Afirmó Nietzsche antes de caer en la
demencia ─la vida está llena de paradojas─ que la esquizofrenia es una excepción en los individuos y una regla en los pueblos. Pero cuando el
individuo es conducido por el pueblo ─añado yo─ a situaciones límite, a
realidades escindidas y disociadas dramáticamente, no se puede esperar
conductas lógicas y discursos racionales, sino posiciones y actuaciones
contradictorias, arbitrarias e irregulares o canallas, rara vez heroicas...,
impulsadas siempre por una sobrexcitación emotiva cargada por el diablo.
Yo mismo, que culpo fundamentalmente a
la derecha española (cada día más extrema) y al Presidente Rajoy (cada día más
inútil) del movimiento independentista catalán ─sin echar en saco roto los ‘méritos’
del Presidente de la Generalitat, señor Mas y los suyos─, me contemplo con mala
conciencia maldiciendo de pensamiento, palabra y obra a los independentistas, a
beneficio de los verdaderos culpables del drama que se avecina, pues al final, nolis velis, en las contiendas entre dos
partes cada cual queda de un lado u otro de la línea divisoria.
A propósito de esquizofrenias y
paradojas, detenerse en la maraña de falacias lógicas sobre las que avanza el
discurso independentista catalán es como adentrarse en la cueva de Circe, donde la maga de la isla de Eea
preparaba la pócima para narcotizar y esclavizar a los viajeros invitados a su
banquete.
Baste con repasar algunos nudos de la
madeja que están tejiendo los líderes de la lista por la independencia. Unas
elecciones que al mismo tiempo son y no
son plebiscitarias; unos resultados que se miden en escaños o en votos a conveniencia; un número 1 de la lista que no será Presidente y un número 4 que está volcado a serlo; un
postcomunista que encabeza la formación a favor del líder de un partido burgués
corrupto (menudo oxímoron); un presidente de una autonomía, parte del Estado,
que lleva años utilizando recursos públicos institucionales en forma de la más
impúdica sinécdoque, tomando la parte (su parte) independentista por el todo de
los catalanes. El cúmulo de falacias utilizadas para deshacer estos nudos es
inacabable: falacias de distracción. falacias inductivas, silogismos
estadísticos, dilemas falsos, argumentos ad populum, ad consequentiam, ad
ignorantiam, ad nauseam... Toda la taxonomía de las trampas lógicas en concurso
para dirigir al pueblo al encuentro con un país nuevo, sin corrupción e
incorruptible, justo, benefactor, un país en el que «a nadie le (sea)
necesario para alcanzar su ordinario
sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas
encinas, que liberalmente les (estarán) convidando con su dulce y sabroso fruto».
Lástima que esta ensoñación la tuviera Don Quijote después de haber «bien
satisfecho el estómago a cuenta de unos cabreros.» Aunque también suele ocurrir que en los estómagos vacíos se
incuben ilusiones y alucinaciones sembradas por demagogos de variado tipo.
Con todo, donde la gran estafa del
discurso independentista alcanza su expresión orgiástica cimera es en la
respuesta al dilema permanencia/salida de
la Unión Europea en el supuesto de certificación de la independencia, de
tal manera que, incapaz la física cuántica de explicarlo, deberemos confiar en
la metafísica para que nos aclare si Cataluña está dentro o fuera de Europa.
Estamos ante la paradoja más popular de
la física cuántica formulada por el Premio Nobel Schrödinger. Propuso un
experimento imaginario en el que dentro de una caja había un gato, un átomo
radiactivo, un contador Geiger y una ampolla de
cianuro... Decía el gran físico que mientras no abriéramos la caja el gato está vivo y muerto a la vez. Era
la forma de explicar un concepto fundamental de la física cuántica: la dualidad
onda-partícula, el que el electrón
sea partícula y onda a la vez hasta que lo observamos.
De
momento, según el torturado argumento de los independentistas, no podemos saber
si la Cataluña separada de España quedará dentro
o fuera de la UE, aun contando con la ayuda de la cuántica, por lo que
debemos entregarnos a la oscuridad de la metafísica. Hasta que el gato salga de
la caja, vivo o muerto. Aquí esperamos, pues, entre la Ceguera y la
Esquizofrenia.
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