La acusación particular de la OCU en la presentación de
conclusiones en el juicio contra Fabra ha instado la condena del encausado por
los delitos de cohecho, tráfico de influencias y varios delitos fiscales, al
menos para que se demuestre y la gente sepa que la Justicia también alcanza
a los poderosos. Valga como dialéctica argumentativa, pero si algo es cierto en
este perro mundo es que la justicia brilla por su ausencia y rara vez toca a
los auténticos señores del poder. Y cuando a alguno de ellos atrapa es a
efectos de calculada ejemplaridad, lo que patentiza no que todos, incluidos los
intocables, podemos caer un día triturados por los dientes de la rueda de la Justicia , sino que sólo
excepcionalmente algún preboste es sacrificado por el sistema para la propia
supervivencia de éste, o que realmente el sacrificado no era poderoso genuino,
que más bien representaba ese rol, no siendo otra cosa que un advenedizo, un
impostor, un subalterno de los verdaderos amos.
El señor Carlos Fabra no es un
advenedizo, un impostor o un subalterno del poder. Al contrario, conecta
directamente con el venero subterráneo, tortuoso y oscuro que irriga las
fuentes de todo el poder que históricamente ha detentado y detenta la derecha
en España. En el Gobierno o en la
Oposición , en la fortuna o en la desgracia, siempre este tipo
de personajes cuenta con la adhesión inquebrantable y la protección de las
fuerzas clericales, policiales, judiciales y financieras. Un político de la
provincia amigo mío me contaba cómo, gobernando los socialistas, los números de
la Guardia Civil
de los pueblos se cuadraban no tanto ante el entonces Presidente de la Diputación sino ante el
simple diputado Carlos Fabra, simpático, dicharachero y generoso con los dineros.
A la Benemérita
no le fallaba el instinto. Ahora mismo lo acabamos de verificar: las entradas y
salidas del señor Fabra del Palacio de Justicia no han siso las de un acusado
de varios delitos, más bien han semejado las de un ídolo protegido por las Fuerzas
del Orden.
En un corte de una televisión se ha
podido oír de la boca de una señora:
“Carlos, todo Castellón y su provincia está contigo”. Desconozco el tipo
de encuesta que maneja esta buena señora para llegar a tamaña conclusión. La
intuición que yo tengo es que en Castellón, mejor que en ninguna otra parte, la
gente medianamente informada sabe de las hazañas y milagros del gran cacique
provincial. Y de sus méritos. Porque mérito de Fabra es, y no pequeño, haber
actualizado y potenciado en la sociedad de la información y el conocimiento una
institución como la del cacicazgo, que ya corrompió la política y la sociedad
en la época de la
Restauración y que en esencia representa un regreso al
Antiguo Régimen en que había señores de la tierra y de la vida, de las almas y
los cuerpos… y vasallos, los cuales naturalmente estaban con su señor, como esa
señora que proclama estar con Don Carlos junto con todo Castellón y su
provincia.
Digamos, pues, que, excluidos los
favorecidos por el cacicazgo, el resto de los castellonenses tenemos una idea
bien formada sobre los delitos atribuidos al expresidente de la Diputación. El
boca a oreja funciona y no da lugar a dudas. Digan lo que digan los jueces de la Sección 1ª, los
castellonenses tenemos formulada nuestra sentencia desde hace años. La verdad
judicial irá a misa, pero el pueblo a las puertas de la Iglesia , como en las
fiestas patronales, seguirá fuera, a lo suyo, con su convicción.
No se trata de creer o no creer en la Justicia , proposición que
en positivo o en negativo no tiene sentido. ¡Creer! Hay que atenerse a los
hechos: los jueces que van a emitir sentencia ya exoneraron al justiciable del
delito de cohecho, el de más peso penal, y tuvo que ser el TS quien los
corrigiese. El Presidente de la
Audiencia se abstuvo de intervenir en el juicio por su
relación cordial y afable con el encausado…
La pregunta es: ¿Será condenado Fabra?
¿Irá a la cárcel? Juguemos a las
adivinanzas. Mi apuesta ahí va: De cárcel, nada, ni pensarlo; es algo que va
contra la naturaleza de las cosas. Es decir, no habrá condena por cohecho ni
por tráfico de influencias. En todo caso será condenado por alguno de los
delitos fiscales, nada que no se pueda resolver con dinero. A los que hemos
defendido el estado de justicia, como a Dante, nos queda la lectura del final
de la inscripción que figura a la entrada del Infierno: abandonad toda
esperanza.
¡Hombre de poca fe!
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