viernes, 1 de noviembre de 2013

CARLOS FABRA, VISTO PARA SENTENCIA




La acusación particular de la OCU en la presentación de conclusiones en el juicio contra Fabra ha instado la condena del encausado por los delitos de cohecho, tráfico de influencias y varios delitos fiscales, al menos para que se demuestre y la gente sepa que la Justicia también alcanza a los poderosos. Valga como dialéctica argumentativa, pero si algo es cierto en este perro mundo es que la justicia brilla por su ausencia y rara vez toca a los auténticos señores del poder. Y cuando a alguno de ellos atrapa es a efectos de calculada ejemplaridad, lo que patentiza no que todos, incluidos los intocables, podemos caer un día triturados por los dientes de la rueda de la Justicia, sino que sólo excepcionalmente algún preboste es sacrificado por el sistema para la propia supervivencia de éste, o que realmente el sacrificado no era poderoso genuino, que más bien representaba ese rol, no siendo otra cosa que un advenedizo, un impostor, un subalterno de los verdaderos amos.
El señor Carlos Fabra no es un advenedizo, un impostor o un subalterno del poder. Al contrario, conecta directamente con el venero subterráneo, tortuoso y oscuro que irriga las fuentes de todo el poder que históricamente ha detentado y detenta la derecha en España. En el Gobierno o en la Oposición, en la fortuna o en la desgracia, siempre este tipo de personajes cuenta con la adhesión inquebrantable y la protección de las fuerzas clericales, policiales, judiciales y financieras. Un político de la provincia amigo mío me contaba cómo, gobernando los socialistas, los números de la Guardia Civil de los pueblos se cuadraban no tanto ante el entonces Presidente de la Diputación sino ante el simple diputado Carlos Fabra, simpático, dicharachero y generoso con los dineros. A la Benemérita no le fallaba el instinto. Ahora mismo lo acabamos de verificar: las entradas y salidas del señor Fabra del Palacio de Justicia no han siso las de un acusado de varios delitos, más bien han semejado las de un ídolo protegido por las Fuerzas del Orden.
En un corte de una televisión se ha podido oír de la boca de una señora:  “Carlos, todo Castellón y su provincia está contigo”. Desconozco el tipo de encuesta que maneja esta buena señora para llegar a tamaña conclusión. La intuición que yo tengo es que en Castellón, mejor que en ninguna otra parte, la gente medianamente informada sabe de las hazañas y milagros del gran cacique provincial. Y de sus méritos. Porque mérito de Fabra es, y no pequeño, haber actualizado y potenciado en la sociedad de la información y el conocimiento una institución como la del cacicazgo, que ya corrompió la política y la sociedad en la época de la Restauración y que en esencia representa un regreso al Antiguo Régimen en que había señores de la tierra y de la vida, de las almas y los cuerpos… y vasallos, los cuales naturalmente estaban con su señor, como esa señora que proclama estar con Don Carlos junto con todo Castellón y su provincia.
Digamos, pues, que, excluidos los favorecidos por el cacicazgo, el resto de los castellonenses tenemos una idea bien formada sobre los delitos atribuidos al expresidente de la Diputación. El boca a oreja funciona y no da lugar a dudas. Digan lo que digan los jueces de la Sección 1ª, los castellonenses tenemos formulada nuestra sentencia desde hace años. La verdad judicial irá a misa, pero el pueblo a las puertas de la Iglesia, como en las fiestas patronales, seguirá fuera, a lo suyo, con su convicción.
No se trata de creer o no creer en la Justicia, proposición que en positivo o en negativo no tiene sentido. ¡Creer! Hay que atenerse a los hechos: los jueces que van a emitir sentencia ya exoneraron al justiciable del delito de cohecho, el de más peso penal, y tuvo que ser el TS quien los corrigiese. El Presidente de la Audiencia se abstuvo de intervenir en el juicio por su relación cordial y afable con el encausado…
La pregunta es: ¿Será condenado Fabra? ¿Irá a la cárcel? Juguemos  a las adivinanzas. Mi apuesta ahí va: De cárcel, nada, ni pensarlo; es algo que va contra la naturaleza de las cosas. Es decir, no habrá condena por cohecho ni por tráfico de influencias. En todo caso será condenado por alguno de los delitos fiscales, nada que no se pueda resolver con dinero. A los que hemos defendido el estado de justicia, como a Dante, nos queda la lectura del final de la inscripción que figura a la entrada del Infierno: abandonad toda esperanza.

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