martes, 9 de julio de 2013

DON TANCREDO ANTE EL MIURA CATALAN


El acuerdo de la Comisión Territorial del PSOE sobre la federalización de España ha tenido una respuesta descalificadora por parte del PP en general y, en especial, de su vocero, el señor González Pons, quien ha dicho que lo que debe hacer el PSOE es “defender a España” y dejarse de teorías (quimeras, las llama Montoro, el de la amnistía fiscal).

González Pons suele dar un tono enfático y teatrero a sus declaraciones, que nos distrae a menudo de su fondo falsario y estulto. Hace falta estar muy fuera de la realidad (ser “idiota” en sentido etimológico) para no tomar conciencia de la gravedad de lo que se está gestando en Cataluña. A estas alturas no valen ya los análisis de inspiración marxista que asocian nacionalismo con los intereses de la clase burguesa. Hay que fijarse en la clientela de Esquerra Republicana de Catalunya, integrada por una pequeño-burguesía de origen urbano, una ciudadanía rural y unas clases populares que en una situación de emergencia económica y social se enganchan fervorosamente a un banderín que les ofrece en el mismo paquete izquierdismo, republicanismo y liberación nacional de una oligarquía centralista castellana, de la que, piensan, sólo han recibido humillaciones, agravios y ahora pobreza.

Cierto es que el nacionalismo catalán viene de lejos. Del catalanismo doctrinal de Valentí Almirall ─que ya intentó conectar los intereses de la burguesía catalana con el federalismo─ se pasó con Prat de la Riba a un verdadero movimiento político,  instrumentado por la Lliga Regionalista, partido político moderno. Desde una perspectiva histórica cabe subrayar dos hechos: la Lliga  nunca consiguió un compromiso político con la oligarquía centralista (aunque llegó a acuerdos espurios cuando le convino) y nunca fue separatista de los pueblos ibéricos, y, en segundo término, las contradicciones de la burguesía causaron la entrada de nuevos agentes en el movimiento nacional catalán (sectores de la pequeña burguesía urbana, campesinado, movimientos obreros…). El éxito de Esquerra Republicana durante la II República expresó estos cambios en el nacionalismo de Cataluña. Conocemos los intensos debates en las Cortes republicanas para aprobar el Estatut del año 1932 y sabemos muy bien en qué convirtió Franco la autonomía catalana.
No podemos vislumbrar cuál sería el panorama de España si la II República y la Autonomía de Cataluña se hubiesen consolidado. Sin embargo, respecto a lo que ocurre hoy en España no hay duda posible: por eso, describir el estado de las relaciones entre Cataluña y el resto de España, en el contexto de una profundísima crisis económica, social e institucional, en la actualidad se convierte en tarea innecesaria, dada su evidencia, salvo para el Gobierno del PP que, personalizado por su líder Mariano Rajoy, adopta la postura de don Tancredo. Hasta la fecha todos los intentos de normalizar y acomodar las relaciones Cataluña-España han fracasado: las creativas formas federalizantes de Prat de la Riba, el proyecto de Estatut de 1919, el Estatut de la II República, la Autonomía de la  Constitución de 1978, el último intento del Presidente Zapatero de 2006… Y ahora la propuesta de Rubalcaba.  ¿Qué recepción obtienen las sin duda bienintencionadas propuestas del partido socialista por parte del partido gobernante, aparte del enfatismo cargante del señor Pons? ¿Qué se puede esperar de la derecha española para resolver el problema catalán?
La respuesta se deduce de estas dos constataciones: primera, la derecha española, cerril siempre en su absolutismo centralista, ha boicoteado sistemáticamente todos los intentos de dar solución al problema. Y, segunda, en este momento concreto el PP ha tomado la opción de embridar y ahogar el independentismo de Cataluña y cualquier otro conato que se presente retornando por vía de hecho al centralismo absolutista castellano con ocasión del hundimiento económico de las Comunidades Autónomas.
Y mientras tanto, el independentismo (que se está configurando como un movimiento popular e interclasista creciente) avanza no como una ola hacia la playa para deshacerse en burbujas, sino como profunda corriente que amenaza con convertirse en tsunami que deje a Cataluña y España como un solar inhabitable. Es el lance taurino de don Tancredo, que a veces tenía éxito y el torero salía ileso, pero que en otras el miura se lo llevaba por delante. Pero el oficio del señor Rajoy no es el de novillero, tiene la obligación histórica de gobernar y la responsabilidad de evitar una catástrofe a nuestro país. Al menos el señor Aznar hablaba catalán en la intimidad. Uno y otro, a lo que se ve, muy bien sobrepagados.

1 comentario:

  1. El tema de los separatismos, ahora el catalán, en otro momento el vasco, necesita que los políticos hagan POLÍTICA (con mayúsculas) pues la Historia nos ha enseñado que no sirven otras fórmulas, y el escudo de la legalidad "constitucional" no es, o no debería ser dogma de fe incuestionable, pues cuando ha interesado a los partidos mayoritarios se ha modificado su redacción.

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