martes, 30 de julio de 2013

LA EDUCACION, BIEN PUBLICO O COMMODITY


Las leyes hablan a través de sus textos, pero a veces conviene acudir a otros contextos para hacerse con una interpretación más profunda y reveladora. Es el caso de los debates que se producen durante el trámite parlamentario.
En el Diario de Sesiones del 16-07-2013 con motivo del debate de Totalidad del Proyecto de Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) pueden leerse las siguientes palabras del Ministro de Educación, señor Wert: “Hoy no tiene sentido una discusión vieja acerca de si la educación es un bien público o es una commodity susceptible de ser confiada al mercado. Esta discusión ha dejado de tener sentido tanto económico como social”. Corresponde esta afirmación a la primera parrafada del discurso introductorio del ministro.
Cómo en ese mismo punto no se levantaron los parlamentarios de la oposición  y le espetaron al ministro “si para usted la educación es una mera mercancía, nada más tenemos que hablar” es algo que me deja perplejo y que sólo se explica por el desconocimiento de la lengua inglesa que en España padecemos. Pero commodity significa precisamente mercancía, producto.
Los enmendantes a la totalidad tildaron a la nueva Ley de segregadora, clasista, privativista, neocentralista, jacobina, memorística, reaccionaria, clerical, pero ninguno se centró en la cuestión clave: que la educación es para el Partido Popular una mercancía confiable al mercado.
En el lenguaje ordinario nos referimos a bienes o servicios públicos como aquellos que prestan las Administraciones, lo que es inexacto. Desde el campo de la Economía Pública se dice que técnicamente “un bien público es aquel que puede utilizarse colectivamente; cuya producción provoca una externalidad generalizada a todos, que es positiva” (E. Albi). El alumbrado utilizado por un individuo no disminuye por esta utilización e igual ocurre con una calle o carretera. Como dice el autor citado, en realidad bienes públicos puros, esos cuya utilización no disminuye la cantidad disponible para los demás, hay pocos, y aun éstos, según avanza la tecnología, pierden su pureza (piénsese en la televisión codificada, por ejemplo).
Los dos rasgos de los bienes públicos puros son la “no rivalidad” (el consumo de un individuo no impide el de otro) y “el principio de exclusión” (o imposibilidad de excluir a alguien del consumo, como la televisión antes de la técnica codificadora). Si el bien público no es excluible, el mercado no lo proporcionará. Pues bien, de acuerdo a estos parámetros la educación es considerada por los tratadistas como bien publico impuro por cuanto el mercado tiene un margen de entrada en la provisión y desarrollo del servicio.
Sin embargo, la educación tiene un carácter de imprescindibilidad que la convierte en un bien público especial: sin educación no hay nación de ciudadanos, no hay sociedad jurídicamente organizada, no hay hombre… Por eso, el estado no puede dejarla al albur del mercado; por eso, la Constitución española en su artículo 27 le da categoría de derecho fundamental.
Podrá discutirse largo y tendido sobre el inicio de los itinerarios académicos, sobre si las evaluaciones son positivas o son reválidas-guillotina, sobre si la autonomía de los centros es retórica vana, sobre la conveniencia o no de la recentralización del currículo, sobre el modelo democrático o técnico del director, sobre la desaparición de la asignatura Educación para la Ciudadanía, sobre el apuntalamiento de la Religión católica con apoyo en una  asignatura virtual… Todo podría debatirse, menos el sentido de bien público de la educación, pues la educación forma parte de la entraña misma de lo que Forsthoff denominó “Daseinsvorsorge” o “procura existencial” o “aseguramiento de las bases materiales de la existencia individual y colectiva”, al decir de García de Enterría.
Del estado social y democrático de derecho instituido en el art. 1º.1  de la CE no podemos regresar a la Ley de Enseñanza  Primaria de 1945, que, por este orden, en sus artículos 2º, 3º y 4º otorgaba el derecho a educar a la Familia, a la Iglesia y al Estado. No me resisto a reproducir literalmente el art. 3º: “Corresponde al Estado proteger y promover la enseñanza primaria en el territorio nacional, crear y sostener las Escuelas que, aparte de la iniciativa privada y de la Iglesia, sean necesarias para la educación de todos los españoles, y expedir a los maestros los títulos  profesionales respectivos”. Es el Estado subsidiario que acude a rellenar las deficiencias de la Familia y, sobre todo, la Iglesia.
La máquina del tiempo conducida por estos necios neocons (como decía Ortega y Gasset, se puede ser analfabeto en varios idiomas) no puede llevarnos tan atrás. No hemos de consentirlo.

