Cada día trae su afán y cada gobierno viene
con su burocracia. Idealmente no debiera ser así. La burocracia moderna, de
raíz weberiana, fundada en los principios de igualdad, mérito, racionalidad y
legalidad, habría de permanecer estable, al pairo de cambios de gobierno. Lo
que ocurre entre nosotros, sin embargo, es que la llegada de un nuevo gobierno
altera profundamente desde el número de Ministerios o Consejerías, su
denominación y competencias, hasta la base misma de la pirámide donde se ubica
el más irrelevante negociado. Nos somos los únicos. En todas partes, incluido
el norte, cuecen habas. En la exitosa serie de la televisión danesa Borgen se nos muestra cómo la líder del
Partido Moderado en un momento de la negociación concede un Ministerio más al
representante del Partido Ecologista («Que
sea un Ministerio de Cooperación Internacional», ofrece rauda la Presidencia in pectore del
gobierno danés. «Sea», contesta el
antagonista), y el pacto queda cerrado. ¿Será por un ministerio más? Los que
sean necesarios para cerrar el pacto.
Por Decreto 103/2015 del Consell se
establece la estructura orgánica básica de la Presidencia de la Generalitat y
de las Consellerías. No podrá decirse que las denominaciones de las Consellerías
y sus órganos directivos no son creativas, bien intencionadas, teleológicas y
voluntaristas: Consellería de Igualdad y Políticas Inclusivas, Dirección General
de Diversidad Funcional, Dirección General de Planificación, Ordenación,
Evaluación y Calidad; Dirección General de Reformas Democráticas, Dirección General
de no sé qué e Internalización, Dirección General de no sé cuántos y
Emprendimiento... La cima de este desafuero burocratizante (allí donde no
exista contenido competencial la denominación del órgano creará la función) se
halla en la Consellería que ostenta el rimbombante y poco ahorrativo título de ‘Transparencia,
Responsabilidad Social, Participación y Cooperación’. Personalmente echo a
faltar una Consellería del Amor, con dos Direcciones Generales, una para el
Amor Divino y otra para el Amor Profano. Y no estaría de más una Consellería
para el Desarrollo del Pensamiento Crítico, con una Dirección General para la
Critica de la Razón Pura y una segunda para la Razón Práctica.
Un segundo apunte que me permito hacer se
refiere a un cierto sesgo en el reparto de Consellerías entre el PSPV y
Compromís. Hay unas consellerías de carácter instrumental, encargadas de la
intendencia, del cuidado y mantenimiento del territorio (las carreteras, las
emergencias, los incendios); del orden, de la policía administrativa y de la
otra..., y, consecuentemente,
responsables del aprovisionamiento de recursos a los otros Departamentos
que se dedican a proporcionar servicios, subvencionar actividades o necesidades
vitales, generar ideología, interactuar con el público y propagar ‘el mensaje’. Pues bien, al PSPV,
globalmente, han ido a parar las Consellerías instrumentales, de acción
interna, y a Compromis las de acción externa. (Al respecto será oportuno
precisar que regir la Consellería de Hacienda en situación de quiebra, lejos de
ser ocasión para el ejercicio del poder, es aceptar la condena a un
padecimiento incomprendido y frustrante
por no tener remedio).
En sendos Decretos del Consell, el 104 y el
105, cesan de una tacada 60 Directores Generales y se nombran otros tantos.
Pareciera que estamos ante la cesantía decimonónica que con tanto verismo
retrata Pérez Galdós en su novela Miau.
Pero no. Las Direcciones Generales y Altos Cargos asimilados no son puestos funcionariales y cada gobierno
los ocupa diligentemente, en la mejor
versión del spoil system, el
botín de guerra que se reparte entre la clientela. La buena idea de
profesionalizar los cargos directivos de las Administraciones Públicas, desde
Subsecretarías hacia abajo, es una idea arrumbada en el cajón de las reformas
pendientes, como la de la educación y la justicia. Así nos va. Cada gobierno adviene
con su tropa , de entre la cual engalona a decenas de militantes (militares) haciéndoles generales, personajes en buena proporción
ayunos de experiencia en las Administraciones Públicas, carentes de técnicas
directivas y sin ninguna noción de Derecho Administrativo, fuera del cual nada
se puede hacer en el ámbito competencial de lo público.
Bueno será terminar con un último apunte. Por Resolución de 1 de Julio de 2015 el
Conseller de Transparencia, Responsabilidad Social, Participación y Cooperación
nombra como asesora de prensa a una señora. Se dice: En atención a la
naturaleza de la tarea y bla, bla, bla...«se establece la retribución correspondiente a
asesora de gabinete de conseller».
En similares nombramientos de personal eventual se sigue idéntico discurso
tautológico: el asesor de asuntos generales cobrará la retribución
correspondiente al asesor de asuntos generales; el asesor de asuntos
parlamentarios percibirá lo correspondiente al asesor de asuntos
parlamentarios... Impresionante monumento a la TAUTOLOGÍA y a la TRANSPARENCIA.
Pues, ¿no
será cierto que hay tarea suficiente para la Consellería de Transparencia y
demás imperativos éticos que enfatiza su título?
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