lunes, 21 de septiembre de 2015

¿ES GOBERNABLE LA EDUCACIÓN EN ESPAÑA? (VIII)

Intelectualmente no sería decente haber señalado y criticado las causas que impiden la buena gobernanza de la educación y terminar el discurso haciendo mutis por el foro sin responder, aunque fuere someramente, a la clásica pregunta del qué hacer. Es por ello que dedicaremos este escrito a proponer razonadamente algunas medidas concretas a tomar en el ámbito de la lucha político-ideológica, de los cambios legislativos y de las tensiones nacionalistas, dejando para posteriores entregas las propuestas relativas al estatuto funcionarial de los docentes, las complejidades de la participación, la mejora de la formación de los administradores de la educación y el perfeccionamiento del control al que debe estar sometido el sistema escolar en todos sus elementos 
La primera norma que cualquier gobierno alternativo debe autoimponerse es la de renunciar a un cambio global de la Ley vigente, si no es con acuerdo de las fuerzas políticas de oposición. Prohibido añadir una Ley más a las siete aprobadas durante el periodo democrático. Los profesores no aguantarían ya una nueva organización del currículo, modificaciones en la estructura de las asignaturas, en los criterios de evaluación, en los materiales didácticos, en la jerga pedagógica... Y la sociedad  tampoco estaría dispuesta a soportar debates agotados. Corolario de esta primera norma es que cualquier reforma que quiera acometerse deberá seguir los principios de la prudencia, la discreción, la gradualidad y la mínima perturbación de la vida de las aulas.
En el núcleo de la controversia ideológica está la religión católica y, por otro lado, la libertad de enseñanza, ambos elementos estrechamente interrelacionados, no sabiéndose bien cuál está en función del otro, si los padres quieren elegir centro para que sus hijos se formen en la religión y moral católicas o utilizan la religión como pretexto para optar a un colegio selectivo, separado de la vulgaridad de lo público. Del carácter nuclear de esta cuestión da buena cuenta el derroche de referencias volcado en la LOMCE: la libertad de enseñanza se fija como Principio fundamental en su artículo 1º; de nuevo la libertad de enseñanza aparece en el artículo 2º Bis atinente al sistema escolar; se vuelve sobre la dichosa libertad de enseñanza al modificar el artículo 4 de la LODE, que en su apartado b) proclama el derecho de las familias a escoger centro público o privado y en el apartado c) se insiste en el derecho a la formación religiosa y moral de los hijos.
Así las cosas, ¿qué se puede hacer? ¿Qué puede intentar un gobierno de centro izquierda, socialdemócrata, que necesitaría el apoyo de Podemos? Antes de responder recordemos los mimitos que el líder de Podemos suele hacer al Papa Francisco... De inmediato habría que denunciar para reformar los Acuerdos con la Santa Sede respecto a la interpretación de la presencia de la religión católica en la escuela, que de ningún modo puede equipararse al resto de las asignaturas. Se acaban de publicar los primeros informes constatando en algunos Institutos el incremento de un 150% de la demanda de religión desde que puntúa a todos los efectos. Obtener un 10 en religión parece ser más fácil que en Anatomía, La religión es una creencia, una fe, no un saber y debe salir del horario lectivo. A partir de ahí, facilitar las aulas y el profesorado es negociable.
Despejado el campo de la religión, insistir en el debate teórico de la libertad de enseñanza (una patraña grabada a fuego en las clases medias españolas) conduciría a la melancolía. En la práctica, aun sin salirse del marco de la LOMCE, se puede de inmediato: anular ‘el distrito único’ y primar en el proceso de escolarización ‘la proximidad domiciliaria’; derogar el artículo 84.3 que afirma «no constituirá discriminación la escolarización separada por sexos», la llamada educación diferenciada en los conciertos; no concertar con centro alguno que no ‘resuelva problemas de escolarización’ (art. 116); controlar eficazmente las condiciones de los conciertos, del artículo 62 de la LODE retocado por la LOMCE (percepción de cantidades fraudulentas por actividades complementarias y extraescolares, irregularidades en los procesos de escolarización, selección y despido de los profesores, etc.). Objetivo final ha de ser que los centros sostenidos con fondos públicos sean accesibles realmente a todos los alumnos sin discriminación real alguna. No puede consentirse que el titular privado de un centro haga negocio económico e ideológico con dinero público y si ningún riesgo ni control.
Un segundo foco del conflicto es el carácter selectivo y jerarquizador del sistema, que se manifiesta en la implantación temprana de itinerarios curriculares diferentes y en la ordenación de excesivas evaluaciones terminales o reválidas a modo de filtros. La LOMCE establece (art. 21) una evaluación final de etapa de Primaria; otra reválida (art. 29 ) al término del 4º curso de ESO; determina que al Bachillerato solo accedan los que estén en posesión del Título de Graduado en Secundaria con evaluación final por la especialidad de Enseñanzas Académicas, no por Enseñanzas Aplicadas; y, como no podía faltar, otra reválida al término del Bachillerato.
Desde el punto de vista de la psicología de un cierto tipo de rendimiento bruto, no cabe despreciar el papel que la expectativa de controles previstos puede jugar en los resultados  finales. Pero en este asunto, como en todo en la vida y especialmente en la educación, el equilibrio se convierte en la clave fundamental. Y la LOMCE es excesiva. Da la impresión de que la finalidad última del sistema es seleccionar a los excelentes y encomendar al resto a la buena de Dios. Estamos ante una filosofía moralmente abominable, socialmente disruptiva y económicamente estúpida. Procede, pues, derogar el inicio de la Formación Profesional Básica a los 15 años y sobran las reválidas de Primaria y de Secundaria, así como la restricción del acceso al Bachillerato por la opción de Enseñanzas Académicas.
De las tensiones en el campo educativo derivadas del enfrentamiento de los nacionalismos ¿qué se puede decir a fecha de hoy (21-9-2015), en vísperas de unas elecciones en Cataluña convocadas como plebiscito sobre la independencia? Mientras no sabemos si el barco zozobrará o saldrá a flote no parece sensato buscar al culpable del destrozo producido en la cocina. Pero no puede evitarse dar un vistazo al art. 6-bis de la LOMCE, en el que se hace la distribución de las competencias que se atribuye el Gobierno, y darse cuenta de que el señor Wert y la FAES han querido ir a por todas en la disputa nacionalista con Cataluña. La invasión competencial  del Gobierno del PP ha sido descarada, provocadora, penetrando a fondo el currículo, la fijación de estándares de aprendizaje, la elaboración de las pruebas y criterios de evaluación, etc. Está claro que se trataba de españolizar a los niños catalanes.
Pero si el PP pensaba resolver el problema catalán controlando los libros de historia, a la vista de los resultados habremos de concluir sumando este error a los otros muchos que ha venido cometiendo la derecha española, obcecada por un concepto de unidad nacional de raíz integrista y autoritaria e incapaz de comprender que la lengua catalana, entre otros elementos identitarios del pueblo de Cataluña, no nos divide, sino que nos enriquece. De momento estamos ante un territorio desconocido y con un Mariano Rajoy como guía.

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