domingo, 28 de julio de 2013

EL HOMBRE EMPLEABLE


Las leyes educativas suelen venir acompañadas de una fraseología que en parte encubre las intenciones reales del legislador. Recuerdo que la LGE de 1970 hablaba de educación personalizada, educación permanente o “tarea permanentemente inacabada”, formación y perfeccionamiento continuado del profesorado y, cómo no,  de la educación como palanca del desarrollo económico y social de aquella España todavía franquista. La educación personalizada terminó en educación masificada con aulas de 40 alumnos como mínimo. Así es la distancia entre las palabras y los hechos. Hoy la ley presentada a las Cortes por el ministro Wert, intrépido neocón recauchutado en la factoría Faes, entre otros mantras nos insiste en la educación como factor de la “empleabilidad”.
Al horrísono vocablo “empleabilidad” ─sustantivación del adjetivo  “empleable” (cualidad o aptitud para ser empleado)─ lo han puesto de moda estos tiempos de desempleo y paro masivos por boca de la ideología dominante: lo que deben hacer desempleados y parados es adquirir mayor y mejor educación para ser más “empleables”… La culpa en última instancia es suya.
Los ideólogos de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), al mostrar las debilidades del actual sistema educativo aducen  que, según la EPA del 1º Trimestre de 2013, la tasa de paro juvenil (entre 16 y 24 años) en España se sitúa en el 57,2% (la media en Europa: UE 2012 es de 23,4%), mientras que en países con una buena FP como Alemania está en el 8,3%. Desde 2008 el paro se ha incrementado en 11,4 puntos entre las personas con estudios de la ESO o inferiores por los 4,6 puntos incrementados en el caso de las personas con educación superior. Es decir, a mayores estudios, mayores posibilidades de ser empleado.  Esta vinculación causal entre educación y empleo no tiene fisuras para los autores de la Ley. Tan es así que personajes sectarios e iletrados como las señoras Aguirre y Cospedal han llegado a declarar sin sonrojo que la culpa del paro en España la tienen las leyes educativas socialistas…
Estas señoras no deben tener noticia ─y el ministro Wert a lo que se ve tampoco─ de que la globalización y la revolución tecnológica y de las TICs han producido un paro estructural en el mundo y que el crecimiento económico y el aumento de la productividad no traen ni traerán incremento del empleo, sino todo lo contrario (jobless growth). Los autores de la Lomce que proponen a la juventud formarse más para ser empleables le presentan un contrato que es una gran estafa, como saben desgraciadamente los universitarios e investigadores españoles que se ven obligados a buscarse la vida en el extranjero. Si no se produce una revolución en las estructuras económico-sociales y laborales, no hay ni va a haber trabajo para todos, por muchos grados, masters o doctorados que se tengan.
En 1995 Jeremy Rifkin publicó ‘El fin del trabajo’, libro que se convirtió en best seller, por cierto. El autor sostenía que en las condiciones de la Segunda Revolución Industrial el trabajo decrecía tendiendo a desaparecer. Los hechos parece que le están dando la razón. Desde una posición reformista proponía la Tercera Revolución Industrial, basada en las energías renovables, la recolección de la energía verde, la conversión de los edificios en plantas de energía, Internet, transporte verde, etc.  Unos años antes, en 1988, André Gorz, desde una posición más radical, había publicado ‘La metamorfosis del  trabajo’.  Su tesis era que el trabajo, en su actual concepción, deudora en gran parte del Marx de ‘El Capital’ (el trabajo “como valor de uso, como trabajo útil, es una condición de la existencia del hombre…”), ha periclitado, que el trabajo-retribución, de carácter fijo para la mayoría va a ir desapareciendo, que habrá que ir pensando en otra vida en la que el trabajo no sea central, que si el trabajo no se puede repartir deberá pensarse en repartir la productividad sobre el planeta, que al fin y al cabo es de todos…
¿Que estos nuevos escenarios son ideaciones utópicas de teóricos radicales o reformistas? Así puede creerse si así se quiere, pero no hay más que observar el mundo económico y laboral circundante para percatarse de que nunca la teoría ha estado más conforme con la realidad. Los jóvenes se forman, hacen licenciaturas y doctorados, aprenden idiomas y el desempleo es su única salida.  Entonces es el momento de los vendedores de crecepelo que vienen con sus pócimas de reinventos i otras zarandajas de autoayuda.
Por eso, una ley que propugna la educación para la empleabilidad se mueve entre la superficialidad, la ignorancia y el cinismo. No queremos promesas de hombres empleables, nos conformamos con que se eduque para formar simplemente hombres. 

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