lunes, 14 de septiembre de 2015

INDEPENDENTISMO CATALÁN Y PSICOLOGÍA DE MASAS

Once de septiembre. La Diada. La pantalla del televisor está a punto de estallar. El estruendo es ensordecedor. La muchedumbre multicolor ─amarillos-rojos...─ desfila parsimoniosamente por la Meridiana y calles adyacentes de Barcelona componiendo figuraciones simbólicas ─la ‘V’, vía libre hacia la República Catalana, también podría ser V de Victoria o de Vencedor─. Flamean las banderas esteladas, banderolas y banderines como enormes abanicos que airean la temperatura de la masa. Se agitan pancartas con lemas, eslóganes, estrofas de rima  ripiosa. Se divisan jóvenes, adultos, niños ─tan pronto hechos masa, masificados─, personas mayores, extemporáneamente  contagiados de la energía libidinosa de la multitud. El periodista del plató central establece conexiones entrecortadas con reporteros a pie de manifestación, entrevista a líderes políticos, a gente de a pie, chirrían las voces desincronizadas, crece la algarabía. Gran Fiesta de la Libertad. El Pueblo camina con paso firme hacia la Tierra Prometida. Siento nauseas, luego irritación; al final, melancolía. Apago la televisión.
¿Pues es que me molestan las manifestaciones ciudadanas? ¿Acaso el de manifestación no es un derecho constitucional? Nadie niega que sea un derecho fundamental, pero también se nos permitirá, aunque solo sea como catarsis personal, analizar el fenómeno de la masa en movimiento hacia la independencia catalana a la luz de la psicología de masas.
La psicología de las masas tiene sus clásicos: Gustave Le Bon, Mc Dougall, el mismo Freud.  En la masa el individuo se diluye en lo que Le Bon denomina alma colectiva, por la cual es hipnotizado e inducido a comportamientos irracionales y fanáticos y a sentimientos de omnipotencia. Cierto que la masa no siempre es monstruosa, también puede ser heroica. Freud, haciendo la crítica a Le Bon, reconoce que las colectividades pueden ser sujetos de un gran desinterés, capaces de anular los intereses personales radicados en el individuo. Relacionado con el sentimiento de omnipotencia que proporciona la multitud, está el entusiasmo que capacita al individuo para superar la imposición de la “moral” de la sociedad, y aun de las leyes.
Siguiendo a Mc Dougall (Group Mind), el movimiento masa del independentismo catalán no pertenece a la especie de las asociaciones pasajeras, sino que aparece como estable y permanente, al menos hasta que logre sus objetivos, que estarán siempre en litigio con los resistentes unionistas. Es por ello que no se muestra como multitud ‘desorganizada’: hay un objetivo común y unos mismos sentimientos, cada vez más exaltados en base al principio de «inducción directa de las emociones por medio de la reacción simpática primitiva» (uno contagia al otro y el otro contagia al uno).
La mirada psicoanalítica de Freud nos muestra el tremedal de las energías de la libido en el que  encuentran explicación los mecanismos dinámicos de los fenómenos de masas: la sugestión, la identificación de los individuos entre sí a través del objetivo común, el enamoramiento, la hipnosis. Corrigiendo a Trotter, el padre del psicoanálisis afirma que el hombre más que gregario es un animal de horda. Toda esta psicología, determina Freud, «corresponde a un estado de regresión a una actividad anímica primitiva, tal y como la atribuiríamos a la horda prehistórica».
Hundido en este pozo freudiano, no me resisto a encender de nuevo la televisión. Un líder de la CUP, un tal Baños, inmerso en el jolgorio de la Muchedumbre y en el cinismo personal, responde al entrevistador que sí, que ellos quieren irse de España y también de Europa y del mundo capitalista... Me pregunto cómo la CUP va a compaginar su independentismo con el del señor Más, líder de un partido corrupto y neoliberal por otras señas. Y me viene a la mente la parábola de los puercoespines ateridos (Shopenhauer): empujados por el frío los puercoespines se aproximan entre sí para darse calor, pero al pincharse se vuelven a alejar; y así una y otra vez hasta que encuentran la distancia de aproximación correcta. Ningún hombre soporta una aproximación demasiado íntima. El demasiado trato íntimo genera un depósito de sentimientos hostiles. ¿Cuánto aguantará la energía erótica común entre un postcomunista y el líder de un partido de derechas corrupto?
Seguimos en las mismas claves freudianas. Entre el señor Mas y el señor Rajoy ─es inevitable la personalización para abreviar─, han conseguido la ruptura del magma libidinoso-amoroso común que subyacía a las dos colectividades, la española y la catalana. Ahora, mientras los individuos que piden la separación de España en masa caminan hipnotizados y entusiastas hacia una independencia de la que ya  paradójicamente han abdicado en la masa, la otra parte, la abandonada, empieza a sufrir el cortejo de los peores sentimientos que acompañan al rechazo y al despecho. Una desgraciada historia de desamor, en la que, ante las taimadas promesas de dialogaremos, podemos ser amigos, seremos más felices por separado, se agita en la parte despreciada un volcán de hostilidad que nada bueno augura.
Vuelvo a apagar la tele. Me asusta el entusiasmo de las masas. Y me llena de ira la irresponsabilidad de quienes nos han conducido al borde de este precipicio manipulando el fondo más primitivo de la psicología humana por interese partidistas.

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