domingo, 28 de julio de 2013

EL HOMBRE EMPLEABLE


Las leyes educativas suelen venir acompañadas de una fraseología que en parte encubre las intenciones reales del legislador. Recuerdo que la LGE de 1970 hablaba de educación personalizada, educación permanente o “tarea permanentemente inacabada”, formación y perfeccionamiento continuado del profesorado y, cómo no,  de la educación como palanca del desarrollo económico y social de aquella España todavía franquista. La educación personalizada terminó en educación masificada con aulas de 40 alumnos como mínimo. Así es la distancia entre las palabras y los hechos. Hoy la ley presentada a las Cortes por el ministro Wert, intrépido neocón recauchutado en la factoría Faes, entre otros mantras nos insiste en la educación como factor de la “empleabilidad”.
Al horrísono vocablo “empleabilidad” ─sustantivación del adjetivo  “empleable” (cualidad o aptitud para ser empleado)─ lo han puesto de moda estos tiempos de desempleo y paro masivos por boca de la ideología dominante: lo que deben hacer desempleados y parados es adquirir mayor y mejor educación para ser más “empleables”… La culpa en última instancia es suya.
Los ideólogos de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), al mostrar las debilidades del actual sistema educativo aducen  que, según la EPA del 1º Trimestre de 2013, la tasa de paro juvenil (entre 16 y 24 años) en España se sitúa en el 57,2% (la media en Europa: UE 2012 es de 23,4%), mientras que en países con una buena FP como Alemania está en el 8,3%. Desde 2008 el paro se ha incrementado en 11,4 puntos entre las personas con estudios de la ESO o inferiores por los 4,6 puntos incrementados en el caso de las personas con educación superior. Es decir, a mayores estudios, mayores posibilidades de ser empleado.  Esta vinculación causal entre educación y empleo no tiene fisuras para los autores de la Ley. Tan es así que personajes sectarios e iletrados como las señoras Aguirre y Cospedal han llegado a declarar sin sonrojo que la culpa del paro en España la tienen las leyes educativas socialistas…
Estas señoras no deben tener noticia ─y el ministro Wert a lo que se ve tampoco─ de que la globalización y la revolución tecnológica y de las TICs han producido un paro estructural en el mundo y que el crecimiento económico y el aumento de la productividad no traen ni traerán incremento del empleo, sino todo lo contrario (jobless growth). Los autores de la Lomce que proponen a la juventud formarse más para ser empleables le presentan un contrato que es una gran estafa, como saben desgraciadamente los universitarios e investigadores españoles que se ven obligados a buscarse la vida en el extranjero. Si no se produce una revolución en las estructuras económico-sociales y laborales, no hay ni va a haber trabajo para todos, por muchos grados, masters o doctorados que se tengan.
En 1995 Jeremy Rifkin publicó ‘El fin del trabajo’, libro que se convirtió en best seller, por cierto. El autor sostenía que en las condiciones de la Segunda Revolución Industrial el trabajo decrecía tendiendo a desaparecer. Los hechos parece que le están dando la razón. Desde una posición reformista proponía la Tercera Revolución Industrial, basada en las energías renovables, la recolección de la energía verde, la conversión de los edificios en plantas de energía, Internet, transporte verde, etc.  Unos años antes, en 1988, André Gorz, desde una posición más radical, había publicado ‘La metamorfosis del  trabajo’.  Su tesis era que el trabajo, en su actual concepción, deudora en gran parte del Marx de ‘El Capital’ (el trabajo “como valor de uso, como trabajo útil, es una condición de la existencia del hombre…”), ha periclitado, que el trabajo-retribución, de carácter fijo para la mayoría va a ir desapareciendo, que habrá que ir pensando en otra vida en la que el trabajo no sea central, que si el trabajo no se puede repartir deberá pensarse en repartir la productividad sobre el planeta, que al fin y al cabo es de todos…
¿Que estos nuevos escenarios son ideaciones utópicas de teóricos radicales o reformistas? Así puede creerse si así se quiere, pero no hay más que observar el mundo económico y laboral circundante para percatarse de que nunca la teoría ha estado más conforme con la realidad. Los jóvenes se forman, hacen licenciaturas y doctorados, aprenden idiomas y el desempleo es su única salida.  Entonces es el momento de los vendedores de crecepelo que vienen con sus pócimas de reinventos i otras zarandajas de autoayuda.
Por eso, una ley que propugna la educación para la empleabilidad se mueve entre la superficialidad, la ignorancia y el cinismo. No queremos promesas de hombres empleables, nos conformamos con que se eduque para formar simplemente hombres. 

