A la espera del 27-S, acude a mi mente
el título de uno de los últimos ensayos del maestro de historiadores, el
catalán Josep Fontana, El futuro es un
país extraño. Título que no se
refiere a la ‘cuestión catalana’, sino a
«una reflexión sobre la crisis social de comienzos del siglo XXI» desde
una perspectiva global. Pero no me negará el posible lector que el insigne
historiador marxista-nacionalista inconscientemente no haya logrado una
metáfora brillante y esclarecedora del panorama que se prepara en Cataluña para
después de las elecciones. Porque, prima facie, el catalán va a ser un país
extraño.
Para empezar, ya es chocante que la
rotura del eje derecha/izquierda y su sustitución por el de independentismo/no
independentismo distorsione los resultados electorales que adelantan las
encuestas. Tomando los promedios de los votos que obtendría cada partido,
agrupamiento o coalición, hemos calculado que las fuerzas de derechas (CDC, C’s,
PP...) apenas alcanzarían los 63 escaños, mientras que las izquierdas (PSC,
Catalunya Sí que es pot, ICV, ERC, la CUP...) no bajarían de los 75. En
Cataluña gobernaría la izquierda, lo que parecería lógico después de las políticas
antisociales del conservadurismo neoliberal y de la corrupción del partido del
actual Presidente de la Generalidad y sus secuaces, con la familia Pujol a la
cabeza y el 3% por estandarte nacional.
Por contra, el eje independencia/no
independencia hace que en el polo secesionista se mezclen y sumen los liberal
conservadores de CDC, la izquierda republicana de ERC, los socialcristianos de
DC, los exsocialistas del Moviment d’Esquerres, MES, los ‘independientes’ de la
Asamblea Nacional, ANC y Omnium Cultural, el ‘independiente’ Raül Romeva (que
hasta el mes de mayo militaba en ICV)...
Y a toda esta tropa hay que añadir, aunque vaya en lista separada, a la
gente de la candidatura de Unidad Popular, Crida Constituent (la CUP)... La
suma total es una mayoría absoluta en escaños que roza la mayoría en votos.
Por otra parte, el análisis de las
líneas maestras de los programas electorales nos pone ante la evidencia de dos
hechos: primero, que CDC, ERC, CUP, ANC, OC
et alterii tienen como primordial e inmediato objetivo la independencia;
y, segundo, que, acto seguido, CDC pretendería constituir una República
burguesa neoliberal, ERC querría una República más o menos de izquierdas, la
ANC y OC coincidirían en el punto de llegada con CDC, la CUP pugnaría por una
República anticapitalista. Extraña situación. Culminado el hito de la
independencia, a los acompañantes
del proceso
se les aparece una encrucijada de varios caminos: ¿Quién decidirá la dirección
a tomar? Los votos, responderán los separatistas. Ah, pero en ese momento de la
historia y en ese punto de la ruta habrá que contabilizar los votos de los
partidos no independentistas de principio,
lo que complicará todavía más las cosas a la hora de predecir quién se llevará
el gato al agua o, por decirlo en una expresión clásica de la jerga política,
quién ha sido ‘compañero de viaje’ y quién ha sido amo de la caravana, guía
durante la aventura y empoderado del destino último. Es decir, quiénes han sido
los tontos y quiénes los listos
La categoría política de ‘compañeros de
viaje’ fue acuñada por Trotski en 1923 en referencia a aquellos defensores del
comunismo que, no obstante, se resistían a ingresar en las filas del Partido.
Desde entonces la conceptualización se aplicó con éxito a todos aquellos que
coincidiendo total o parcialmente con las ideas de los partidos comunistas no
daban el paso a la militancia de carnet, pero colaboraban con ellos desde la
ciencia, la cultura, el periodismo. Durante el franquismo la nómina de ‘compañeros
de viaje’ que siguieron, escoltaron e hicieron cortejo al convoy del PCE fue
numerosa. Por aquellos años el PCE era una referencia épico-estética que
ejercía enorme atracción en sectores emergentes de la sociedad, de la cultura y
la intelectualidad. Cuando, ya en democracia, a primeros de los ochenta del
siglo pasado, encalla electoralmente el PCE, y es el Parido Socialista el que
toma las riendas del proyecto progresista, el gran cortejo de militantes,
simpatizantes y colaboradores de los auténticos luchadores comunistas españoles
se fue poco a poco raquitizando hasta hacerse insignificante. Hacer el escrutinio
de la vida y milagros de aquellos ‘comunistas coyunturales’ proporciona un
decepcionante saldo de aprovechados, buscavidas, trileros y taimados que
sacaron raja de la luchas del Partido. Preguntarse por ─entre Marcelino Camacho
y Ramón Tamames, por ejemplo─ quién fue ‘compañero de viaje’ de quién no es
ocioso.
Tampoco es inocua la interrogación por
el papel que está jugando (y jugará en el futuro post 27-S) cada uno de los
actores en el envite por la independencia de Cataluña. En este momento, a
escasas horas de celebrarse las Elecciones, solo hipotéticamente puede responderse. En el paisaje después de la batalla será
necesario hacer inventario de los vencedores y de los vencidos En esta enorme
patraña que supone el happening independentista habrá que averiguar lo que ha
sido de los diversos componentes del coro, en el que hay desde ‘niños de coro’
hasta sicofantes, desde danzarines hasta cantores a varias voces. Lo que
procede afirmar hoy ─historia magistra vitae─ es que Mas y lo que representa no
serán los perdedores. Los ‘compañeros de viaje’ habrán sido otros, no ellos. La
lucha de clases, por muy difusos que estén los contornos de los grupos
sociales, existe, como debe saber el prestigioso historiador catalán, señor J. Fontana,
marxista nacionalista, que nos obligó a leer las 1230 páginas de su monumental
libro Por el bien del Imperio. Una
Historia del mundo desde 1945 para demostrarnos que todo lo que ha ocurrido
en el mundo desde 1945 ha sido «por el bien de Imperio» (americano, se
entiende).
También
debemos agradecer al señor Fontana la feliz metáfora que, con tristeza,
aplicamos a Cataluña al inicio de este artículo: «El futuro es un país extraño».