lunes, 16 de noviembre de 2015

LA BESTIA ACECHA TRAS LA ESTUPIDEZ

Como otros españoles he venido acumulando durante los últimos cuatro años creciente preocupación por el desbordamiento independentista de Cataluña, sentimiento que fui canalizando a través de la escritura de algunos artículos en los que alternaba la acre invectiva contra la inactividad del Presidente del Gobierno, señor Rajoy, y el intento de racionalizar la historia, auge y sentido de la revuelta catalana.
En este lapso de tiempo se dio la circunstancia de la casual reanudación de mi amistad con un viejo amigo de juventud, paisano de Teruel, pero residente desde hace años en Barcelona. Comprobar que, desde aquel sesentayochismo izquierdoso que profesamos en el campus universitario madrileño, habíamos evolucionado ambos hacia una socialdemocracia serena y prudente, posición progresista máxima que razonablemente puede esperarse de personas entradas en la edad provecta, fue para mí intensamente satisfactorio. Aún más admirable resultó descubrir que aquel economista de profesión se había convertido con los años en un ser polifacético: escritor, poeta, artista plástico, investigador y defensor pertinaz  de la lengua catalana de su infancia en un pueblo de la Franja oriental de Aragón...
Con mi autorización vinculó su página web a mi correo y fui recibiendo puntualmente noticia de sus haceres y pensares. Inicialmente fui coincidiendo con él en la atribución de culpas y responsabilidades a la derecha carpetovetónica española por la desafección catalana.  Más tarde, empecé a sobresaltarme al ver cómo defendía el derecho a decidir fundado en ese razonamiento simplista de que lo democrático es dejar que la gente vote (¿hay algo más democrático que el voto?). El día en que leí en su web los emocionados versos patrióticos ante el despliegue de un mar de esteladas en el NOU CAMP se me cayeron todos los palos del sombrajo. Ahí es donde se jodió el Perú, que diría Vargas Llosa.
Uno puede comprender que las élites económicas, políticas y burocráticas de un territorio regional pretendan aprovechar una coyuntura histórica favorable para disputar el poder a la metrópolis independizándose; uno puede entender que clases medias empobrecidas y frustradas se apunten a cualquier alternativa que les aleje del origen de todos los males (España en este caso); que los jóvenes, con estudios o sin ellos, recluidos masivamente en el  paro y sin ningún horizonte vital, se enganchen al banderín de la independencia es concebible, pues nada venidero puede ser peor que lo existente −piensan ellos erróneamente− y, además, por qué perderse el romanticismo de la aventura; también es imaginable que los niños acudan a hombros de sus padres a las manifestaciones y diadas, pacíficas, festivas, eso sí, riendo, cantando, gritando inde-inde-inde-independencia... mientras las esteladas flotan alegres movidas por el aire manso de un día primaveral...
Lo que a mi inteligencia no se le alcanza es el por qué y el para qué una persona ‘jubilada’, a la que se le supone un pensamiento adulto, se convierte en independentista y en poeta de la futura nueva patria. Nosotros, que sufrimos la postguerra civil y los efectos de la Guerra Fría; nosotros, que tuvimos noticia de la ocupación de Japón, de la revolución en China, del cerco a Cuba, de la Guerra del Vietnam, de la Guerra de los Seis Días; que fuimos partícipes menores de las frustradas revoluciones de los años sesenta; que durante los años setenta asistimos impotentes a la formación de la Gran Divergencia y convivimos impávidos con operaciones encubiertas, las guerras de Irak e Irán, la trampa afgana, el fin del socialismo real, las guerras balcánicas y el terrorismo internacional; nosotros, que no pudimos votar hasta más allá de los treinta años y que, después, hubimos de soportar el golpe de estado del 23-F de 1981 y el terrorismo etarra hasta hace cuatro días; nosotros, que hemos visto desfilar tanta muerte y tanta desgracia y tanta estupidez humana !cómo podemos entender eso de la independencia de Cataluña! !Cómo, amigo mío, puedo intuir las razones y las emociones que te han hecho independentista!
Debe ser cierto que en todo hombre adulto pervive el niño que fue. Como también es verificable que el proceso cultural de hominización no es continuo, que la perfectibilidad de la especie humana  es un camino en permanente riesgo de bruscos retrocesos. De vez en cuando los hombres nos precipitamos por las simas de la bestialidad y parece que retrocedamos a las edades de la piedra, horda y el crimen. El viejo y el niño caminan juntos por la avenida de la libertad, que ha de llevarles al territorio ignoto de la independencia. El niño es ingenuo y acaso aprenderá con el tiempo. El viejo es como un niño que no ha aprendido nada.

1 comentario:

  1. Participo totalmente con este anális que haces en tu razonado escrito; pero la razón de los nacionalistas es incompatible con la lógica y la democracia. Los independentistas se alimentan de un sentimiento viríco que los hace comulgar con ruedas de molino.

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