jueves, 25 de julio de 2013

CUANDO EL POLITICO PIERDE DINERO EN LA POLITICA


Perder dinero en la política. ¿Hay alguien, hoy en España, en el ambiente de corrupción extendida entre la política y aledaños, que oiga tamaña afirmación sin reaccionar airadamente? ¿Alguien se atrevería sin pudor a sostener semejante aserto? El señor García Margallo, Ministro de Asuntos Exteriores, con toda cachaza acaba de quejarse  del “muchísimo dinero” que el Presidente del Gobierno ha perdido por dedicarse a la política, o sea, a mejorar nuestro bienestar…, y así se lo agradecemos. El señor Rajoy es titular del Registro de la Propiedad de Santa Pola, en el que se supone tendría más ingresos que desde la Presidencia del Gobierno… ¿Aún contando con sobresueldos, complementos, trajes, corbatas y demás gabelas imaginables?
Según el ministro parece que sí, que el señor Rajoy nos está haciendo un gran favor sacrificando su vida y su peculio a los superiores intereses de todos nosotros, individuos desagradecidos a fin de cuentas. Sería el caso típico de quien vive “para” la política y no “de” la política.
Sin embargo, de Max Weber aprendimos que la distinción no es tan sencilla. Vivir “de” la política y vivir “para” la política es cuestión que merece alguna reflexión.  Hay quien pretende vivir “de” la política infiltrándose en los aparatos del partido o aprovechando la repartición del spoil sistem tras la victoria electoral. Este espécimen es el más extendido y el que más contribuye al desprestigio de lo que con no mucha justicia y menos rigor se denomina clase política. Cabe imaginar asimismo que existan personas cuya economía y patrimonio sean tan solventes que no necesiten de retribución alguna por su dedicación a la cosa pública. Estas personas pertenecerían al tipo del vivir sólo “para” la política. Pero en este caso habría que tomar muchas precauciones, no fuera a suceder que quienes se presentaren como “honoratiores” de la política, la aprovechasen para beneficiar sus negocios e inversiones. Así que sólo los rentistas podrían acogerse a este tipo noble de vivir exclusivamente “para” la política. Finalmente, vivir “para” la política y “de” la política es posible y deseable. Como es doctrina de la Iglesia, viva del altar quien trabaje para el altar.  Quien trabaja como político en los asuntos públicos merece todos los respetos si es eficiente y honrado. Su eficiencia o ineficiencia debe ser evaluada directa o mediadamente por los ciudadanos y su honradez ha de ser  contrastada en la evolución de su patrimonio y el de su familia.
Según la percepción de la gente   ─que personalmente comparto─  la clase de los que viven y pretender vivir de la política es abundantísima. Se trata de individuos sin ideología, sin pasión por la  “causa” y que jamás se plantearán el conflicto entre la ética de las convicciones y la ética de las responsabilidades.
Y también ocurre desgraciadamente que entre los que inicialmente fueron políticos que vivieron “para” la política y “de” la política cada vez se da más la especie degenerada que vive en exclusiva “de” la política. Así lo percibe la gente y así concluye que todos los políticos son unos “vividores”… de los dineros públicos.
Siendo de tal guisa las cosas, los voceros del señor Rajoy, ante el tsunami de corrupción que amenaza con arrasarlo, pretenden hacernos creer que su patrocinado pertenece al imposible tipo de los políticos que entregan su vida a cambio de nada, que vive “para” la política y nada necesita y percibe “de” ella. Los hechos demuestran que esta versión es falsa, cínica, una falta de respeto a los ciudadanos.
Cuando un político (dice que) pierde dinero en la política, seamos cautos, echémonos la mano a la cartera.

lunes, 22 de julio de 2013

LA PARABOLA DE LOS TALENTOS Y LA EDUCACION SEGÚN EL PARTIDO POPULAR


Los toreros, antes de entrar en faena, se toman unos minutos para observar al toro en sus primeras carreras sobre la arena. Similarmente, los maestros en leyes recomiendan a sus alumnos anteponer la lectura detenida de la Exposición de Motivos al articulado de los textos legales. Ahí se encontrará el sentido verdadero y la intención auténtica del legislador.
Leo en el párrafo tercero del Epígrafe I de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE): “Todos los estudiantes poseen talento…” Me sorprendo. Este postulado lo suscribiría la pedagogía más avanzada y progresista. No hay incapaces para todo. Cada individuo tiene sus potenciales y se trata de descubrirlos y cultivarlos. Tropezar o tener dificultades al inicio de la vida académica no ha de servir de pretexto para hacer diagnósticos definitivos, clasificar o separar. Debe haber medios, los hay, para que los alumnos caminen juntos antes de separarse ya maduros.
Sigo leyendo: “…pero la naturaleza de este talento difiere entre ellos…”  Aquí el astado muestra ya su inclinación. Y sigue más adelante el texto: “El reconocimiento de esta diversidad entre los alumnos en sus habilidades y expectativas es el primer paso hacia el desarrollo de una estructura educativa que contemple diferentes trayectorias”. Diferentes trayectorias. El toro es un morlaco con un pitón derecho del que habrá que cuidarse.
Sorprende el legislador con la recuperación del vocablo “talento”, un tanto extraño hoy en la jerga de pedagogos y psicólogos y en los textos de la normativa educativa, más dados a utilizar  palabras como aptitud, capacidad intelectual, inteligencia o inteligencias múltiples…
Con todo, hay que reconocer cierto encanto al término talento, aunque sólo fuere por sus resonancias bíblicas. Equivale a potencial intelectual en sentido amplio o capacidad para el éxito en distintos campos de las ciencias, de las letras, de las artes y de la vida en general. También era una moneda que utilizaban los antiguos y de ahí la adherencia economicista que arrastra su semántica, de cuya mano vamos  dar con la parábola de los talentos (San Mateo, 40:25:14).
En esta parábola se cuenta cómo un señor repartió entre tres de sus siervos 10, 2 y 1 talentos respectivamente. Al cabo del tiempo les vino a pedir cuentas. El primer siervo había doblado el capital y lo mismo hizo el segundo. No así el tercero que no negoció con banqueros y se limitó a enterrar el único talento por miedo a perderlo. El señor premió a los inversores doblándoles la cantidad y castigó al otro arrebatándole el único talento que tenía en depósito para dárselo al  servidor más acaudalado.
En el punto 1 del artículo 27 de la LOMCE se lee: “El Gobierno definirá las condiciones básicas para establecer los requisitos de los programas de mejora del aprendizaje y el rendimiento desde segundo curso de Educación Secundaria Obligatoria En este supuesto, se utilizará una metodología específica a través de la organización de contenidos, actividades practicas y, en su caso, de materias diferentes a las establecidas con carácter general…”. El toro era negro zahíno y su deriva a la derecha iba en serio. A los 12 años, edad temprana, inmadura, puberal, niños y niñas pueden ser separados de sus compañeros, por mucha eufemística que se derroche, y excluidos de la “trayectoria” normal sin haber tenido tiempo de decidir qué hacer con sus talentos.
Los talentos para los ideólogos del Partido Popular (dones espirituales / materiales) son mercancías, valores que cotizan en el mercado. Son bienes recibidos por herencia que cada ciudadano ha de saber invertir. El que haya recibido poco por el que haya sido agraciado con más. Injusticia y error, o mejor ideología al servicio de la justificación de la desigualdad. A salvo casos excepcionales de inteligencias extrañas, la inteligencia se construye más que se hereda. El cerebro no es una máquina por completo diseñada al nacer, más bien es un órgano que se desarrolla y complejiza por el ejercicio y el cultivo, lo que sabe perfectamente la moderna neurociencia.

