viernes, 10 de julio de 2015

NUEVO GOBIERNO, ORGANIGRAMAS Y CURRICULOS

Acaso la primera y más material sensación de la erótica del poder que tenga el líder ganador de un proceso electoral sea, culminada la liturgia de la investidura por las Cortes, la firma del Decreto del Presidente ─nos referimos a la Autonomía Valenciana, pero lo mismo podría decirse del gobierno de cualquier nivel─  por el que se determina el número de Consellerias y la atribución de los paquetes de competencias a cada una de ellas. En otro correlativo Decreto del Presidente se establecen las Secretarías Autonómicas, y aquí se da ya la primera pugna entre consellers por conseguir tres mejor que dos y dos mejor que una Secretaría Autonómica. El debate ─que es combate─ se acrecienta por acumular patrimonio en Direcciones Generales, Jefaturas de Área, Servicios, etc. Desde cualquier nivel burocrático y hasta la base de la pirámide todo órgano lucha por agrandar su base. Es la ley de hierro de la burocracia que para reproducirse y conservarse necesita crecer. Así que hemos de estar atentos al final del proceso de renovación de la ‘nomenclatura’ valenciana para comprobar si se ha aumentado o no el peso de la burocracia respecto a la época del derrochador Partido Popular.
Joan Lerma, que no era un experto en Administración Pública, tenía sin embargo un finísimo instinto que le alertaba contra el crecimiento inercial de los aparatos burocráticos. Nunca permitió la creación de subsecretarías y subdirecciones generales, mucho menos las secretarías autonómicas... En cierro momento le teníamos convencido para crear las Delegaciones del Consell en provincias a fin de mostrar unívocamente la marca ‘Generalitat’ y coordinar la acción de los Servicios Territoriales de las Consellerias. Habíamos elaborado en Presidencia, junto con Administración Pública, que regía precisamente Vicent Soler, el proyecto de Decreto. Al final, me dijo Lerma: «La coordinación la puedes hacer desde la Secretaría General y la Inspección General de Servicios». Y ahí terminó la historia.
Llegó el PP y con él la fiesta. Crecieron como hongos las Secretarías Autonómicas, las Subsecretarías, las Direcciones Generales y, por supuesto, se crearon las Delegaciones del Consell con rango de dirección general…, más  otros altos cargos asimilados. El de la Administración Pública se convirtió en fecundo campo para la captura de rentas a repartir entre una clientela insaciable. Hoy ese campo yace esquilmado.
La elaboración de los organigramas a partir de las Direcciones Generales es otro momento de excitación y morbo. Durante los días que dura la tarea nadie es más observado, vigilado y envidiado que el grupito de hombres de confianza del Conseller que diseña top secret la estructura orgánica de la Conselleria y el reparto de las competencias. Es una lucha sorda, entre bastidores, en la que toman parte los altos funcionarios, los medianos y hasta los auxiliares de base. Del resultado dependen ascensos y descensos, quedar al alza o decaer en el ostracismo.
Pero cuando la excitación alcanza su cenit es en la hora de los nombramientos. Los nombres de los afortunados que van a ocupar las casillas del organigrama despiertan una curiosidad ansiosa entre los periodistas, entre los seguidores de los avatares políticos y, en especial, entre la clase funcionarial. Superada la fase de la rumorología, la recepción de los nombres que publica el Diario Oficial, unos esperados y otros sorprendentes, la mirada del público interesado se centra en los currículos de los nombrados, que a fin de cuentas es su carta de presentación.
Los currículos hay que leerlos con todas las reservas del mundo. En el año 1985 recibí un currículo impactante de alguien que acababa de cesar en el Gabinete del Presidente Joan Lerma. Lo acepté como Inspector en la Inspección General de Servicios. No sabía redactar. Me lo quité de en medio en cuanto pude. En los currículos hay hechos sustanciosos y valiosos y otros que no son más que la expresión de un mariposeo académico desnortado. De los currículos de la nueva ‘nomenclatura’ ─en general bastante apañados─ el más llamativo sin duda es el del Conseller de Educación,  Investigación, Cultura y Deporte: una ingeniería iniciada o no acabada (no es lo mismo), una diplomatura en Magisterio, una reducida experiencia en la docencia y, eso sí, una militancia en Escola Valenciana y en el sindicato Stepv y otros activismos varios... Además tiene un blog y escribe tuits, alguno de los cuales ha borrado al ser nombrado Conseller «por no estar cómodo con ellos» (Lo de Groucho Marx: estos son mis principios y si no le gustan, aquí tengo otros).
El Who’s Who es natural que despierte interés más allá de la clase funcionarial. A nadie le gusta ser gobernado por ignorantes. De por sí a ningún ser humano le gusta ser mandado, pero si no queda otro remedio, al menos que los que dirigen nuestros intereses sean merecedores de alguna admiración por ostentar competencias y saberes de los que nosotros carecemos.
Que una persona de formación tan limitada haya de dirigir la educación, la investigación, la cultura y el deporte en nuestra comunidad me resulta deprimente. Y no es solución que a su lado, pero por debajo, se le coloque como Secretario Autonómico a un Miguel Soler, éste sí sobradamente formado y experimentado.

¿Puede soportar tal desorden la administración destinada a cumplir los objetivos educativos, de investigación, culturales y deportivos que demanda la sociedad valenciana? ¿Qué organización racional puede funcionar con semejante grado de entropía?

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