Perder dinero en la política. ¿Hay alguien,
hoy en España, en el ambiente de corrupción extendida entre la política y
aledaños, que oiga tamaña afirmación sin reaccionar airadamente? ¿Alguien se atrevería
sin pudor a sostener semejante aserto? El señor García Margallo, Ministro de
Asuntos Exteriores, con toda cachaza acaba de quejarse del “muchísimo dinero” que el Presidente del
Gobierno ha perdido por dedicarse a la política, o sea, a mejorar nuestro
bienestar…, y así se lo agradecemos. El señor Rajoy es titular del Registro de la Propiedad de Santa Pola,
en el que se supone tendría más ingresos que desde la Presidencia del
Gobierno… ¿Aún contando con sobresueldos, complementos, trajes, corbatas y
demás gabelas imaginables?
Según el ministro parece que sí, que el señor
Rajoy nos está haciendo un gran favor sacrificando su vida y su peculio a los
superiores intereses de todos nosotros, individuos desagradecidos a fin de
cuentas. Sería el caso típico de quien vive “para” la política y no “de” la
política.
Sin embargo, de Max Weber aprendimos que la
distinción no es tan sencilla. Vivir “de” la política y vivir “para” la
política es cuestión que merece alguna reflexión. Hay quien pretende vivir “de” la política
infiltrándose en los aparatos del partido o aprovechando la repartición del spoil sistem tras la victoria electoral.
Este espécimen es el más extendido y el que más contribuye al desprestigio de
lo que con no mucha justicia y menos rigor se denomina clase política. Cabe
imaginar asimismo que existan personas cuya economía y patrimonio sean tan
solventes que no necesiten de retribución alguna por su dedicación a la cosa
pública. Estas personas pertenecerían al tipo del vivir sólo “para” la
política. Pero en este caso habría que tomar muchas precauciones, no fuera a
suceder que quienes se presentaren como “honoratiores” de la política, la
aprovechasen para beneficiar sus negocios e inversiones. Así que sólo los
rentistas podrían acogerse a este tipo noble de vivir exclusivamente “para” la
política. Finalmente, vivir “para” la política y “de” la política es posible y
deseable. Como es doctrina de la
Iglesia , viva del altar quien trabaje para el altar. Quien trabaja como político en los asuntos
públicos merece todos los respetos si es eficiente y honrado. Su eficiencia o
ineficiencia debe ser evaluada directa o mediadamente por los ciudadanos y su
honradez ha de ser contrastada en la evolución
de su patrimonio y el de su familia.
Según la percepción de la gente ─que personalmente comparto─ la clase de los que viven y pretender vivir
de la política es abundantísima. Se trata de individuos sin ideología, sin
pasión por la “causa” y que jamás se
plantearán el conflicto entre la ética de las convicciones y la ética de las
responsabilidades.
Y también ocurre desgraciadamente que entre
los que inicialmente fueron políticos que vivieron “para” la política y “de” la
política cada vez se da más la especie degenerada que vive en exclusiva “de” la
política. Así lo percibe la gente y así concluye que todos los políticos son
unos “vividores”… de los dineros públicos.
Siendo de tal guisa las cosas, los voceros
del señor Rajoy, ante el tsunami de corrupción que amenaza con arrasarlo, pretenden
hacernos creer que su patrocinado pertenece al imposible tipo de los políticos
que entregan su vida a cambio de nada, que vive “para” la política y nada
necesita y percibe “de” ella. Los hechos demuestran que esta versión es falsa,
cínica, una falta de respeto a los ciudadanos.
Cuando un político (dice que) pierde dinero
en la política, seamos cautos, echémonos la mano a la cartera.
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