La parábola termina así: “Porque a todo el que tiene le será dado, y tendrá en abundancia; pero el que no tiene, aun lo que tiene le será quitado”. Así es el Partido Popular. Muy evangélico, muy cristiano.

jueves, 18 de julio de 2013

LA MENTIRA POLÍTICA


¿Quién miente, el señor Bárcenas o el señor Rajoy? ¿Se financió ilegalmente el Partido Popular y sus líderes máximos cobraron sobresueldos, como afirmó ante el juez el señor Bárcenas, hoy en prisión preventiva por varios presuntos delitos, o no se dieron tal financiación ni tales pingües percepciones económicas, como defienden el Presidente del Gobierno y sus voceros del PP? ¿A quién hay que creer, a un presunto delincuente encarcelado o a todo un Presidente del Gobierno, si ambos han cambiado de versión a su conveniencia?

Adelanto el sentido retórico de estas preguntas, pues la respuesta, para mi y para el común de la gente, es de abrumadora evidencia: es verdad que hubo financiación ilegal y es verdad que la cúpula del PP percibió cantidades de dinero extraordinarias. Y, sin embargo, ambas partes mienten, si se me permite la aparente contradicción.

Todos los políticos mienten. Esa es la conclusión. Esa es la convicción general de los gobernados respecto a los gobernantes. La mentira política no es cosa de hoy, por más que en los tiempos presentes cobre relevancia mayor por su condición instrumental en el fenómeno de la corrupción.

Desde los tiempos clásicos hasta la actualidad la “doble moral” ha estado vigente bajo formulaciones diversas, aunque siempre homologables. La verdad como objetivo y la veracidad como conducta moral de los ciudadanos no rigen para los políticos que se mueven en el nivel de los intereses superiores, los cuales exigen resultados exitosos, quedando la cuestión de los medios oculta en una caja negra invisible al resto de los mortales.

Platón, en La República, justificaba la mentira política en la incapacidad del pueblo para comprender la complejidad del interés común. Maquiavelo, empeñado en  la tarea de construir un estado nacional italiano frente a España y Francia, llegó a escribir en El Principe: ”…la experiencia muestra en nuestro tiempo que quienes han hecho grandes cosas han sido los príncipes que han tenido pocos miramientos hacia sus propias promesas y que han sabido burlar con astucia el ingenio de los hombres. Al final han superado a quienes se han fundado en la lealtad”. H. Kissinger, pasando por Richelieu, J. Swift y J. Arbuthnot (con su El arte de la Mentira), Metternick, etc. son jalones de esta tradición ideológica que justifica la funcionalidad de la mentira en la política.

Incluso en nuestros días sería entendible la inevitabilidad de ciertas zonas de verdad difuminada, moderada, relativizada, que hiciese tolerable la visión del abismo existente entre la representación ideal que las sociedades y los ciudadanos tienen de sí mismos y lo que realmente son en sus comportamientos cotidianos  Pero esa función de terapia social es una cosa y otra muy diferente es que la “noble mentira”, al decir del clásico, la que guarda los secretos de estado,  la que protege los supremos intereses nacionales, se degrade y difunda en forma de metástasis por todo el cuerpo social, por todas las esferas públicas y privadas. Entonces es cuando cobran todo el sentido expresiones como toda la política es mentira y todos los políticos mienten.

