jueves, 25 de julio de 2013

CUANDO EL POLITICO PIERDE DINERO EN LA POLITICA


Perder dinero en la política. ¿Hay alguien, hoy en España, en el ambiente de corrupción extendida entre la política y aledaños, que oiga tamaña afirmación sin reaccionar airadamente? ¿Alguien se atrevería sin pudor a sostener semejante aserto? El señor García Margallo, Ministro de Asuntos Exteriores, con toda cachaza acaba de quejarse  del “muchísimo dinero” que el Presidente del Gobierno ha perdido por dedicarse a la política, o sea, a mejorar nuestro bienestar…, y así se lo agradecemos. El señor Rajoy es titular del Registro de la Propiedad de Santa Pola, en el que se supone tendría más ingresos que desde la Presidencia del Gobierno… ¿Aún contando con sobresueldos, complementos, trajes, corbatas y demás gabelas imaginables?
Según el ministro parece que sí, que el señor Rajoy nos está haciendo un gran favor sacrificando su vida y su peculio a los superiores intereses de todos nosotros, individuos desagradecidos a fin de cuentas. Sería el caso típico de quien vive “para” la política y no “de” la política.
Sin embargo, de Max Weber aprendimos que la distinción no es tan sencilla. Vivir “de” la política y vivir “para” la política es cuestión que merece alguna reflexión.  Hay quien pretende vivir “de” la política infiltrándose en los aparatos del partido o aprovechando la repartición del spoil sistem tras la victoria electoral. Este espécimen es el más extendido y el que más contribuye al desprestigio de lo que con no mucha justicia y menos rigor se denomina clase política. Cabe imaginar asimismo que existan personas cuya economía y patrimonio sean tan solventes que no necesiten de retribución alguna por su dedicación a la cosa pública. Estas personas pertenecerían al tipo del vivir sólo “para” la política. Pero en este caso habría que tomar muchas precauciones, no fuera a suceder que quienes se presentaren como “honoratiores” de la política, la aprovechasen para beneficiar sus negocios e inversiones. Así que sólo los rentistas podrían acogerse a este tipo noble de vivir exclusivamente “para” la política. Finalmente, vivir “para” la política y “de” la política es posible y deseable. Como es doctrina de la Iglesia, viva del altar quien trabaje para el altar.  Quien trabaja como político en los asuntos públicos merece todos los respetos si es eficiente y honrado. Su eficiencia o ineficiencia debe ser evaluada directa o mediadamente por los ciudadanos y su honradez ha de ser  contrastada en la evolución de su patrimonio y el de su familia.
Según la percepción de la gente   ─que personalmente comparto─  la clase de los que viven y pretender vivir de la política es abundantísima. Se trata de individuos sin ideología, sin pasión por la  “causa” y que jamás se plantearán el conflicto entre la ética de las convicciones y la ética de las responsabilidades.
Y también ocurre desgraciadamente que entre los que inicialmente fueron políticos que vivieron “para” la política y “de” la política cada vez se da más la especie degenerada que vive en exclusiva “de” la política. Así lo percibe la gente y así concluye que todos los políticos son unos “vividores”… de los dineros públicos.
Siendo de tal guisa las cosas, los voceros del señor Rajoy, ante el tsunami de corrupción que amenaza con arrasarlo, pretenden hacernos creer que su patrocinado pertenece al imposible tipo de los políticos que entregan su vida a cambio de nada, que vive “para” la política y nada necesita y percibe “de” ella. Los hechos demuestran que esta versión es falsa, cínica, una falta de respeto a los ciudadanos.
Cuando un político (dice que) pierde dinero en la política, seamos cautos, echémonos la mano a la cartera.

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