoriedad de la educación es general en Europa. En el año 2009 casi el 90% de los jóvenes de 17 años estaba escolarizada y entre 2000 y 2009 la población de la UE-27 que cursaba estudios superiores se incrementó en un 22%. Entre 2005-2009 la duración media de la 'vida escolar' fue en la UE-27 de 17.2 años, siendo los paises de más alta 'esperanza de vida escolar' Bélgica, Finlandia, Suecia e Islandia con 20 años de promedio. En España la educación propiamente obligatoria es de 10 años (de los 6 a los 16). En general en Europa los países oscilan entre los 8 y lo 10 años. Sin embargo, Letonia, Luxemburgo. Malta y Reino Unido están en los 11 años, Portugal e Irlanda del Norte en los 12 y Países Bajos en 13. Con la reforma que propone el Partido Socialista, de 6-18 años, nos pondríamos a la cabeza de Europa en este aspecto, lo cual se conllevaría bien con la fijación de las líneas maestras para el nuevo país  que proyecta el PSOE.

La escolarización obligatoria hasta los 18 años supone un salto adelante tan trascendente que conviene asegurar cavilando mucho y haciendo bastantes números previamente: habrá que realizar proyecciones demográficas fiables en medio de la crisis económica y social (en España el grupo de niños-as de 5-9 años se incrementó en más del 16%  entre los años 2000-2010 y la previsión era que la tendencia se mantuviese hasta 2020, a diferencia del promedio de Europa); antes de nada, procederá reducir las actuales ratios alumnos/profesor incrementadas por 'los recortes', no sea que el alumnado de 17 y 18 años quiera embutirse en las mismas aulas físicas existentes, con la consiguiente masificación de los espacios, y tanto más si se tiene el objetivo de ampliar la escolarización por abajo, de cero a tres años; el mantenimiento del alumnado de 16 a 18 años, si no estamos dispuestos a regresar a las escandalosas cifras del abandono escolar de antes de la crisis, exigirá unos planteamientos curriculares y pedagógicos muy innovadores (en la realidad de las aulas, no en la literatura de los boletines oficiales), basados en la alternancia mano/cerebro, aula/empresa, en especial para el alumnado con más dificultades para el pensamiento abstracto...

El propósito del Partido Socialista es valiente y arriesgado, hemos dejado escrito más arriba. Pero la valentía y el riesgo comparten frontera con la temeridad y el fracaso y la sociedad española no está ya para más frustraciones. Tampoco puede quedar incumplida, una vez más, la promesa de la denuncia de los Acuerdos con el Vaticano y la consiguiente exclusión de la asignatura de religión católica del curriculum oficial. Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

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