Cualquiera que haya militado en un partido político sabe que el criterio verdad-mentira carece de significado. Lo que rige es la “la verdad funcional”, la que expresa lo que en cada momento interesa, lo que se considera bueno para el que habla o para su organización. Lo mismo ocurre en las relaciones interpartidarias y, lo que ya supone un estado límite de la patología social, igual actúan los periodistas “representantes” en las tertulias y en los foros de opinión de los partidos políticos, de los que de madrugada han recibido las consignas y el argumentario para el consumo del día.

Cuando se llega a tal clima de degradación de la verdad y la mentira y la manipulación se han generalizado, como ocurre hoy en España, el riesgo de ruptura del consenso es alto. El pacto social, perdida la confianza de una de las partes, se deshace y la ley de la selva se impone. Es en lo que estamos.

Resistir es vencer, piensa el Presidente del Gobierno, sin importarle el que un pueblo infectado por la mentira hasta la médula no tiene más futuro que ir a parar al basurero de la historia. Del señor  Rajoy  sostuve en el título de un artículo reciente que  era  “el peor hombre para el peor  momento” de España. La tesis que entonces podía considerarse hiperbólica, hoy es de interpretación literal.

lunes, 15 de julio de 2013

EN DEFENSA DE LA POLÍTICA


La consideración de la política como una actividad degradada y, aún más, como una ontología intrínsecamente perversa es un hecho incontrovertible hoy en la España de julio de 2013, en que sobre la masa viscosa de innumerables casos de corrupción aparece el señor Rajoy, Presidente del Gobierno, a modo de coronación vergonzante del gran basurero nacional, como receptor de dineros irregulares, supuestamente connivente con el célebre señor Bárcenas y responsable de un partido político  que más que otra cosa semeja eficacísima máquina de captación de rentas ilegales.
En tiempos de bonanza y bienestar social los ciudadanos miran a sus dirigentes con indiferencia y son condescendientes o hacen la vista gorda ante sus errores o abusos de poder. Pero cuando llegan las crisis económicas y sociales los ciudadanos se hacen exigentes y justicieros, tomando a la política y a los políticos como chivos expiatorios de todos los males. Sólo ante enemigos externos que ponen en riesgo los valores constitutivos de un pueblo, éste puede adherirse con entusiasmo a un líder salvador, lo que hizo el pueblo inglés con W. Churchill ante el peligro alemán.
Tal como se ven hoy las cosas, tenemos, pues: que los políticos son los causantes de la depresión económica con el consiguiente paro, pobreza y marginación social de millones de personas; que, aunque los políticos no sean los productores fundamentales de la catástrofe, son responsables de connivencia con los poderes bancarios y financieros o de incompetencia por no haberlos sometido y subordinado al bien general; que la corrupción está generalizada y es transversal, todos los políticos son iguales y el PSOE y el PP la misma mierda es; que la derecha y la izquierda son la misma cosa, los mismos perros con distintos collares; que toda política es mala. Viva, pues, la antipolítica.
Llegados a este punto, que es en el que nos quería la derecha,  ¿qué se puede hacer? Antes que otra cosa hay que salir de esta trampa ideológica que tantos réditos electorales proporciona a los partidos conservadores, cuyos votantes (su suelo electoral) seguirán, con la ayuda impagable de la Iglesia (¿impagable?), fidelizados con el partido de sus intereses económicos e ideológicos, a pesar de Bárcenas, de Rajoy o de Urdangarín.
La ideología, como aerosol aparentemente inocuo que de forma incesante se difunde para general inhalación de la gente, es utilizada a través de diversos mensajes perceptibles o subliminales para crear en la opinión de las masas el prejuicio de la maldad de la política. Fijémonos en el lenguaje común: “Yo no soy político”,  “eso es cosa de políticos”,  “no se meta usted en política”, que dicen que aconsejó Franco a un alto cargo de su régimen… En este tipo de expresiones, además del carácter nefando del quehacer político, subyace una sinécdoque bastarda: tomar el todo de la política por la parte de la actividad partidaria.
¿Qué se puede hacer cuando la polución ideológica se ha fosilizado en el lenguaje de la calle?  Cuando la acción de la política se reduce a la actividad de los partidos, cuando la parte se confunde con el todo, con la toda política que constituye el vivir del hombre social, del animal político, la reeducación de los esquemas mentales no es tarea fácil. El fino marxista italiano, A. Gramsci, de quien es la fórmula “todo es política”, tenía clara la receta, la metodología: la cultura, la intelectualización progresiva del ciudadano, o la generalización de la política que pretendía  Pietro Ingrao.
Es la cultura la que nos habilitará para ver, distinguir y entender. Es don Antonio Machado  quien en su Juan de Mairena  instruirá  a los jóvenes:
“La política, señores –sigue hablando Mairena─, es una actividad importantísima… Yo no os aconsejaré nunca el apoliticismo, sino, en último término, el desdeño de la política mala, que hacen los trepadores y cucañistas, sin otro propósito que el de obtener ganancia y  colocar parientes. Vosotros debéis hacer política, aunque otra cosa os digan los que pretenden hacerla sin vosotros, y naturalmente, contra vosotros”.
El joven Anatolio Alonso, la mejor nota media del bachillerato y la selectividad de toda España, ha declarado que no le importaría ser político. Que un muchacho tan inteligente, partidario por otra parte de la escuela publica,  diga lo que ha dicho de la actividad política es un signo de esperanza en estos tiempos de negro pesimismo.

miércoles, 10 de julio de 2013

LA PALABRA Y LA ESCUELA



Desde el nacimiento a la tumba nuestra vida es una esforzada actividad por conquistar la palabra, el derecho a comprenderla y expresarla. No es fácil esta conquista, reservada sólo al ser humano de entre todos los de la creación. En los ambientes familiares deprimidos, culturalmente bajos, de palabras escasas y códigos linguísticos restringidos, el aprendizaje es lento y dificultoso. En los medios culturalmente más elevados, de vocabulario abundante y variado, la enseñanza se produce con menos esfuerzo, de forma cuasi natural.
Al transitar de la socialización familiar a la institucional, las palabras  -que son como los ladrillos que construyen la inteligencia-, la dotación léxica aportada por el escolar predice algo más que su rendimiento académico, determina su futura ubicación en el mundo. La jerarquía social es cada vez más la jerarquía del conocimiento.
La democratización de la educación, cuyo instrumento prístino es la escuela pública, supuso la generalización de la palabra, el acceso a la comunicación, a ese derecho a que se refiere el artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos, de quienes de otra forma apenas podían llegar al balbuceo.
Si en España pudiese visionase la película de los niños de la escuela de la Ley de E.P. de 1945, de la Ley General de Educación de 1970 y de la LOGSE de 1990, al margen los tópicos actuales sobre el fracaso escolar comparado, se comprobaría la diferencia de dominio del lenguaje oral, expresivo y comprensivo, desde los años oscuros del franquismo hasta hoy. Si se quiere decir de otra forma, se ha evolucionado desde el mutismo de entonces a una cierta facundia de ahora; de la espacticidad a la deshinibición corporal; del miedo escénico al exhibicionismo corporal y de la imagen.
La democratización y generalización de la educación ha tenido mucho que ver con el progreso en el dominio de la palabra, sin olvidar las transformaciones tecnológicas de los MCS que a los clásicos canales de la prensa escrita, la radio y la televisión han añadido las voraces fórmulas de Internet, con su twitter, facebook, móviles multiuso, etc. Hoy el tráfico de las comunicaciones es intensísimo y multidireccional. La información acumulada, oceánica, insondable, segundo a segundo se ve acrecentada por un incesante torrente de datos, noticias, informes, documentos, conversaciones…Todo el mundo habla y escribe. No hay tiempo para escuchar y leer. Pocos podríamos suscribir las palabras de Borges cuando decía que más se enorgullecía de lo leído que de lo por él escrito. ¿Quién se priva hoy de abrir una web o un blog para emitir ideas, propuestas, emociones…? ¿Quién está tan out de la modernidad que no twittea o marca su perfil en facebook?
Así pues, la capacidad expresiva de cada vez más ciudadanos y el desarrollo tecnológico de los MCS han convertido la información en global, masiva y omnicomprensiva. Todos estamos expuestos y somos transparentes. Nadie puede evitar convertirse en un momento dado en pasto de las llamas de la gran hoguera de la información inagotable.
Demasiado estruendoso se hace el ruido y no es de extrañar, por tanto, que desde la crítica cultural y social se levanten voces contra la voracidad de Internet y sus redes, contra los contenidos deleznables por su producción y consunción masivas, plagados de palabrería vacua,  cháchara, banalidad y estulticia. Es mposible distinguir el grano de la paja. Y es imposible también liberarse de la solicitación abusiva, coactiva, cuando el particular se hace usuario y se “interna” en Internet (en este sentido argumentaba recientemente Javier Marías). Sin embargo, y como ha ocurrido siempre con las nuevas máquinas generadas por la ciencia y la técnica, tras el inicial rechazo de los espíritus puros y algo perezosos, lo que procede es asimilar los nuevos instrumentos aprovechando sus virtualidades y curándose de las escorias y daños colaterales que producen.

La escuela tiene aquí una tarea esencial: enseñar el lenguaje limpio de corruptelas, enseñar la palabra justa, en definitiva, enseñar a sus alumnos a seguir religiosamente la idea central del filósofo L. Wittgenstein en su Tratatus Logico-Philossophicus: “Todo aquello que puede ser dicho puede decirse con claridad: y de lo que no se puede hablar, mejor es callarse”. La escuela que ha de cumplir esta misión no es precisamente la del señor Wert.

martes, 9 de julio de 2013

DON TANCREDO ANTE EL MIURA CATALAN


El acuerdo de la Comisión Territorial del PSOE sobre la federalización de España ha tenido una respuesta descalificadora por parte del PP en general y, en especial, de su vocero, el señor González Pons, quien ha dicho que lo que debe hacer el PSOE es “defender a España” y dejarse de teorías (quimeras, las llama Montoro, el de la amnistía fiscal).

González Pons suele dar un tono enfático y teatrero a sus declaraciones, que nos distrae a menudo de su fondo falsario y estulto. Hace falta estar muy fuera de la realidad (ser “idiota” en sentido etimológico) para no tomar conciencia de la gravedad de lo que se está gestando en Cataluña. A estas alturas no valen ya los análisis de inspiración marxista que asocian nacionalismo con los intereses de la clase burguesa. Hay que fijarse en la clientela de Esquerra Republicana de Catalunya, integrada por una pequeño-burguesía de origen urbano, una ciudadanía rural y unas clases populares que en una situación de emergencia económica y social se enganchan fervorosamente a un banderín que les ofrece en el mismo paquete izquierdismo, republicanismo y liberación nacional de una oligarquía centralista castellana, de la que, piensan, sólo han recibido humillaciones, agravios y ahora pobreza.

Cierto es que el nacionalismo catalán viene de lejos. Del catalanismo doctrinal de Valentí Almirall ─que ya intentó conectar los intereses de la burguesía catalana con el federalismo─ se pasó con Prat de la Riba a un verdadero movimiento político,  instrumentado por la Lliga Regionalista, partido político moderno. Desde una perspectiva histórica cabe subrayar dos hechos: la Lliga  nunca consiguió un compromiso político con la oligarquía centralista (aunque llegó a acuerdos espurios cuando le convino) y nunca fue separatista de los pueblos ibéricos, y, en segundo término, las contradicciones de la burguesía causaron la entrada de nuevos agentes en el movimiento nacional catalán (sectores de la pequeña burguesía urbana, campesinado, movimientos obreros…). El éxito de Esquerra Republicana durante la II República expresó estos cambios en el nacionalismo de Cataluña. Conocemos los intensos debates en las Cortes republicanas para aprobar el Estatut del año 1932 y sabemos muy bien en qué convirtió Franco la autonomía catalana.
No podemos vislumbrar cuál sería el panorama de España si la II República y la Autonomía de Cataluña se hubiesen consolidado. Sin embargo, respecto a lo que ocurre hoy en España no hay duda posible: por eso, describir el estado de las relaciones entre Cataluña y el resto de España, en el contexto de una profundísima crisis económica, social e institucional, en la actualidad se convierte en tarea innecesaria, dada su evidencia, salvo para el Gobierno del PP que, personalizado por su líder Mariano Rajoy, adopta la postura de don Tancredo. Hasta la fecha todos los intentos de normalizar y acomodar las relaciones Cataluña-España han fracasado: las creativas formas federalizantes de Prat de la Riba, el proyecto de Estatut de 1919, el Estatut de la II República, la Autonomía de la  Constitución de 1978, el último intento del Presidente Zapatero de 2006… Y ahora la propuesta de Rubalcaba.  ¿Qué recepción obtienen las sin duda bienintencionadas propuestas del partido socialista por parte del partido gobernante, aparte del enfatismo cargante del señor Pons? ¿Qué se puede esperar de la derecha española para resolver el problema catalán?
La respuesta se deduce de estas dos constataciones: primera, la derecha española, cerril siempre en su absolutismo centralista, ha boicoteado sistemáticamente todos los intentos de dar solución al problema. Y, segunda, en este momento concreto el PP ha tomado la opción de embridar y ahogar el independentismo de Cataluña y cualquier otro conato que se presente retornando por vía de hecho al centralismo absolutista castellano con ocasión del hundimiento económico de las Comunidades Autónomas.
Y mientras tanto, el independentismo (que se está configurando como un movimiento popular e interclasista creciente) avanza no como una ola hacia la playa para deshacerse en burbujas, sino como profunda corriente que amenaza con convertirse en tsunami que deje a Cataluña y España como un solar inhabitable. Es el lance taurino de don Tancredo, que a veces tenía éxito y el torero salía ileso, pero que en otras el miura se lo llevaba por delante. Pero el oficio del señor Rajoy no es el de novillero, tiene la obligación histórica de gobernar y la responsabilidad de evitar una catástrofe a nuestro país. Al menos el señor Aznar hablaba catalán en la intimidad. Uno y otro, a lo que se ve, muy bien sobrepagados.

viernes, 5 de julio de 2013

LA CORRUPCIÓN Y LA JUSTICIA

Desde hace algún tiempo un grupo de personas, unidas por los vínculos de las comunes ideas socialistas y la amistad en el mejor sentido epicúreo, nos venimos reuniendo con periodicidad irregular en una especie de cena-tertulia, ‘Tertulians de la mar’ la llamamos por el lugar donde se produce el cenáculo. Para cada sesión se elige un tema de interés y se invita en ocasiones a un ponente ajeno al colectivo para que introduzca la cuestión. A partir de esta introducción se dialoga asintiendo a las tesis  o proposiciones expuestas, oponiéndose, matizando, presentando dudas o alternativas, siempre en un clima amistoso alejado de la conflictividad de la vida orgánica partidaria. En la tertulia del día 2 de julio tocó referirse al problema de “los socialistas ante la corrupción y la justicia”.
Aparece la corrupción en este momento de España como una nube plomiza, tóxica, ominosa, omnipresente,  que nos angustia y nos nubla cualquier perspectiva de futuro, especialmente a los socialistas que nos aplicamos la sentencia corruptio optimi pésima, no porque nos creamos superiores a los demás ciudadanos, sino porque en la esencia del socialismo democrático está (debe estar) la honradez y la decencia. Razón por la que los electores no pueden perdonarnos cuando nuestras conductas contradicen los principios que nos definen.
No caben excusas. Los más de 1660 casos de corrupción abiertos en 798 juzgados afectan a todas las formaciones políticas, en mayor proporción al PP y al PSOE y se extienden por todas las Autonomías, desde Cataluña a Andalucía, pasando con detenimiento por la Comunidad Valenciana y acabando en Madrid. Se intenta matizar, separar unos casos de otros, no es lo mismo gestionar contratos irregularmente sin beneficiarse económicamente de forma personal que participar en una trama empresarial montada para expoliar fondos públicos; no es lo mismo hacer alguna gestión para desatascar un trámite en la máquina burocrática por razón de amistad o relación política que convertir toda una provincia en cortijo particular, incluido el aeropuerto… Como dijo uno de los contertulios, hay una corrupción de la miseria (refiriéndose al caso de los ERES) y está la alta corrupción de cuello blanco…
Y, sin embargo, no caben distingos en la percepción que el ciudadano tiene de la realidad: PP y PSOE son la misma cosa, iguales son ante la corrupción, todos roban, cada cual lo que puede. En este punto se impone ante los tertulianos la cuestión clásica: ¿Qué hacer? Y brotan las respuestas. Voluntariosas, radicales, idealistas…:
A partir de este momento, tolerancia cero con la corrupción. Nadie discrepa. Pero cómo se instrumenta este principio radical?, ¿quién da la orden?, ¿quién la hace cumplir?, ¿la vieja guardia?, pregunta alguien. Renovación total, desde la cúpula hasta la última de las agrupaciones locales, propone otro. ¿Dónde están esos jóvenes enérgicos, competentes, limpios, capaces de hacerse cargo de negocio tan complejo como es el de la política y la dirección de un partido que ha gobernado todo un país? En el mundo político ─y en la vida en general─ no sirven las fórmulas sincréticas y reduccionistas, replica otro contertulio.
Que sea la sociedad civil la que se mueva y actúe de catalizador, se dice desde otra esquina. ¿La sociedad civil? Pero  eso no es más que un constructo de la clase burguesa para ir contra el Estado, añade otro compañero que no ha olvidado el concepto de estado ampliado de Louis Althusser. Avanza la noche. Algo hay que hacer.
Muchas cosas que hemos hecho los socialistas no son compatibles con la conducta que los ciudadanos esperan de nosotros y que son inherentes a nuestra ideología. Habrá que empezar reconociendo, confesando errores. Habrá que comprometerse con una ética sin fisuras. Habrá que ser implacable con los incumplidores deshonestos. La selección de los funcionarios deberá ser protegida del  sistema de expolio que aplica cada partido cuando gana las elecciones. A los órganos de control se les garantizará la independencia…, pequeñas medidas de micropolítica que recorran a toda la organización y la convierta en transparente para el resto de los ciudadanos.
¿Y de la Justicia? ¿Qué podemos esperar de los jueces? Opiniones dispares. Acaso en estos momentos, dada la situación socioeconómica de los españoles y la relativa proletarización de la judicatura, se pueda esperar más que en ningún otro tiempo. Ejemplos haylos ahora de actuaciones ejemplares, expone uno. ¿De ejemplaridad hablamos? La ejemplaridad en un sistema corrupto como es el capitalismo no demuestra que se pueda en general ser honesto, sino que sólo algunos individuos particulares logran manifestarse como ejemplares para reforzamiento del propio sistema,  objeta otro compañero. Y añade: el derecho, más allá de la técnica jurídica, en la cima, en última instancia (y nunca mejor dicho) es y se confunde con la política, es política en estado puro. Aquí, en nuestra ciudad, a partir del 2 de octubre se va a juzgar al señor Carlos Fabra. Según información de prensa los tres magistrados de la Sección 1ª ya fueron corregidos por el Supremo sobre el delito de cohecho. ¿No están contaminados? ¿Alguien se cree que la abstención del presidente de la Audiencia los ha limpiado de la contaminación? Vivir para ver.